8 de junio 2023 - 08:57

Debate por la deuda pública: crónica de un default anunciado (Parte LXX)

Donald Trump

Donald Trump

El apoyo político de Trump volvía a ser decisivo para obtener una flexibilización del FMI. En política exterior, ese era el dato clave, la reincidencia del apoyo de Trump en el FMI. El cambio de época en la región, contribuyó a asustar a un inculto como Donald Trump. Para el Cuba y el peronismo es la misma cosa, y le teme además de odiarlo.

La reformulación del Mercosur, el acuerdo con la UE, y el ingreso a la OCDE, quedaban demorados. La estrategia electoral de Macri seguía siendo, tratar de amarrar la economía mediante el control de dólar y el aumento generalizado de precios. Por supuesto, la demonización de Cristina Kirchner era invariable en cuanto a atemorizar al mundo desarrollado. El Congreso proyectaba ser el año con menor sanción de leyes desde 1983. A Macri no le interesaba nada, solo se concentraba en la elección.

Existían algunas tensiones con la Corte, la justicia federal tomaba un ritmo más lento en las causas armadas. Superando cualquier disparate Macri dijo en una entrevista: “Esto no es lo que acordamos” (2018). Una amenaza a jueces que Garavano-ministro de Justicia-no supo explicar.

Los juicios contra Cristina Kirchner comenzaban a finales de mayo 2019, sin posibilidad de una condena firme de primera instancia antes del 22 de junio, cuando se oficializarían las candidaturas. El gobierno reconocía que las encuestas en abril habían sido desfavorables, pero esperaba una recuperación mágica en mayo. El acuerdo político con la oposición era una buena idea para un gobierno democrático, que hubiera tenido dialogo con la oposición, pero para el gobierno macrista dejaba la misma huella espontánea y mal realizada que lo caracterizaba.

El sindicalismo estaba dividido en dos bloques, entre el paro y negociación por las obras sociales. Los movimientos sociales estaban ganando la calle para negociar, el gobierno trataba de mejorar las relaciones con la Iglesia.

A un mes para formalizar alianzas, no estaba claro ni la articulación del tercer espacio, ni las alianzas de Cambiemos, ni la oficialización de candidaturas de Cristina Kirchner, Macri y Roberto Lavagna.

Los déficits gemelos del Macrismo llegaron a trepar hasta 11.3% del PBI en el segundo trimestre de 2018, con el consiguiente aumento del riesgo pais, la prima de riesgo y el fin del aventurero financiamiento, en enero de 2018. Frente a la amputación del crédito externo, la presión sobre el tipo de cambio y las reservas en picada, plena recesión y una inflación creciente, el gobierno tuvo que correr al FMI.

En junio, la Argentina logró un préstamo stand by por u$s 50 mil millones y se comprometió con metas fiscales, metas de inflación, un piso para las reservas internacionales netas y, un programa de desarme de Lebacs, monetariamente neutro. Pese a la magnitud del auxilio financiero no funcionó.

El FMI erró el tiro, el riesgo país no bajó, no se reabrió el mercado de capitales y aumentaron las dudas sobre el programa financiero 2019. El gobierno Macrista volvió a pasarse de listo y se encaminaba a no cumplir las metas acordadas. En particular, creyó que la meta de reservas internacionales era negociable, llegado el caso. El riesgo país siguió escalando hasta los 780 basis points. El tipo de cambio se devaluó hasta los $ 40, aun con fuerte venta de dólares del gobierno y con la tasa de interés al 60% anual. La inflación se disparó, alcanzando en septiembre 2018 a 6.5% mensual y escalando a casi 70% anualizada. Frente al suceso, se puso en marcha un plan económico básico para eliminar el fantasma de default en 2019, truncar la devaluación permanente con pase a precios y, mantener al oficialismo en carrera electoral.

