6 de junio 2007 - 00:00

Seis días de guerra que moldearon Medio Oriente por 40 años

Jerusalén - En Oriente Próximo, el tiempo no borra rencores ni aplaca el dolor. Acaso lo contrario. La ocupación israelí de 1967 (de la que ayer se conmemoraron 40 años) sigue siendo una fuente de inestabilidad imprescindible para entender conflictos y extremismos. Si la guerra de hace 40 años hubiera tenido otro final, el mundo sería diferente. Pero aquellos seis días, 144 horas de frenética actividad militar, estaban destinados a cambiar el orden regional y en cierta forma el mundial, y los actores implicados lo intuían.

«Estamos en una situación sin salida. Debemos dejar a Naser (el presidente egipcio) fuera de combate. Esto cambiará Oriente Próximo.» El vaticinio de Yitzhak Rabin, jefe del Estado Mayor israelí, era acertado. Como el resto de los responsables con los que se reunía aquel 4 de junio de 1967, Rabin sabía que la guerra era inevitable y que eso no suponía que Israel fuese a ganar. Su pesimismo, compartido por la población, era lo que frenaba a Israel para enfrentar al ejército egipcio en el Sinaí.

El contexto histórico no era halagüeño. Desde que, 19 años atrás, Israel declaró su Estado en Palestina bajo mandato británico, ningún país árabe lo reconocía. Egipto controlaba Gaza, y Jordania administraba Cisjordania y Jerusalén Este y, junto con Líbano y Siria, acogía a los palestinos expulsados en la guerra de 1948, incluida la resistencia. El recuerdo del conflicto de Suez humillaba a los árabes. También influían los combates con Siria por las zonas desmilitarizadas y la disputa por el agua. En 1963, Israel comenzó a desviar el Mar de Galilea al Neguev; en respuesta, los sirios desviaron dos afluentes del Jordán dejando inservible la canalización hebrea.

Pero ni Siria ni Jordania, destaca Ahron Bregman en «Las guerras de Israel», «habrían abierto fuego sin la participación activa de Egipto, que tenía el ejército más poderoso y la posición necesaria para la pesadilla israelí: una guerra en varios frentes». En 1966, Siria y Egipto habían firmado un pacto. El Cairo asistiría a Damasco en caso de ataque: Amán lo suscribió en mayo de 1967.

También subyace la Guerra Fría. Muchos consideran a la URSS instigadora del conflicto, dado que Moscú informó a El Cairo de un inexistente ataque israelí contra Siria. Naser no dudó de su veracidad y pidió a la ONU la retirada de sus observadores en Sharm el Sheikh y Gaza. El 23 de mayo cerraba los estrechos de Tirán -acceso al puerto hebreo de Eilat- a la navegación israelí y desplegaba dos divisiones en el Sinaí que en poco tiempo aumentaron a siete.

  • Detonante

    Tampoco Israel dudaba de que Egipto atacaría, pero por otro motivo. Para Michael B. Oren, autor de «Seis días de guerra», el verdadero detonante: por primera vez en mayo, la aviación egipcia había sobrevolado el reactor nuclear de Dimona. «Buscar el poder nuclear podría llevar a Egipto a lanzar un ataque convencional. En 1964, Naser había advertido a EE.UU. que el desarrollo de la capacidad nuclear de Israel 'sería causa de guerra, no importa cuán suicida sea' (...). Israel asumió que Dimona era la razón (del despliegue) y decidió atacar primero. El miedo por su reactor -más que el temor egipcio- fue el catalizador de la guerra.»

    Israel desplegó 275.000 hombres, 1.300 tanques, 220 aviones frente a los 206.000 soldados, 1.400 carros y 520 cazabombarderos de Siria, Egipto y Jordania. La desproporción aérea y las declaraciones de sus dirigentes causaron pánico entre la población. « Auschwitz regresa. Estamos rodeados, nadie nos ayudará y que Dios impida que los ejércitos árabes nos invadan porque nos matarán», advirtió el general Uzi Narkis, responsable del mando central. El miedo fue tal que, cuenta Bregman, la población compró veneno y los rabinos ordenaron construir ataúdes y buscar parques para enterrar a los muertos. El gobierno manejó estimaciones de 10.000 bajas israelíes. Apenas se produjo un 10%.

    La estrategia israelí que llevó a una victoria inimaginable se basó en la convicción del ministro de Defensa, general Moshe Dayan, de que el éxito «dependía no del número de tanques egipcios destruidos, sino del tamaño del territorio por conquistar»; en la concentración en un solo bando -«descarten combatir contra Jordania o Siria, es una guerra contra Egipto», dijo David Elazar, jefe del mando norte- y en la operación Foco, que dio un vuelco a la guerra en sus primeros minutos.

    Eran las 8 del 5 de junio cuando 188 aviones de combate atacaban la fuerza aérea egipcia arrasándola en tierra: 300 de los 450 aviones fueron destruidos. Al tiempo, tres divisionesse encaminaban a Gaza, El Arish, Rafah, Abu Ageila y Kuseima, y ocuparon el Sinaí en dos días. Egipto emprendió una retirada caótica, bombardeada por Israel. «Miles de tanques fueron destruidos», relató el jefe del mando sur, Shaike Gavish. Unos 10.000 egipcios perecieron en la retirada y otros 2.000, en los combates.   

  • Mensaje

    En «La guerra de 50 años» se relata cómo Israel envió un mensaje al rey de Jordania. «La guerra es entre nosotros y los egipcios. Si no participa, nada le ocurrirá.» Pero Husein «prefería ser un perdedor antes que un traidor: 'Jordania no está afuera, ya está comprometida'». A las 11.15 del día 5, Amán atacaba Jerusalén Oeste e Israel respondió destruyendo la aviación y rodeando la ciudad. Israel no había previsto conquistar Jerusalén o Cisjordania, pero el avance y la posibilidad de un cese de fuego de la ONU cambiaron su plan: el día 7 se ordenaba unificar la ciudad eterna. Husein retiró sus tropas y, sin resistencia, Israel iniciaba la ocupación.

    En el Golán, Siria bombardeó Galilea abriendo otro frente. Israel respondió destruyendo 60% de Siria. Dayan dudaba sobre los Altos del Golán por miedo a una intervención rusa. El 9 de junio, el Mosad intercepta un telegrama de Naser que aconseja a Siria aceptar el alto el fuego. «Hemos perdido la batalla, Dios estará con nosotros en el futuro.» Dayan ordena la ofensiva contra el Golán. «Atacamos con bombas, misiles, napalm...», recordaba el general Motti Hod. El día 10, los sirios huyeron de Quneitra e Israel aceptó el cese el fuego, tras cuadruplicar su extensión en seis días. Lo que se pensó que traería estabilidad -intercambiar territorios por seguridad- se convirtió en fuente de inestabilidad. La victoria se revistió de términos religiosos -el regreso a la Tierra Prometida- y la Resolución 242, que obliga a regresar a las fronteras previas al conflicto, nunca fue respetada.
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