16 de octubre 2025 - 10:39

Las cuatro razones que impulsan a los argentinos a cambiar de empleo

Un informe identifica desarrollo, flexibilidad, liderazgo y propósito como claves. La desconexión laboral alcanza niveles de 2015.

El riesgo de no adaptarse es concreto: perder a la gente más valiosa justo cuando más se la necesita. 

El riesgo de no adaptarse es concreto: perder a la gente más valiosa justo cuando más se la necesita. 

Depositphotos

El mercado laboral global atraviesa una transformación silenciosa pero profunda. Después de la "Gran Renuncia" que sacudió a Estados Unidos desde 2021, cuando millones de trabajadores abandonaron voluntariamente sus empleos, emerge un fenómeno más sutil pero igualmente disruptivo: "The Great Detachment" o el gran desapego laboral. Se trata de una desconexión creciente entre colaboradores y organizaciones que, según datos de Gallup, afecta al 51% de los empleados estadounidenses que actualmente observan o buscan activamente nuevas oportunidades laborales.

En Argentina, esta tendencia también deja su huella. Great Place to Work (GPTW), autoridad mundial en cultura organizacional, elaboró un informe exhaustivo en el marco de su ranking "Los Mejores Lugares para Trabajar en Argentina 2025" que identifica cuatro razones principales que impulsan a los trabajadores locales a evaluar cambios de empleo. Los datos revelan brechas contundentes: mientras más del 90% de los colaboradores en las mejores empresas confía en su liderazgo, apenas el 44% del mercado general comparte esa percepción.

Esta polarización entre organizaciones que logran conectar con su talento y aquellas que no lo consiguen plantea desafíos críticos para la competitividad empresarial. En un contexto donde el compromiso a largo plazo alcanza los niveles más bajos desde 2015, comprender qué motiva el desapego se vuelve una cuestión estratégica que impacta directamente en costos operativos, productividad y capacidad de atracción de talento calificado.

Desarrollo profesional: la brecha entre expectativa y realidad

La primera razón que impulsa el desapego laboral es la falta de oportunidades reales de desarrollo y crecimiento. Los trabajadores contemporáneos no buscan simplemente un empleo: buscan un espacio donde puedan desplegar sus talentos, aprender nuevas competencias y asumir responsabilidades que los desafíen. Cuando esta expectativa no se cumple, la motivación decae y la tentación de explorar otras opciones aumenta.

El informe de GPTW Argentina arroja datos elocuentes: el 92% de los colaboradores en las mejores empresas afirma haber tenido oportunidades significativas para desarrollar nuevas y mejores formas de hacer las cosas. En contraste, apenas el 77% del mercado general puede sostener lo mismo. Esta brecha del 15% representa la diferencia entre organizaciones que invierten sistemáticamente en el desarrollo de su gente y aquellas que lo relegan a un segundo plano.

¿Qué significa en términos concretos tener oportunidades de desarrollo? Implica acceso a capacitaciones actualizadas, posibilidad de rotar entre áreas para adquirir visión integral del negocio, participación en proyectos desafiantes que expandan las competencias técnicas y blandas, programas de mentoreo con líderes experimentados, y planes de carrera explícitos que permitan visualizar trayectorias de crecimiento dentro de la organización.

La ausencia de estos componentes genera frustración acumulativa. Un profesional talentoso que percibe que su aprendizaje se estancó comenzará a mirar hacia afuera, donde otras organizaciones ofrecen lo que la actual no proporciona. Este proceso no es inmediato: puede llevar meses o incluso años, pero cuando finalmente cristaliza en una decisión de cambio, la empresa pierde no solo a un empleado sino todo el conocimiento acumulado, las relaciones construidas y la inversión realizada en su formación inicial.

El dato argentino sobre alineación entre responsabilidades y talentos personales es particularmente revelador. Los trabajadores valoran prioritariamente que sus tareas cotidianas conecten con lo que mejor saben hacer y con aquello que les apasiona. Cuando existe ese match, el trabajo deja de ser una obligación para convertirse en una fuente de realización. Cuando no existe, cada lunes se vuelve más pesado y la pregunta "¿qué estoy haciendo aquí?" empieza a ganar espacio mental.

Flexibilidad y balance: de beneficio periférico a factor decisivo

El equilibrio entre vida personal y trabajo escaló posiciones hasta convertirse en uno de los motivos principales para cambiar de empleo. En Estados Unidos, el bienestar y la flexibilidad aparecen como la prioridad número uno según el relevamiento de Gallup. Argentina replica esta tendencia con matices propios del contexto socioeconómico local.

El informe de GPTW revela que las empresas más valoradas son aquellas que promueven esquemas flexibles y políticas de cuidado integral. Este aspecto cobra especial relevancia en dos segmentos demográficos específicos: jóvenes y mujeres. Ambos grupos ponderan con mayor énfasis las licencias extendidas, las opciones de home office y los beneficios que impactan directamente en su calidad de vida.

