11 de julio 2019 - 00:01

Viajar en búsqueda de una escuela ideal

Mi ilusión era encontrar una escuela ideal, que sea una fuente de inspiración para muchas escuelas en América Latina; ya sea por su plan de estudios, sus métodos innovadores, su modelo pedagógico o alguna otra variable que sorprendiera y que fuera replicable en la región.

Bruno Iriarte y su van, la Kombi Cholulteca. 
Bruno Iriarte y su van, la Kombi Cholulteca. 

Estudié Relaciones Internacionales porque deseaba formarme como futuro diplomático y conocer los conceptos necesarios para ser alguna vez parte de quienes moldean las políticas públicas en Argentina. Sin embargo, poco después de recibirme y buscando trabajo, me encontré con la posibilidad de dar clases en contextos de mediana o alta vulnerabilidad mediante un aviso de la fundación Enseñá por Argentina. Así, con algo de escepticismo, postulé a una vacante y para mi sorpresa fui convocado para tener el privilegio y la responsabilidad de volcar mi experiencia y formación universitaria en el ámbito de la escuela media. Por supuesto que a la par, inicié mi formación como docente para ser un profesor completo.

Durante mi tiempo dando clases en lo profundo del conurbano bonaerense y como muchos otros docentes, traté de convertir a estas en vías de escapes para los estudiantes. De modo que ayudasen a paliar aunque sea un poquito, la triste realidad que enfrentan los niños y adolescentes en Argentina, donde según el Barómetro de Deuda Social de la Infancia de la UCA, la pobreza alcanza el 51,7%. Situación que los condena dos veces, puesto que si sumamos las exclusiones que enfrentan, sus oportunidades además ya han sido reducidas también desde lo educativo.

Si bien era feliz dando clases debido al progreso que evidenciaban algunos de mis estudiantes, entendí que para ser mejor profesor tenía que continuar formándome. Para ello decidí que lo mejor sería trabajar en otro sistema educativo para tener una perspectiva de donde está parado el sistema argentino. En México entonces, fui tutor de profesores en escuelas públicas del nivel medio durante dos años. Allí, a pesar de una reciente reforma educativa, la frustración de estudiantes y profesores era, al igual que en nuestro país, una constante. Sin embargo, ver desde afuera nuestros problemas y ver que allí también es difícil implementar profundos cambios para profundas transformaciones, me llevó a enfrentar otros desafíos.

Decidido a encontrar personas que hayan apostado por esa transformación del sistema educativo desde un salón de clases, inicié una investigación viajando por tierra desde México hasta Argentina, documentado experiencias de educación que se hayan corrido del modelo educativo tradicional y hayan desarrollado un proyecto en donde las comunidades educativas que lo conforman se sientan a gusto y parte importante en estos. Mi ilusión era encontrar una escuela ideal, que sea una fuente de inspiración para muchas escuelas en América Latina; ya sea por su plan de estudios, sus métodos innovadores, su modelo pedagógico o alguna otra variable que sorprendiera y que fuera replicable en la región. Luego me fui dando cuenta que eso iba a ser imposible. Que si bien no hace falta mirar a Finlandia y querer que nuestras escuelas se parezcan a las de ellos, tampoco una escuela define como tiene que ser otra. En todo caso, una escuela debe ser definida por quienes las integran; es decir estudiantes, maestros, padres y directivos.

Desde luego que para arribar a esa conclusión y a algunas otras más, tuve que viajar a bordo de mi van, @LaKombiCholulteca por casi 30.000 kilómetros a lo largo de 13 países, visitar aproximadamente 60 proyectos educativos distintos, conversar con infinidad de personas y estudiar diferentes formas de entender y hacer la escuela. Topándome para eso con escuelas en casa, escuelas sin escuela, escuelas Waldorf, escuelas Montessori, escuelas experimentales, escuelas de educación popular, escuelas fantásticas como el Colegio Fontán o Los Patojos, entre otras; pero de todas ellas me fui con la misma sensación. En cada una comprobé lo genuino que se siente cuando las escuelas son construidas de alguna forma por quienes la componen y sin la injerencia de un órgano rector supremo que coarte la total libertad de elegir cómo aprender y cuando aprender, y tan importante como eso, estas no funcionan en universos paralelos, sino que están bien cerca nuestro, esperando enseñarnos en algún momento todo aquello que queramos aprender.

*El autor es Alumni de la Fundación Enseñá por Argentina. @LaKombiCholulteca

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