La veracidad es una cualidad de carácter esencial, pero fue el bien más escaso de los 4 años del gobierno de Cambiemos. Cuando falta veracidad, tanto los ciudadanos como las naciones comienzan a desmoronarse. Todo se estaba derribando. Sin empresas privadas no hay trabajo privado y, habían dinamitado la actividad económica de las empresas privadas. La diversidad y complejidad de algunos de los temas que tendría que abordar el próximo presidente merecerían suma atención.
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Los empresarios estaban al borde de un ataque de nervios
Era comprensible el abatimiento en que se encontraban muchos empresarios. Algunos querían vender sus empresas y que les paguen en el exterior, otras se fueron del país. Estaban fatigados de tanta recesión. “Llevársela afuera”, fue solo para “los 4 vivos de siempre” (Cristina Kirchner) que lucían imperturbables. Pero claro, a la hora de hacer la valuación de las empresas, los más afortunados se enteraban que aun habiendo ganado dinero-en sus balances en pesos-durante los cuatro años, sus empresas en dólares valían menos que en 2015, al tipo de cambio paralelo, versus CCL (Contado Con Liquidación). No sabían qué hacer. En el otro extremo estaban los que bordeaban la quiebra. Con la devaluación, hubo casos de empresas cuyas acreencias estaban en pesos, y sus deudas con proveedores y servicios dolarizadas. Pasaron de patrimonios netos positivos a patrimonios netos negativos. En el exterior era imposible explicarlo, los gerentes de multinacionales estaban en la cuerda floja.
Llegó un Gobierno “pro mercados”, abrió la economía, desreguló, disminuyeron los controles, permitieron importaciones libres y, dejaron de analizar los precios en la secretaria de Comercio. Se habían despertado del sueño, de las promesas: inflación 2019 un digito, equilibrio fiscal y, estabilidad monetaria y cambiaria. Nada de eso sucedió.
Endeudamiento + recesión:
Cuando empezaron a ingresar dólares prestados, los productores fueron alentados a crecer. Los empresarios industriales y comerciales que confiaron, estaban decepcionados. La mayoría de las empresas, pero en particular las argentinas, estaban pasándola mal. “No era justo”, decían convincentemente.
Siete de cada diez empresarios encuestados por la escuela de negocios de la Universidad Austral en 2019, atribuyeron la crisis económica a la mala gestión del Gobierno de Mauricio Macri, más que a la “herencia recibida”. No había posibilidad de atribuirle una ideología tendenciosa a la Universidad Austral. Hablábamos de una de las más prestigiosas escuelas de negocios del sector privado, en Iberoamérica.
La insondable recesión que comenzó en el segundo trimestre de 2018, fue letal. La actividad económica continuó deslizándose en plano inclinado, por momentos, creyendo haber alcanzado el piso. Pero se fue registrando uno tras otro récord de paralización progresiva. En octubre 2019 se proyectaba provisoriamente un desplome de (-3.5%) interanual para el tercer trimestre. La economía exhibiría en 2019 una caída promedio del orden (-2.7%), tras derrumbarse (-2.5%) en 2018. Además, 2019 dejaría un arrastre estadístico negativo para el 2020 de (-2.5%).
Reperfilamiento público y privados:
- ¿Era comprensible el reperfilamiento de las Letes en dólares y Lecaps en forma compulsiva? – No. Había otras urbanidades que seguro se habían analizado, pero ese fue el camino elegido. Ahora la pregunta era: - ¿Se pagaría lo que faltaba amortizar? - Creíamos que, en pesos, sí. Emitir en diciembre para pagar era una salida, una herramienta, independientemente de los efectos colaterales, todos los males eran menores a “no pagar”.
Las empresas no tienen la opción de emitir pesos cuando no tienen para pagarle al Estado. En cambio, si el Gobierno no tiene como sufragar los vencimientos de deuda en pesos a los privados, puede emitir. Y, lo que debía en dólares, que ya lo habían pasado en forma implacable para el primer semestre de 2020, podía volver a reperfilarse (default selectivo) otra vez en dólares, o no…
Un país no es una empresa (Paul Krugman). Un país no es una familia, como trataban de esclarecer algunos economistas mediáticos, para que el televidente se considerara satisfecho, al creer que entendió. Una empresa no puede “refinanciar compulsivamente”. Una familia tampoco puede reperfilar el alquiler, ni emitir pesos para pagarlo.
