Unos 30 años atrás, un grupo de líderes políticos –en un gesto infrecuente en América Latina– tuvo el coraje de lanzar una propuesta económica y geopolítica ambiciosa firmando, en Asunción, el Tratado que crearía un espacio económico común, integrando las economías de Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay.
El Mercosur vale la pena
A 30 años de su creación, el Mercosur sigue siendo una gran oportunidad para Argentina, como lo atestiguan líderes empresarios de nuestras economías regionales.
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No fue un salto al vacío, la decisión se fundaba en la exitosa integración binacional que protagonizaron Argentina y Brasil entre 1885 y 1991. La creación de confianza entre dos tradicionales rivales geopolíticos fue clave para sustentar el proyecto. El ejemplo de la Comunidad Europea, además, estimulaba las ambiciones regionales.
La buena sintonía política alentaba la coordinación económica. Brasil adoptó el Plan “Cruzado” unos meses después de que Argentina implementara el Plan Austral a mediados de los '80. El Plan de Convertibilidad argentino y el Plan “Real”, de comienzos de los 1990s, reconocen similitudes y comparten objetivos.
El Mercosur se asentó rápidamente y, en su primera década, el bloque llegó a representar el 25% del comercio total de sus socios. La relación entre Argentina y Brasil fue su columna vertebral. Juntos avanzaron en otros planos de cooperación, creando la ABACC, por ejemplo, para asegurar el desarrollo pacífico de la energía nuclear en la región.
Las dos últimas décadas, en cambio, transcurrieron en otro contexto. No hay magia que pueda reemplazar la coordinación macroeconómica ni negociaciones sagaces que sustituyan el rol clave que ésta juega en los procesos de integración.
La ola de devaluaciones de monedas emergentes de 1997/8 (Tailandia, Rusia) alcanzó al Real brasileño. Argentina se mantuvo al margen, hasta que la convertibilidad explotó a fines de 2001.
Brasil aprovechó muy bien el crecimiento global impulsado por China en los 2000, diplomándose de potencia agrícola y energética. Uruguay supo aprovechar sus oportunidades haciendo culto de un manejo económico prudente mientras Paraguay encadenó más de una década –la última– de crecimiento con baja inflación.
Argentina recuperó terreno –luego de la contracción del 10% en 2001– y estabilizó su economía hasta que –en la década del 2010– entró en un proceso inflacionario con bajo o nulo crecimiento, que no ha podido dominar todavía. Aún con buena sintonía política, las políticas económicas divergentes ralentizan, si no impiden, profundizar procesos de integración.
Entre 1985 y 2003 el comercio entre Argentina y Brasil resulta equilibrado, con un saldo acumulado de unos pocos miles de millones de dólares a nuestro favor. Desde 2003 hasta ahora acumulamos un déficit comercial de unos USD 52.000 millones con Brasil. En el mismo período las importaciones brasileñas crecieron 300%.
Si no aprovechamos más oportunidades es porque nuestra oferta exportable – tanto en términos de productos como de destinos – esta congelada en el tiempo. Nuevas exportaciones (servicios por ej.) y nuevos destinos (centro-oeste y nordeste) deben ser objetivos prioritarios.
Aprovechemos este aniversario para poner las cosas en perspectiva y hacer los deberes en casa. El Mercosur es una gran oportunidad para Argentina, como lo atestiguan líderes empresarios de nuestras economías regionales, exportadores de manufacturas industriales, el sector automotriz y los exportadores de granos (trigo y sus harinas). Ha tenido, sin duda, sus errores y las expectativas originales no fueron satisfechas.
En el momento oportuno, un programa serio de cooperación y coordinación económica nos permitiría encarar con alguna posibilidad de éxito grandes temas pendientes en el bloque, tales como la integración física, el intercambio energético, la convergencia regulatoria y las negociaciones comerciales externas, además de la cooperación en investigación y desarrollo tecnológico y científico, entre otras.
Celebramos los 30 años del Tratado de Asunción en un momento en que la sociedad internacional se ve forzada a admitir que su futuro depende de su capacidad de cooperar y coordinar más y mejor. La Pandemia SARS-CoV-2 no terminará para nadie hasta que termine para todos.
Renovemos nuestro compromiso con el proceso de integración regional. Hemos aprendido lecciones y debemos ponerlas en valor. El Mercosur vale la pena.
(*) Ex secretario de Industria de Nación (1993-1996) y exembajador en Brasil.
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