Un tema recurrente en las últimas semanas es la evaluación sobre los primeros cien días del nuevo gobierno. En esto parece haber una discrepancia entre la opinión de la gran mayoría de los economistas, que es positiva en general, y la del ciudadano común, el cual parece mantener el apoyo al gobierno, pero resalta la mala situación que atraviesa. ¿Cómo se compatibilizan ambas cosas?
Lo que resta para que Argentina ingrese en el camino de la estabilidad macroeconómica
Estamos frente a un esquema de política económica superador del anterior y muy bien encaminado en pos de ese objetivo, pero de nada servirá si no perdura en el tiempo. ¿Qué es lo que falta?
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El presidente argentino, Javier Milei.
Como es lógico, el ciudadano común observa su situación personal y en la misma detecta fuertes aumentos de precios combinados con ingresos estancados o con poco ajuste; es más, en rubros como los servicios públicos los aumentos de precio han sido notables. Algo similar pueden percibir las empresas, que ven caer sus ventas ante la pérdida de poder adquisitivo de la población.
Esta percepción confirma algo habitual en el análisis económico: a la gente le importan los resultados y, en concreto, en dos dimensiones cruciales, la inflación y el empleo o la actividad económica.
¿A qué le prestamos atención los economistas?
Los economistas sabemos que esas son las dimensiones que más directamente le influyen a la gente, pero también entendemos que ellas son consecuencia de la política económica, por lo que prestamos atención a otras cuestiones que están detrás de la escena pero son las que, a la larga, generarán los resultados en términos de actividad e inflación.
En esta línea, la gran mayoría de los economistas resaltamos algunos aspectos clave de esas otras cuestiones. La primera y más importante, el pasaje de déficit fiscal a superávit. Relacionado con eso, una fuerte contención monetaria. La tercera, un sinceramiento de precios reprimidos. Cuarto, una sostenida acumulación de reservas internacionales por parte del BCRA. Finalmente, una gradual reducción de las tasas de interés, tanto internas como del riesgo país.
¿Dónde hay conflicto entre los economistas?
En la percepción acerca de la durabilidad de estos resultados, que la gran mayoría considera positivos. Por caso, la mejora fiscal viene de la mano de una mayor presión impositiva y, al menos en parte, de la licuación de diversos gastos y postergaciones de pago que no durarán indefinidamente.
La contención monetaria se dio parcialmente por la colocación de deuda en dólares a importadores, lo que implicó retirar pesos del mercado, y ese proceso está llegando a su fin.
La acumulación de reservas y la reducción de las tasas de interés se vio facilitada por la persistencia de una parte importante de lo que conocemos como cepo.
Resultados de la nueva política económica
Más allá de estas incertidumbres, ¿qué resultados viene produciendo la nueva política económica en esas dos dimensiones que interesan al ciudadano común?
En materia de inflación hay resultados ciertamente positivos. La inflación, que había saltado a 25,5% mensual en diciembre, bajó a 20,6% en enero, 13,2% en febrero, y estimamos que sería menor en marzo.
A pesar de que marzo es un mes muy influido por el ajuste de los colegios con el comienzo de las clases, nuestro relevamiento de precios detecta una importante moderación de la mayoría de los componentes del IPC a lo largo del mes. Así, la inflación núcleo fue de 9,7% entre la tercera semana de febrero y la tercera de marzo y se acercaría a 9% en la cuarta semana del mes. De esta manera, marzo cerraría con una inflación algo menor al 13% en la región GBA, frente a 15% que midió el INDEC en febrero. Esto implica que la inflación nacional podría ser algo menor, si se vuelve a repetir una disparidad regional como la vista el mes pasado.
¿Puede continuar la desaceleración de la inflación?
La moderación de la inflación puede continuar si se cumplen dos condiciones: la persistencia del ajuste fiscal y monetario, y la ausencia de otro salto del tipo de cambio. Ambas tienen probabilidades de cumplirse durante el segundo trimestre dado que se espera el habitual pico de ingreso de divisas de la cosecha, reforzado en esta oportunidad con la recuperación luego de la sequía.
La caída de la actividad económica es el aspecto más negativo de la coyuntura actual y para el cual la incertidumbre es mayor.
A diferencia de lo que ocurre con la inflación, no hay indicadores que permitan medir el desempeño con precisión y poca demora. No obstante, pueden marcarse dos cosas: la caída de las ventas de CAME fue menor en febrero que en enero (-25,5% vs -28,5%) y el índice Construya, que mide ventas de insumos para la construcción, subió 6,8% mensual desestacionalizado. A su vez, la confianza del consumidor de la UTDT dejó atrás las contracciones de diciembre y enero y aumentó un leve 1,2% en febrero y otro 1,8% en marzo. Todo esto sugiere que puede estarse cerca de un piso.
¿Alcanzan los resultados analizados para pensar que la Argentina ya entró en un camino de mayor estabilidad macroeconómica?
Lamentablemente, no. Considero que estamos frente a un esquema de política económica superador del anterior y muy bien encaminado en pos de ese objetivo, pero de nada servirá si no perdura en el tiempo, y ello requiere sustento, tanto social como político. Si hay resultados, la gente probablemente apoyará.
Pero, el respaldo político luce más esquivo; diferencias ideológicas con el gobierno y rechazo de sus modos son dificultades ciertas. Sin embargo, la cercanía del abismo que se percibió al fin del gobierno anterior, puede ser un factor que genere apoyo; si no a todo lo que proponga el gobierno, al menos a los aspectos económicos fundamentales.
El trámite de la nueva ley de bases y el Pacto de Mayo serán señales importantes al respecto. Los indicadores financieros muestran que hay inversores que creen que podemos estar ante el inicio de un período distinto y positivo. El tiempo dirá.
Economista, director de C&T Asesores Económicos y profesor de Economía Monetaria y de Economía Argentina de la UCA
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