La reestructuración de la deuda, ¿inmune o en zona de riesgo por el COVID-19?
El proceso de reestructuración de deuda en que se encuentra nuestro país, que ya era complejo antes de marzo, se agravó con la pandemia por el COVID-19.
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La economía global entró en una profunda crisis producto de la pandemia generada por el Coronavirus. La cantidad de enfermos y las inéditas medidas de aislamiento adoptadas para frenar el avance del COVID-19, más el propio temor que provoca la enfermedad, ya están deprimiendo a la oferta y a la demanda a nivel mundial. En consecuencia, el sistema internacional está sufriendo golpes en diversos y múltiples frentes, y el financiero es uno de los más afectados.
Considerando el proceso de reestructuración de deuda en que se encuentra nuestro país, que ya era complejo antes de marzo, este canal de transmisión será uno de los más importantes para la economía argentina. Ahora bien, hay distintas posturas acerca de si lo hará de manera favorable o desfavorable.
Por un lado, están quienes afirman que el cambio de escenario será positivo para nuestro país, ya que los acreedores privados querrán cerrar la mayor cantidad de frentes conflictivos posibles, para darle prioridad a los nuevos e imprevistos problemas. En la misma línea, argumentan, el riesgo de default de distintos países emergentes creció peligrosamente en el nuevo contexto, pudiendo reforzar las demandas de nuestro país y su posición negociadora. Por último, sostienen que la profundización de la recesión doméstica que está generando el Coronavirus hará que los acreedores entiendan lo delicado del problema argentino y flexibilicen su posición. De esta forma, postulan, la reestructuración de la deuda sería inmune al COVID-19, y nuestro país saldría mejor parado en este frente.
En sentido opuesto, estamos quienes pensamos que la posición negociadora de la Argentina se debilitó por la pandemia y el stress económico-financiero. En primer lugar, porque el tiempo sigue corriendo, aún en cuarentena, y los vencimientos de deuda pública se acercan, achicando cada vez más el margen del Gobierno Nacional para lograr un acuerdo. A modo de ejemplo, el plazo de negociación original del Ministerio de Hacienda cerraba esta semana y todavía ni siquiera empezaron las negociaciones formales o se presentó alguna propuesta.
Además, porque en períodos de incertidumbre/crisis los capitales financieros vuelan hacia la calidad -fly to quality- y se reduce el apetito por los activos de los países emergentes, que pagan una tasa de interés mayor porque tienen un mayor riesgo de default asociado, y en estos momentos se invierte el orden de prioridades. A modo de ejemplo, el Real brasileño se depreció casi 15% a lo largo de marzo y el riesgo país acumuló una suba de 130 puntos básicos en el mes, rondando los 375 puntos. En decir que no se habría debilitado la posición argentina solamente, sino también la del resto de los países emergentes (similar al segundo argumento “positivo” pero concluyendo en sentido contrario). Por lo tanto, habría que ofrecer un mayor rendimiento para atraer a la misma “cantidad” de inversores.
En la misma línea, la disparada del riesgo país de las últimas semanas fue la consecuencia de la pérdida de valor de nuestros bonos, que en muchos casos pasaron a ubicarse en la “zona de compra buitre” (paridades en torno al 35/40% de su valor de emisión). Si estos fondos adquirieron una porción considerable de nuestros activos -algo que no sabe ni el propio Palacio de Hacienda-, capaz de bloquear un acuerdo, será prácticamente imposible reestructurar la deuda: este tipo de fondos no acepta quitas ni exención de plazos, ya que su esquema de ganancias es cobrar el 100% tras largos litigios legales.
Por último, porque el deterioro de nuestra posición no ayudaría a cerrar el acuerdo, sino que, más bien, obligaría a nuestro país a aceptar una negociación menos atractiva, ya que las urgencias de uno y otro lado no son las mismas. Por lo tanto, si el Ministerio de Economía sigue buscando una negociación “histórica” que siente un precedente, el acuerdo seguirá complicando y dilatándose. Dicho de otra forma, y para usar los propios términos del ministro Martín Guzmán, el sismo que está provocando el COVID-19 nos obligará a ir a un acuerdo too little, porque, de lo contrario, se nos hará too late.
(*) Economista Jefe de Ecolatina.
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