Días atrás, mientras almorzaba en un bar miraba con detenimiento a un mozo caminar en medio de una fila zigzagueante de mesas y sillas, con una habilidad admirable, el hombre llevaba una pila de objetos de tamaño y peso diferentes, pero ninguna se movía un sólo centímetro de su lugar asignado en la bandeja. Lo observé una y otra vez, hasta la que curiosidad me obligó a convocarlo a mi mesa y preguntarle lo que ya el lector, a estas alturas, debe estar pensado: ¿Cómo hace usted para que no se le caiga nada?.
Alberto Fernández, el mozo y la teoría de la bandeja
La descripción precisa de la tarea del mozo, me pareció una metáfora fantástica de la realidad económica Argentina.
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El mozo me miró sonriente entendiendo mi admiración y me dijo, “Son años… primero distribuyo peso y tamaño en cada lugar de la bandeja” (para trazar el equilibrio inicial, podríamos decir), “pero eso es sólo el comienzo, luego tengo que caminar e ir corrigiendo los desequilibrios que se van produciendo en el trayecto, voy a las mesas de mayor pedido primero y ahí, cuando llego a la mesa, tengo que ordenar muy bien la bajada, porque de lo contrario es ese momento en dónde un mal movimiento puede terminar en una hecatombe con los clientes”.
La descripción precisa de la tarea del mozo, me pareció una metáfora fantástica de la realidad económica Argentina. ¿Porqué? Pues bien, el problema que enfrenta Alberto Fernández, luego de dos años de gestión, tiene ribetes similares a los del mozo. En primer lugar, se debe ordenar una estrategia sobre la economía argentina para ponerla en marcha. Argentina enfrenta un conjunto enorme de desequilibrios macroeconómicos interrelacionados que requieren, en primer lugar, una justa evaluación de su peso específico antes de ponerlos sobre la bandeja. Empecemos por uno que conocemos todos:
LA INFLACIÓN. Problema endémico de nuestro país que todo aquel que lo promete solucionar, termina agravándolo. Como hacemos para corregir ese desequilibrio sin comprometer al crecimiento económico del País y transformarlo en algo sostenible en el tiempo, máxime aún en un contexto inflacionario internacional.
DÓLAR OFICIAL. Durante todo el 2021 se intentó utilizar al dólar como ancla antinflacionaria. No resultó. Comenzamos el año con un dólar mayorista de $85.11 y lo estamos cerrando con un dólar de $102.73, 22.78% de devaluación contra una inflación que estará por arriba del 50%. El deterioro en el TIPO DE CAMBIO REAL MULTILATERAL fue muy marcado, comenzó enero en 124.03 y cierra en diciembre en 102.63 (con Brasil en 89.77). Ergo, este año el dólar deberá adquirir un mayor ritmo de devaluación sin que ello aceleré el sostenido proceso inflacionario que vive hoy nuestro país y sin disparar, aún más, la brecha con los dólares financieros. Tarea no menor.
EL DÉFICIT FISCAL. Otro de los puntos de mayor atención es este problema crónico y es uno de los puntos neurálgicos en el marco del acuerdo con el FMI. A noviembre llevamos acumulados a dólar mayorista promedio U$s 17.117 millones de dólares. Su corrección y ajuste será necesario sin que ello impacte negativamente sobre el desempeño de la economía y la recaudación y los indicadores sociales.
LA EMISIÓN MONETARIA. Hija del déficit fiscal y responsable, en gran medida, del proceso inflacionario. $1.925 billones de pesos emitidos durante este 2021 ubican a esta cifra en valores históricos, es el de mayor asistencia sobre PBI desde la salida de la Convertibilidad. Al mismo tiempo, más emisión obliga al BCRA a mayor absorción vía leliqs y pases, impulsando una bola de colocaciones cada vez mayor y pagando más y más interés.
LA TASA DE INTERES. La llave de mano que nadie quiere usar pero que dado los desequilibrios macro (la inflación le gana por goleada a la tasa) y la emisión en aumento, seguramente será prioritario analizar. Incluso ya lo pide el FMI hablando de “una política monetaria adecuada con tasas de interés reales positivas" (algo que ya anticipó el BCRA, veremos). Esto le puede traer mayor atractivo a las colocaciones en pesos, quitando presión al dólar, pero suma fuerte en la factura de los intereses que el BCRA le debe pagar a los bancos (déficit cuasifiscal). Además, una suba importante puede “enfriar la economía” vía crédito más caro, y nadie quiere eso.
