Guido Antonini Wilson parece ya no existir para la Argentina y tampoco para Venezuela, preocupados ambos países en temas más importantes: aquí la campaña presidencial y allá la reforma constitucional que impulsa Hugo Chávez.
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Aunque el trámite de extradición continúe, el venezolano que intentó ingresar al país con un maletín con casi u$s 800.000 en un vuelo rentado por la estatal ENARSA junto a Exequiel Espinosa, el presidente de esa empresa, el renunciado Claudio Uberti y directivos de PDVSA, no está hoy en la agenda de ninguno de los dos países. Pero eso no significa que la investigación y el daño que puede producir a los gobiernos de Chávez o Néstor Kirchner estén congelados.
Mientras la jueza Marta Novatti y la fiscal María Luz Rivas Diez esperan, el FBI continuó la investigación en los EE.UU. bajo la excusa de hurgar sobre la posibilidad de que Antonini Wilson hubiera cometido delitos en ese país. Así, el venezolano tuvo ya dos meses y medio para declarar, siempre en secreto, ante las autoridades estadounidenses. Pocos recuerdan que el propio director del FBI, Robert Mueller, a principios de setiembre, durante una visita en Miami en medio del escándalo que se desató por el maletín de los u$s 800.000, confirmó -tras una serie de evasivas de esa fuerza que al inicio negó reconocer que tenían ubicado al venezolano- que el valijero estaba bajo investigación: «No puedo hablar sobre esta materia porque está bajo investigación», dijo en ese momento ante los periodistas. Pero si Antonini Wilson puede tener algún perfil interesante para el gobierno de los Estados Unidos por su relación con el gobierno de Chávez y sus constantes viajes a la Argentina -lo que lo convierte en un testigo privilegiado del entramado de negocios de la «boliburguesía», como llaman en Venezuela al mundo económico y político que se mueve alrededor de Chávez-, mucho más lo tiene otro visitante asiduo del país que ahora está detenido en Italia: Alex del Nogal.
Narcotráfico
El 14 de setiembre pasado, Del Nogal fue detenido en Milán acusado de narcotráfico y con una investigación por homicidio también encima. El problema para Chávez es que no se trata de un caso como el Antonini Wilson, que pudo estar relacionado con empresas del universo chavista como PDVSA o integrar sociedades junto a hombres vinculados a petroleras clave como Venoco. Del Nogal es un hombre públicamente reconocido por sus conexiones con el mundo político y empresarial de Caracas. En este punto no hay dudas, y las anécdotas sobre su vida se conocen tanto en Venezuela como en EE.UU. Esa detención debe preocupar también en Buenos Aires: Del Nogal visitó la Argentina en cinco ocasiones y, según la prensa venezolana, siempre en coincidencia con elecciones, cambios en el gobierno, anuncios o cumbres internacionales. En Venezuela se lo conoce ampliamente. En octubre de 2004 celebró su cumpleaños con una fiesta donde estuvieron Juan Barreto, el actual alcalde chavista de Caracas, el diputado oficialista Luis Tascón y Wilmer Ruperti, conocido transportista de petróleo que le fue fiel a Chávez y no se plegó al paro decretado por ese sector en 2001.
No es la primera vez que Del Nogal, acusado ahora de narcotráfico, fue a la cárcel. En 1995 fue condenado en Venezuela a 20 años de prisión por complicidad en el asesinato de Mario Rodolfo Patti Fajardo, un ex socio que habría sido lanzado desde una avioneta en medio del Caribe cuando aún agonizaba. Los tribunales lo absolvieron del delito de aterrorizar a la población del que había sido inculpado por su supuesta participación en una serie de bombas que explotaron en Caracas en 1993, durante el segundo gobierno del ex presidente Carlos Andrés Pérez, aparentemente con el objetivo de crear un caos bursátil que favorecería a los cómplices de los atentados. Del Nogal estuvo en prisión por narcotráfico y lavado de dinero también en Suiza, pero escapó, siguiendo un raid delictivo del que su padre, William, también participó. A principios de 2007, un narcotraficante confeso, Ferid Farid Domínguez, le trajo nuevas complicaciones. Le dijo al diario «El Nuevo Herald», de Miami, que Del Nogal era «un presunto enlace de narcotraficantes colombianos con funcionarios del gobierno venezolano». Muchos de sus negocios fueron armados desde la cárcel: «La gente lo ve a uno como un delincuente, uno queda con esta marca y la sociedad te castiga, aunque quieras escalar siempre te van a mancillar, aquí no perdonan esto», dijo Del Nogal al diario «El Universal». Escribía por esa época un libro, «Ellos que me golpearon», donde denuncia a los que «trataron de forzarlo a pasar el resto de su vida en prisión». Sus relaciones con los directivos de la cárcel no fueron siempre buenas. El ex director de la prisión de La Planta, Irving Betancourt, dijo a ese diario que Del Nogal se ufanaba de que él «quitaba y ponía directores cuando quisiera». Tras una batalla judicial salió de prisión por buena conducta en enero de 2000. Fue entonces cuando dijo: «Desde que llegó Chávez a la presidencia, se está haciendo justicia en Venezuela, se están respetando los derechos y se está otorgando igualdad de condiciones a todas las personas». Desde entonces no paró su carrera empresarial con firmas como Financial Corporation, que tiene como cliente al Ministerio de Industria Ligera y a la petrolera oficial PDVSA.
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