30 de mayo 2023 - 08:40

Debate por la deuda pública: crónica de un default anunciado (Parte LXIII)

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El riesgo de polarizar con Cristina Fernández de Kirchner mediante la demonización era exagerado. Los Simuladores habían asustado al inculto Donald Trump y los aplazados burócratas del FMI. Si Cristina seguía creciendo en las encuestas, terminarían generando pánico ante la eventual posibilidad de su regreso. Todo era muy irreflexivo, porque paradójicamente, volverían aquellos que reestructuraron y pagaron puntualmente las deudas renegociadas, incluyendo la cancelación total al FMI.

Una eventual victoria de Cristina, con la permanente operación destructiva de los medios hegemónicos, la ignorancia sobre el peronismo en el exterior, y el desprecio anti peronista, provocarían la inestabilidad financiera y cambiaria necesaria para generar incertidumbre sobre el último año de gobierno macrista.

El peligro de una espiralización del tipo de cambio por desplome de la demanda de pesos y fuerte caída de la oferta de dólares, no tenía probabilidad “cero” con un gobierno de ineptos y bribones. El conflicto estaba en que, si se mantenía muy alta la inflación, alimentaria las expectativas de devaluación, y seguiría impulsando las expectativas negativas de la tasa esperada de inflación.

Todo eso impulsaba mayores correcciones salariales nominales, retroalimentando el traslado a precios y las expectativas devaluatorias e inflacionarias. El riesgo de que se mantuviera la caída de la actividad económica, con mayor conflictividad social, derrumbe de la recaudación, dificultades para cumplir la meta fiscal y, presión al alza de la prima de riesgo país, eran fehacientes. El compromiso de mantener e incrementar constantemente el stock de Leliq fue patético y, se potenciaba aún más vertiginosamente, porque la tasa de interés era cara.

La demanda de pesos seguía cayendo, no sólo por la incertidumbre asociada a un resultado electoral adverso por causa del “chantaje comunicacional”, sino por la real incertidumbre económica y el deterioro de la credibilidad en las horripilantes autoridades.

Faltaba confianza en el gobierno, en el peso y en el futuro de la comparsa gobernante. En especial no ayudaba que la alta tasa de Leliq no se había trasladado a la tasa de interés que pagaban los depósitos en pesos, sospechosamente les habían dejado todo el negocio a los bancos.

Con las Lebac, cierta clase media alta especuló y realizo fuertes ganancias en dólares, pero ahora, todas las ganancias eran para los bancos. En ese contexto, siempre acechaba la posibilidad de un desplome en la demanda de pesos, estimulando otro salto violento del dólar.

En el gobierno confiaban en que los u$s 9.600 millones del Tesoro y la liquidación del campo alcanzarán para detener la mayor demanda de divisas en los meses previos a las elecciones. El riesgo que el excedente de demanda de dólares por desplome de la demanda de pesos y caída de la oferta de dólares fuera mayor al que se proyectaba, si seguían con la estrategia “Cristina Kirchnenstein”, con la ayuda de algún banco amigo y su mesa de dinero, iba a generar inestabilidad cambiaria para la transición. Pero creían que tal vez alcanzaría, echándole la culpa a esa temible mujer que se fue con la Plaza de Mayo completa, gracias al bienestar socavado por la administración Macri.

Hasta marzo 2019 el ajuste tarifario y el traslado de la devaluación 2018 a los precios, se enfrentó con una sobreactuada dureza de la política monetaria. Esperaban que en mayo empezara a ceder la inflación, manteniendo la dureza monetaria, la segmentación de la escalada del gas prevista para abril y, el fin del ciclo de aumento del precio de la carne.

Nuevamente, cuanto más alta fuera la inflación, mayor sería el riesgo de nutrir las expectativas de devaluación e inflación y los ajustes salariales en paritarias, lo cual retroalimentaría la inflación y las expectativas devaluatorias e inflacionarias. El agotamiento de la actividad económica haría que la recaudación cayera y se dificultara la observancia de la meta fiscal, que podría presionar al alza el riesgo país, afectando la tasa de interés y, profundizando la grosera estanflación 2019.

La recaudación crecía menos de lo previsto. Entraron por retenciones $ 360 mil millones contra una proyección de $440 mil millones, y el resto de los recursos tributarios, sin retenciones, caería más en términos reales que lo previsto por el Gobierno (-8%) en lugar de (-2.2%). En el primer bimestre 2019 los ingresos tributarios sin retenciones, mostraban una caída de (-12.8%) en términos reales. No obstante, se logró un superávit primario de $ 23 mil millones, con lo cual se iba a poder cumplir la meta fiscal. Dificultaba una recaudación más laxa por la debilidad tendencial de la actividad que podía complicar la propensión hacia el déficit primario cero. Por ello el FMI había autorizado la flexibilización de la meta fiscal correspondiente al segundo trimestre y, en lugar de superávit primario de $ 40 millones-a junio-, tenía que lograr solo la mitad de esa cifra.

Con una recaudación magra y un fraccionamiento de la suba del gas, con adelanto del aumento de la AUH, se proyectaba un déficit primario de 1% del PBI para 2019, aunque la real fue de (-2.2%), unos $ 220 mil millones. En 2019 la cifra del PBI fue de 403.551 millones de euros. El valor absoluto del PBI en Argentina cayó 40.322 millones de euros respecto a 2018. Ya en 2018, la cifra de caída del PBI había sido de 443.873 millones de euros. El valor absoluto del PBI en Argentina en 2018 había caído 126.277 millones de euros, respecto a 2017 (expansion.com). En solo 2 años se destruirá riqueza por 166.609 millones de euros.

La debilidad de la actividad podía llevar a una mayor caída del empleo y un mayor agotamiento de la ciudadanía, dando lugar a un clima de mayor rechazo de la clase media, que estaba siendo golpeada de una manera inconcebible.

Director Ejecutivo de Fundación Esperanza. Profesor de Posgrado UBA y Maestrías en universidades privadas. Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor de 6 libros.

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