El apoyo del FMI al gobierno fue contundente, se amplió el préstamo a u$s 57 mil millones y se aceleraron los desembolsos a u$s 40 mil millones, o lo que representaba el 70% del total. Todos esos dólares se autorizarían hasta marzo de 2019. A cambio, el gobierno se comprometió con una meta fiscal de déficit primario cero en 2019 y superávit de 1% del PBI en 2020 (cuando ya no estarían), una dura política monetaria de emisión “casi cero” hasta junio 2019, y después expansiones muy moderadas, más un piso de reservas netas internacionales y libre flotación cambiaria, donde el gobierno insistió y el FMI cedió, y se estableció un sistema de bandas cambiarias amplias.

Entonces el “acuerdo FMI II” sirvió inicialmente para evitar una crisis terminal, en que el gobierno de Cambiemos tuviera que terminar como el gobierno de Fernando De la Rúa. Pero una vez resuelta la urgencia, la apuesta del Gobierno y del FMI, era que el plan generara un círculo virtuoso, con la baja del riesgo país por la eliminación del riesgo de algún tipo de default en 2019, más la falta de pesos, las altas tasas de interés y un tipo de cambio real competitivo, mayor al promedio histórico, así se frenaría la demanda de dólares para atesoramiento y turismo, y el dólar flotaría sin saltos tan bruscos. La gente bien, gracias…

Según este razonamiento, la escasez de pesos, junto con un tipo de cambio más estable, contribuiría a la desinflación, con rápido anclaje de las expectativas inflacionarias y todo esto redundaría en la posibilidad de emitir más, si el tipo de cambio nominal perforaba la banda inferior establecida, con baja de las tasas de interés. Por supuesto que eso no sucedió. A mediados de febrero, el riesgo país volvió a subir, desacoplándose del riesgo del resto de los países emergentes, retornó el exceso de demanda de dólares en el mercado cambiario, más por caída de la oferta que por aumento de la demanda. El tipo de cambio subió y el gobierno se asustó, redoblando el sesgo contractivo de la ya muy restrictiva política monetaria. La inflación se aceleró, alcanzando 4.7% en marzo, y las expectativas inflacionarias siguieron en ascenso, en un contexto en que primó la inflacionaria política de tarifazos y devaluaciones, por sobre la ultra fundamentalista rigidez monetaria.

Con el mal humor social comenzaron a languidecer las oportunidades electorales de Mauricio Macri. En abril las encuestas le daban la victoria a Cristina Kirchner en segunda vuelta.

Frente a la aceleración de la inflación y la debilidad de la actividad económica, se anunció un paquete de medidas el 17 de abril 2019. No solo no se obtendrían los resultados esperados, sino que se metía más presión sobre el gasto, y la percepción negativa de los mercados.

Frente a las tensiones cambiarias y financieras, el BCRA anunció el 22 de abril 2019, que se podrían vender dólares dentro de la zona de no intervención y, si el tipo de cambio perforaba la banda superior de $ 51.45, el BCRA podría vender más de lo que estaba previsto-u$s 250 millones en vez de 150 millones-, la Argentina pasó de flotación cambiaria a, tipo de cambio semi fijo, en un año electoral donde el objetivo era mantener el dólar lo más estable posible.

Se trataba de una medida que aumentaba las chances de contener el dólar, pero tenía efectos colaterales no deseados para el FMI y los mercados. Con un BCRA vendiendo más dólares, la base monetaria no crecería en términos nominales entre octubre 2018 y diciembre de 2019 y, se derrumbaría en torno a 50% en términos reales.

Recuerde que, con el programa monetario original de octubre, se suponía que la base monetaria crecería 25% nominal en ese mismo lapso y caería “sólo” un 20% real. Claro que se desplomaría el crédito, esfumándose así, la posibilidad de una reanimación del nivel de actividad, más allá del repunte esperado del campo. El gobierno pretendía reducir la incertidumbre de esta economía en “estado cataléptico”, hasta la elección presidencial de octubre 2019.

En ese contexto, no había chance de una modesta recuperación económica en 2019 y la tasa de inflación permanecería en niveles muy elevados, donde el gobierno tendría que lidiar con una transición que se presentaba difícil y volátil.

Director Ejecutivo de Fundación Esperanza. Profesor de Posgrado UBA y Maestrías en universidades privadas. Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor de 6 libros.

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