La flexibilidad no es un concepto unívoco. Para algunos trabajadores significa poder elegir horarios de entrada y salida dentro de un rango; para otros implica la posibilidad de trabajar remotamente varios días a la semana; para un tercer grupo puede representar licencias especiales para cuidado de familiares o períodos sabáticos. La clave está en reconocer que las "distintas realidades de las personas" —citando el informe de GPTW— requieren respuestas diferenciadas.

Una madre de dos hijos pequeños no tiene las mismas necesidades de flexibilidad que un profesional sin responsabilidades de cuidado. Un empleado que vive a dos horas de distancia de la oficina no enfrenta los mismos desafíos que quien reside a cinco cuadras. Un trabajador que cursa una maestría nocturna requiere arreglos distintos que alguien sin compromisos académicos paralelos. Las organizaciones que comprenden estas diferencias y diseñan políticas lo suficientemente flexibles como para adaptarse a múltiples situaciones son las que logran retener talento diverso.

El riesgo de no adaptarse es concreto: perder a la gente más valiosa justo cuando más se la necesita. Una profesional altamente calificada que debe elegir entre su carrera y el cuidado de sus hijos porque la empresa no ofrece opciones intermedias probablemente optará por buscar una organización que sí las ofrezca. Un empleado joven con alto potencial que valora experiencias de vida y no encuentra espacio para conciliar trabajo con otros proyectos personales terminará migrando hacia modelos laborales más permeables.

La pandemia de COVID-19 aceleró dramáticamente esta transformación. Lo que antes era un beneficio excepcional —trabajar desde casa— se normalizó masivamente. Cuando las empresas intentaron revertir completamente al modelo presencial post-pandemia, enfrentaron resistencias significativas. Los trabajadores que habían probado la flexibilidad no estaban dispuestos a renunciar a ella sin negociar. Este cambio cultural es probablemente irreversible: el trabajo flexible dejó de ser una concesión para convertirse en una expectativa estándar.

Liderazgo confiable: el factor que define permanencia

La confianza en el liderazgo marca la diferencia entre quedarse o salir en busca de nuevas oportunidades. Los datos argentinos de GPTW son contundentes y trazan una línea divisoria clara en el mercado laboral: más del 90% de los colaboradores en las mejores empresas confía en el criterio del equipo directivo, mientras que en el mercado general ese porcentaje se desploma hasta apenas el 44%.

Esta brecha del 46% es la más significativa de las cuatro dimensiones analizadas y revela una crisis de liderazgo en el tejido empresarial argentino. Menos de la mitad de los trabajadores confía en quienes toman las decisiones estratégicas de sus organizaciones. Este déficit de confianza tiene consecuencias directas en el compromiso, la productividad y, eventualmente, en la decisión de permanecer o buscar otras opciones.

¿Qué genera confianza en el liderazgo? El informe identifica tres prácticas fundamentales: comunicar con claridad, tomar decisiones coherentes y demostrar cercanía. Estos elementos parecen obvios, pero su implementación sistemática es excepcional. Comunicar con claridad implica transparencia sobre la situación de la empresa, los desafíos que enfrenta, las estrategias que implementa y los resultados que obtiene. No se trata de compartir información confidencial sino de evitar el vacío informativo que alimenta rumores y desconfianza.

Tomar decisiones coherentes significa mantener alineamiento entre el discurso y las acciones. Cuando una organización promueve la importancia del balance vida-trabajo pero penaliza implícitamente a quienes se acogen a licencias, genera cinismo. Cuando predica innovación pero castiga los errores experimentales, destruye credibilidad. La coherencia no exige perfección, pero sí consistencia entre valores declarados y comportamientos observables.

Demostrar cercanía es quizás el componente más complejo en organizaciones grandes. Implica que el liderazgo no sea una entidad abstracta y remota sino presencias concretas que conocen a su gente, entienden sus realidades cotidianas y están disponibles para escuchar. Los líderes más efectivos son aquellos que bajan al piso, caminan la operación, conversan informalmente con equipos de distintos niveles y mantienen políticas de puertas abiertas que no son solo declarativas.

La estabilidad y seguridad que mencionan los trabajadores al valorar el liderazgo no refieren necesariamente a garantías de empleo eterno —imposibles en contextos económicos volátiles— sino a previsibilidad y gestión profesional. Un trabajador puede aceptar que la empresa atraviesa momentos difíciles si confía en que el liderazgo está tomando decisiones racionales, comunicando honestamente la situación y buscando soluciones que minimicen el impacto en la gente. Lo que genera fuga de talento es la sensación de estar a merced de decisiones erráticas, poco fundamentadas o directamente caprichosas.

