Finalmente, se dan a conocer los últimos datos del 2021 y vemos que este año cerró con un déficit primario del 3,1% del PBI y un desequilibrio total del 4,7%. Pensando en moneda dura, esto significa un déficit de u$s22.000 millones en 2021, entre ingresos y gastos. Si la idea fuera mirar al 2020 (con la pandemia y todos los elementos altamente atípicos que trajo consigo dicho año), los números fiscales parecen indicar al menos un inicio en el proceso de corrección fiscal. Fundamentalmente, con una baja más que considerable de un déficit total que llegó a trepar el 8,3% del PBI y de un primario de 6,4%.
El acuerdo con el FMI obliga al Gobierno a realizar una tarea y cumplir un gran desafío
El gran desafío estará en ver como se llega al 2,5% de déficit este año y a una emisión del 1% del PBI.
-
La "Trumponomics" en debate: por qué puede decepcionar, según un ex FMI
-
Un gurú de Wall Street vaticinó una embestida contra la Argentina tras la llegada de Trump
Ahora, esta corrección estuvo más ligada al rebote de la economía y a una mayor presión tributaria que a un cierto nivel de disciplina fiscal. ¿Por qué? Tomando el gasto, por una parte, estuvo contenido en los primeros meses del año, pero luego aumentó por encima de la inflación. Algo esperable en un año electoral. En efecto y con el objeto de evitar distorsiones, es conveniente comparar la dinámica del gasto público del 2021 con la del 2019. Considerando el periodo, el gasto total aumentó 5%, en términos reales. En otras palabras, y en pesos contantes, estamos hablando de un incremento de las erogaciones de $525.000 millones. No obstante, al tomar el gasto primario el crecimiento fue 16%, en términos reales. O un equivalente a casi 1,4 billones de pesos, constantes. ¿Qué significa esto? Esta diferencia responde al ahorro en pago de intereses como consecuencia del canje de la deuda. Fenómeno temporario, que en los próximos meses comenzará a crecer nuevamente porque ya se registran vencimientos de cupones de los bonos reestructurados simultáneamente con el crecimiento del endeudamiento en los últimos dos años.
Dentro de los componentes del gasto primario que han impulsado las erogaciones entre 2021 y 2019, el mayor crecimiento está en la partida de los subsidios económicos. El incremento es del 94% real, lo que significa $670.000 millones. El salto es consecuencia del congelamiento de tarifas. Para planchar esta partida, en el momento presente, sería necesaria una corrección tarifaria generalizada y no segmentada, dado el nivel de distorsión existente en los precios relativos.
El segundo puesto es para los programas de transferencias y asistencia por fuera de los tradicionales (jubilaciones, pensiones y asignaciones familiares) como por ejemplo el plan Progresar, el programa Argentina Trabaja, la Tarjeta Alimentar, el Pre-Viaje y todas las erogaciones vía REPROS destinadas a pagar parte de los salarios de los trabajadores de los sectores más afectados por la crisis. En el caso de esta partida, el incremento es del 180% ($508.000 millones). Sería razonable que con el mero paso del 2022 los REPROS y el Pre-Viaje se vayan eliminando.
En el caso de la obra pública, el crecimiento es del 30% en términos reales, adicionándole más de $150.000 millones en relación con el 2019. Considerando las elecciones de medio término, esta partida es probable que se contraiga durante el 2022. Por su parte, la partida otros gastos tuvo un crecimiento del 29%. Acá es donde recae el déficit de empresas públicas.
No obstante todo esto, un punto clave es la partida que mayor peso tiene, en términos relativos sobre el gasto, que son las jubilaciones y pensiones. En este caso, se encuentran 5% debajo de 2019. Vale decir que el gasto primario trepo al 16% sin aportar presión lo que, dado la nueva fórmula de movilidad previsional, se revertirá durante los primeros trimestres del 2022 (los ajustes superarán a la inflación excepto que la misma se acelere).
¿Con qué otros datos cerramos el 2021? Más allá del gasto y sus componentes, el intercambio comercial registró en diciembre un flujo de exportaciones de u$s6.587 millones y de importaciones de u$s6.216 millones. Marcando un superávit en la balanza comercial de u$s371 millones. La variación interanual de las exportaciones, de esta forma, se ubica en un 85,9%, lo que se explica en un 26,9% por variación de precios y en 46,6% en variación de cantidades. Del lado de la variación interanual de importaciones, fue del 59,1% como consecuencia de una suba de 20% en los precios y de 32,5% en las cantidades. Por lo tanto, 2021 cerró con un superávit comercial de u$s14.750 millones, explicado principalmente por el incremento de los precios de los commodities.
Haciendo alusión a los precios, en diciembre, la variación mensual de la canasta básica alimentaria fue del 3,9%, mientras que la variación de la canasta básica total fue del 3%. De este modo, las subas de ambas canastas presentaron una aceleración respecto a los meses anteriores. Por lo tanto, en 2021 la canasta básica total alcanzó una variación del 40,5%, unos 10 puntos por debajo del IPC debido a las diferencias en las canastas. Se estima que una familia tipo necesita más de $76.000 para no caer bajo la línea de pobreza. El costo de la construcción tuvo un aumento del 1,5% en diciembre, por lo que cierra el 2021 con un aumento de 48,5%.
En síntesis, el año que dejamos ha sido un año de desajuste en términos estructurales. Los efectos sociales de la cuarentena han sido permanentes por lo que los programas de asistencia social extra que se implementaron o reforzaron durante esos meses difícilmente puedan reducirse hasta los niveles del 2019. Pensando en 2022, se requerirían una gran cantidad de reformas en la política del gasto público.
Además, en 2022, los ingresos tributarios serán al menos un 0,8% menores a los del año pasado como consecuencia de una reducción en la recaudación por retenciones (por menores precios y menores cantidades en caso de que la sequía continúe) y la ausencia del impuesto a la riqueza. Yendo a lo concreto, con menores ingresos, por una parte, y con la inercia del gasto público, el escenario más probable para este año es el de un desequilibrio fiscal al menos igual al de 2021 si la tasa de inflación se acelera o algo mayor en caso de que se lograra mantener la inflación en torno al 50%.
El gran desafío estará en ver como se llega al 2,5% de déficit este año y a una emisión del 1% (según el reciente acuerdo). Resulta llamativo mencionar un sendero fiscal que no inhiba el crecimiento y un rol moderadamente expansivo con el gasto creciendo en términos reales, en un marco de menor asistencia al Tesoro y con renovación de deuda en pesos. En lo inmediato, lo clave será el rumbo que tomen los subsidios económicos.
Profesor de la Universidad del CEMA.
Dejá tu comentario