LAS RESERVAS DEL BCRA. El año 2021 comenzó con U$S 39.501 millones de dólares y finalizamos el año en U$S 39.500, pese a recibir U$S 4.334 millones de dólares en DEG del FMI y tener un superávit comercial de U$S 14.352 millones acumulado hasta noviembre. El BCRA se la pasó vendiendo dólares en el mercado financiero para contener la brecha en lugar usar la estrategia de fortalecer las reservas y golpear las expectativas. Es clave acumular reservas en este 2022.
EQUILIBRIOS POLITICOS. El tablero político juega un rol clave en la realidad económica y en las expectativas. Alberto deberá encontrar los equilibrios intra coalición de gobierno y fuera de ella. En un año previo a las elecciones presidenciales en dónde parece que, para algunos, “cuanto peor mejor”, estimo que será difícil. Ya se vio con el presupuesto y Bienes Personales.
EL AJUSTE DE TARIFAS. Los subsidios están en el orden de los U$s10.500 millones en 2021 y se estima que para el 2022 podrían llegar a U$s 11.300 millones según un informe del Instituto Argentino de la Energía General Mosconi. Es necesario (y forma parte del acuerdo con el FMI) salir del congelamiento sin que ello impulse de manera decidida el proceso inflacionario y que golpee a la clase trabajadora. La segmentación es clave. Pero ya hemos visto que no es fácil semejante tarea. Hogares, comercios e industrias requieren racionalidad.
PARITARIAS. Los salarios vienen perdiendo la pelea con la inflación de manera categórica. Desde 2018. De nada sirve ganarle un mes a la inflación y sacar una foto. Es necesario que sea sostenido y vigoroso ese proceso. Y para ello la inflación debe confluir a la baja de manera sostenida, el PBI al alza y los salarios también. Difícil lograr esto si no se corrigen el resto de los desequilibrios mencionados.
BRECHA CAMBIARIA. Otro de los males que sobrevuela la economía. La brecha es “DEMANDA Y EXPECTATIVA”. Desde abril del 2020 la brecha superó el 50% y oscila entre un 80% y 100% en este segundo semestre. El desafío es reducir esos guarismos, pero para ello el mercado deberá ver al mozo entregando cada pedido en cada mesa, sin que rompa una copa. Al más mínimo desajuste, la brecha vuela.
Cada uno de esos vectores constituyen elementos que interactúan entre sí de manera constante, de la misma manera que los elementos de diverso peso específico en la bandeja de un mozo. Para nombrar algunas de esas interrelaciones podemos decir que el déficit empuja la emisión monetaria y esta a la inflación. La emisión obliga a una mayor absorción por parte del BCRA pagando más tasa y subiendo el déficit cuasi-fiscal.
El atraso cambiario complica la estrategia de acumulación de reservas, pero a su vez, una devaluación puede ser un reguero de pólvora en los precios. El ajuste de tarifas y combustibles desmedido puede ser inflacionario y recesivo, pero sin ajuste en este componente el déficit fiscal puede ser cada vez más grande presionando aún más la emisión.
La inflación erosiona la competitividad del dólar y obliga a acelerar las micro-devaluaciones controladas, pero a la vez le puede permitir al gobierno corregir el déficit vía aumento de la recaudación real realizando un ajuste moderado del gasto.
A su vez la inflación tiene inercia precios salarios, pero estos últimos no pueden volver a perder capacidad de compra, porque eso impactaría sobre el consumo y las previsiones de crecimiento y recaudación. La brecha cambiaria necesita adquirir razonabilidad, pero eso exige mayor oferta de dólares en el oficial (cepo más flexible) y en el paralelo, algo que puede salir mal ya que el BCRA no dispone de reservas robustas para enfrentar una corrida y los dólares del sector privado no aparecen.
En síntesis, la tarea de Alberto es similar a la del mozo. Debe trazar una estrategia para colocar cada elemento en la bandeja con su respectivo peso específico. Luego debe pensar cual es el mejor camino para recorrer e ir ajustado con cada paso los desequilibrios circunstanciales que se producen, sin perder de vista su objetivo final. Llegar al 2023 con mejores resultados que los obtenidos hasta ahora en términos globales. Tarea no menor y bastante difícil de encaminar.
Para cerrar a esta altura de la nota el lector creerá que me olvidé de lo más importante. El acuerdo con el FMI. No lo olvidé, ese acuerdo exige un plan económico creíble y de cumplimiento posible, aprobado por el Congreso Nacional. Esto constituye la bandeja. Sin plan no hay bandeja y sin ella, la cosa puede ponerse bastante más compleja.
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