Propósito y sentido: más allá de la remuneración económica

La cuarta dimensión del desapego laboral trasciende aspectos materiales para adentrarse en el terreno de lo simbólico y emocional. Las personas quieren que su trabajo tenga un propósito, que genere un impacto significativo más allá del intercambio de tiempo por dinero. Esta búsqueda de sentido no es nueva, pero se intensificó en las últimas décadas, particularmente entre generaciones más jóvenes que priorizan valores sobre salarios en sus decisiones laborales.

Los datos argentinos de GPTW muestran otra brecha significativa: en las mejores empresas, más del 90% de los colaboradores afirma que su trabajo tiene sentido, mientras que en el mercado general ese porcentaje oscila entre 60% y 65%. Esta diferencia del 25-30% representa una conexión emocional con la tarea diaria que alimenta el orgullo de pertenencia y funciona como poderoso motor de atracción y retención de talento.

¿Qué significa que el trabajo tenga sentido? Para algunos colaboradores implica contribuir a una causa social o ambiental relevante: trabajar en una organización que desarrolla energías renovables, que mejora acceso a educación o que promueve inclusión. Para otros significa crear productos o servicios que genuinamente mejoran la vida de las personas: diseñar aplicaciones útiles, fabricar medicamentos, construir infraestructura. Para un tercer grupo puede representar simplemente la posibilidad de desarrollar maestría en un oficio y ser reconocido por eso.

El propósito organizacional cumple una función aglutinadora cuando está genuinamente integrado en la cultura y las operaciones. No basta con declaraciones grandilocuentes en la página web institucional o en presentaciones corporativas. Los trabajadores detectan rápidamente cuando el propósito es cosmético versus cuando realmente guía decisiones estratégicas, asignación de recursos y comportamientos cotidianos.

La conexión entre trabajo significativo e impacto personal es bidireccional. Por un lado, los colaboradores quieren sentir que su empleo está conectado con lo que mejor saben hacer, aprovechando sus fortalezas y permitiéndoles expresar su identidad profesional. Por otro lado, buscan que ese despliegue de talentos genere resultados observables, ya sea en clientes satisfechos, problemas resueltos, innovaciones implementadas o comunidades beneficiadas.

El orgullo de pertenencia que menciona el informe de GPTW es el resultado final de esta ecuación. Cuando un trabajador puede decir con convicción "trabajo en una organización que hace cosas importantes de una manera en la que yo puedo aportar valor genuino", se establece un vínculo emocional que trasciende lo contractual. Ese trabajador no está simplemente empleado: está comprometido, involucrado, dispuesto a dar esfuerzo discrecional porque encuentra recompensas intrínsecas en su labor.

Implicancias para la gestión empresarial argentina

El informe de Great Place to Work no solo diagnostica el fenómeno del desapego laboral sino que formula una conclusión que las organizaciones argentinas deben tomar con seriedad: es crucial actuar, ya que no hacerlo podría llevar a costosos reemplazos en el futuro. El costo de la rotación de personal no es solo financiero —procesos de selección, onboarding, curva de aprendizaje— sino también operativo y cultural.

Perder talento clave genera vacíos de conocimiento, sobrecarga a los equipos restantes, afecta la moral organizacional y puede desencadenar rotaciones en cadena cuando otros colaboradores interpretan las salidas como señales de problemas estructurales. Además, en mercados competitivos donde el talento calificado es escaso, reemplazar a un profesional destacado puede llevar meses y no garantizar igual nivel de desempeño.

La buena noticia es que las palancas de retención están identificadas y son accionables. Ofrecer desarrollo real requiere inversión en programas de capacitación, definición de planes de carrera y creación de oportunidades de rotación y crecimiento. Implementar flexibilidad demanda revisar políticas de trabajo, invertir en tecnología que permita colaboración remota y construir cultura de resultados por sobre presentismo.

Construir confianza en el liderazgo exige trabajo sobre competencias directivas: formación en comunicación efectiva, feedback constructivo, gestión de equipos diversos y toma de decisiones transparentes. Transmitir propósito implica claridad estratégica sobre la razón de ser organizacional y traducción de ese propósito en comportamientos observables que validen el discurso.

Las empresas que figuran en el ranking de "Los Mejores Lugares para Trabajar" no son perfectas, pero han comprendido que invertir en estas cuatro dimensiones no es un gasto sino una estrategia de sostenibilidad del negocio. En contextos de escasez de talento y alta movilidad laboral, la capacidad de atraer y retener profesionales calificados se convierte en ventaja competitiva decisiva.

El fenómeno del "Great Detachment" llegó para quedarse. La desconexión entre trabajadores y organizaciones no es una moda pasajera sino una señal estructural de cambios profundos en las expectativas laborales. Las empresas argentinas que comprendan esta transformación y actúen en consecuencia estarán mejor posicionadas para competir en el mercado de talento de los próximos años. Aquellas que ignoren las señales enfrentarán costos crecientes de rotación, dificultades para cubrir posiciones críticas y erosión de su capital humano más valioso.

Dejá tu comentario

Te puede interesar