La deuda pública había de reperfilarse, con quita o sin ella. De lo que no había dudas que el próximo Gobierno recibiría un empresariado exhausto por la extrema iliquidez, caída de ventas y cobranzas, en medio del aguinaldo. Ellos estarían cargando enormes vencimientos de deudas en pesos a tasas confiscatorias. Las deudas contraídas en dólares a $ 16, había que devolverla a $ 60 por dólar, vendiendo en pesos en el mercado interno.
En muchos rubros había deudas impagas por atrasos, disimuladas como “performing” (amortizaciones de capital e intereses al día). Se habían hecho refinanciaciones de capital e intereses en forma improvisada, plagadas de anatocismos, para que los bancos mantuvieran en cartera activa la deuda y no tuvieran que castigar sus balances, mandando a “provisionar”, usando fondos destinados a estos avatares.
Restructuración de Deuda Bancaria Privada
Se iniciaba el reperfilamiento de la deuda de empresas con bancos locales y extranjeros.En el sector privado los deudores no podrían patear los pagos para adelante, en forma coercitiva, sin preguntarle al banco acreedor. Una empresa tiene que negociar codo a codo con los bancos, y si la entidad financiera se pone rígida existe el riesgo de hacer caer en cesación de pagos a la empresa antes de lograr la reestructuración. La alternativa de pedirle la quiebra era que la empresa se presentara en Concurso Preventivo. Eso hizo el Banco Macro con Molino Cañuelas. Eran meses difíciles los que venían por delante. Nadie hablaba de vacaciones.
Con respecto a las grandes empresas, los bonos corporativos tampoco eran de reperfilamiento voluntario, ni podían aplicarse quitas coercitivas en sus títulos. - ¿Cómo iba a quedar el perfil de vencimientos de cada empresa? - ¿Con que proyección de ventas se iba a generar el flujo de fondos para pagar?
Iniciar una negociación con los bancos para posponer el pago de los vencimientos de la deuda de empresas era bastante más complicado que reperfilar deuda pública del Estado en forma obligatoria.
La deuda de las empresas, y las extravagantes tasas de interés pagadas o devengadas que terminarían llevando a la Argentina a nuevos capítulos de default, en algún momento del futuro. Esto podía significar la cesación de pagos de las empresas que no lograran cerrar propuestas de reestructuración con los bancos.
El próximo ministro de Finanzas y el BCRA tendría el desafío de ayudar a encontrar las soluciones para reestructurar deuda privada y generar un rebote de la actividad económica al mismo tiempo, para poder evitar la quiebra masiva de empresas y entidades financieras.
Ya había empresas que estaban encarando reestructuraciones de deuda de manera voluntaria y preventiva. Estaban haciendo un gran esfuerzo para evitar el Concurso Preventivo. Era necesario flexibilizar la gerencia de los bancos públicos y privados que aún estaban en manos de quienes apoyaron el gobierno. Se necesitaban instrucciones precisas, bajo la forma de circulares. No había mucho oficial de crédito bancario entrenado para estas lides, porque no hubo crisis financieras de esa magnitud, desde 2001.
Las reestructuraciones de empresas privadas no son tan fáciles como las del sector público, se hacen sin el apoyo del FMI ni los EE. UU. que tuvo Macri.
Todo esto sucedía en medio de la presión abrumadora de los oficiales de cuenta de los bancos acreedores, apremiados por la gerencia de crédito y/o la gerencia comercial, sabiendo que arriesgaban su estabilidad laboral. Muy estresante. Las empresas que no estaban cumpliendo con sus compromisos emparchaban y estiraban las amortizaciones-incluyendo intereses leoninos-de común acuerdo, sin resolver el problema de fondo. La situación macroeconómica actuó como detonante del distress financiero de las empresas, debido a la devaluación, volatilidad del peso, los tarifazos y los reajustes de precios. Todo esto socavó la facturación de las empresas, no solo en unidades sino también en dólares había caído fuertemente, mientras que la deuda se mantuvo en dólares.
“Tenemos que aprender de lo que nos pasó y tratar que no nos ocurra más”, sostuvo Gustavo Grobocopatel, CEO del grupo cerealero. La sentencia extractaba la desilusión de los grandes empresarios con Mauricio Macri en la Casa Rosada. Como otros referentes de sectores concentrados, Grobocopatel había sido uno de los principales promotores del gobierno de Cambiemos.
Director de Fundación Esperanza. https://fundacionesperanza.com.ar/ Profesor de Posgrado UBA y Maestrías en universidades privadas. Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor de 6 libros.
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