17 de diciembre 2018 - 00:01

Argentina y el FMI: una relación que ambos necesitan que funcione

El Gobierno acudió al organismo en busca de oxígeno. Acordó uno de los más altos préstamos que dio la entidad en su historia. Pero a cambio exigió ajustes.

Christine Lagarde y Mauricio Macri.
Christine Lagarde y Mauricio Macri.

El Fondo Monetario Internacional tiene muy mala imagen en la Argentina. En realidad es casi todas partes del mundo, ya que cuando aparece en escena implica la aplicación de políticas de austeridad.

Argentina tiene una larga historia con el organismo y con programa de ajuste que finalmente nunca se terminaron de cumplir. Es lógico, entonces, que para el común de la gente la llegada del FMI esté asociada a frustración y fracaso.

También a las dirigencias políticas le es útil echarle toda la culpa de los programas económicos al FMI y desligarse de sus propios errores. Por todo esto, el Fondo es el “malo de la película” que “somete” a los gobiernos. Y muchos piensan que esto es cierto. Tan es así que Néstor Kirchner no dudó en cancelar en su totalidad la deuda con el Fondo, gesto que se consideró un acto de “soberanía”.

La corrida cambiaria tuvo detonantes en el fracaso de la cosecha – se perdieron unos 7.500 millones de dólares y en la guerra comercial entre Estados Unidos y China que alentó la fuga de capitales de los mercados más riesgosos. Pero más allá de estos disparadores, para cualquiera que analizara las cuentas externas argentinas era evidente que la situación no era sostenible. El año comenzó con un déficit proyectado del orden de los 30.000 millones de dólares – una cifra que no puede ser financiada en los mercados internacionales – y menos aún los 43.000 millones de dólares (6,5% del PBI) que hubiera arrojado 2018 de no haber cambiado las condiciones según los cálculos del economista Ricardo Arriazu.

La respuesta fue contundente: el FMI terminó brindando un auxilio de unos 56.300 millones de dólares, equivalente a 1.277% la cuota del país, una asistencia sin precedentes en la historia del organismo.

Este inédito apoyo de la comunidad financiera internacional a la administración oficial queda evidenciado en las características del préstamo, ya que casi todos los desembolsos se realizarían durante lo que resta de la actual administración. En cifras redondas, entre 2018 y 2019 se prevé el ingreso de unos 51.000 millones de dólares, quedando sólo unos 6.000 millones para 2020/21. Y, claro está, el próximo gobierno tendrá que comenzar a pagarle al Fondo.

Macri segundo anuncio FMI

La rapidez y magnitud del apoyo que brindó el Fondo al país fue facilitada por la fluida relación personal entre la directora gerente de la entidad, Christine Lagarde, y el presidente Mauricio Macri.

Precisamente, Lagarde estuvo presente en la reunión del G20 que se realizó en Buenos Aires y no ahorró elogios para la administración oficial. Y también se llevó del encuentro un explícito apoyo al rol del Fondo, según se señala en el documento final del encuentro. Allí, los líderes del mundo señalaron: “Reafirmamos nuestro compromiso para seguir fortaleciendo la red de seguridad financiera global, construida en torno de un FMI fuerte, que se base en cuotas y que cuente con los recursos adecuados”.

Pero el apoyo del Fondo fue más allá de una rápida respuesta. También fue indulgente con la Argentina. Como se recordará, el primer entendimiento se firmó el pasado 20 de junio y tres meses después, cuando se hizo la primera revisión, las cifras de la economía argentina mostraban un panorama muy distinto al proyectado en la primera carta de intención (con la honrosa excepción de los compromisos fiscales). Baste mencionar que en el primer documento se preveía un crecimiento de 0,4% para el año y en el corregido se pasó a una caída de 2,8%. Sin embargo, el Fondo no tuvo empacho en aprobar lo actuado y, como si fuera poco, amplió en unos 7.500 millones de dólares la asistencia.

Más allá de la preocupación por atender la situación de los sectores más vulnerables, en lo esencial el programa en curso no dista mucho de los tradicionales del Fondo que proponen rígidas medidas fiscales y monetarias. El propio organismo lo reconoce cuando señala que el ajuste fiscal es “ambicioso”. Al respecto evalúa que el esfuerzo requerido a la Argentina se encuentra dentro del 5% de los ajustes más estrictos que tuvo que atravesar un país dentro del conjunto de los que tomaron créditos Stand-By.

Establecido el esquema de déficit primario nulo para el año 2019, una banda de flotación para el dólar y el compromiso de no expandir la base monetaria, los economistas consideran que es clave lograr una reducción rápida de la tasa de inflación para que el Banco Central pueda bajar agresivamente las tasas de interés. Cabe recordar que el programa comenzó con tasas de referencia superiores al 70% anual y si bien fueron bajando progresivamente, todavía se encuentran en niveles que hasta el propio ministro de Producción y Trabajo, Dante Sica, admite como incompatibles con la producción.

Los analistas consideran que será necesaria mucha “muñeca” por parte de las autoridades para calibrar la baja en la tasa de interés, mantener el valor del dólar (evitar disparadas de la divisa) y regular las condiciones de liquidez de la economía para lubricar la recuperación. Y, por supuesto, rezar para que no aparezca ningún “cisne negro”.

Pero no todas las dudas son económicas. Si se cumplen las propias previsiones contenidas en la carta de intención con el Fondo, el consumo privado caerá 8,6% este año y 4,1% en 2019. Esta estimación resulta al menos llamativa dado que el año que viene se llevarán a cabo las elecciones presidenciales en un contexto donde el consumo, si se cumple las predicciones del FMI, se ubicará más de 12% por debajo del nivel alcanzado en 2017.

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