11 de diciembre 2006 - 00:00

Comentarios políticos de este fin de semana

Felipe Solá y Alicia Castro
Felipe Solá y Alicia Castro
MORALES SOLA, JOAQUIN.
«La Nación».


El columnista dedica la entrega a una glosa de cierta crueldad de las debilidades del gobierno, acosado por piqueteros traicioneros y las obligaciones que le impone la política exterior, vg. la crisis con el Uruguay por las papeleras contaminantes, complicadas por los cortes de puentes hacia ese país.

Cita el enojo presidencial por el corte de la avenida Santa Fe por encapuchados. Le ordenaría al ministro del Interior: «Meté presión»; no se sabe que haya habido acción alguna, como tampoco la hubo en el corte en esa avenida que produjo otra inocentada, la firma de autógrafos en una empresa disquera por el cantante Ricky Martin, exclusivo del monopolio Clarín, otro grupo piquetero también tolerado a cuyas represalias le teme el gobierno.

Esa inacción del gobierno, demostrada en los sucesivos linchamientos que pueden verse por la TV en vivo y en directo (ocurrió el sábado en una disco de Lanús, distrito gobernado por el oficialismo, destruido también ante la mirada de los policías), lo consigna Morales Solá como el principal escollo a un acuerdo con el Uruguay, «facilitado» por la mediación del embajador enviado por Juan Carlos I.

Lástima que el columnista no profundice en las razones de la debilidad del gobierno para enfrentar éste y otros desafíos, como el paro del campo. No es sólo por ideología -razón por la cual Kirchner cree que la Sociedad Rural y la Federación Agraria son lo mismo- aunque para el gobierno criar vacas es de oligarcas y criar cerdos no. Esa debilidad la hereda del gobierno anterior, que se fue a casa por una tragedia con piqueteros y poco ha hecho para recobrarse del arrinconamiento en que lo tiene a Kirchner la opinión pública. No responde golpes, en realidad, porque le tema al contragolpe.

El analista adhiere a la hipótesis de que cuando D'Elía dice «Alberto Fernández» en realidad quiere decir «Cristina» y que expresa el enojo del ex funcionario por el acercamiento del gobierno a los demócratas de los Estados Unidos en las próximas elecciones,a los que Olivos querría halagar.

VERBITSKY, HORACIO.
«Página/12».


Con el sombrero de «doctor», el columnista (que habla como Maradona de sí mismo en tercera persona cuando cita un 'caso Verbitsky' que tramita en la Justicia) se dedica a atizar a sus dos demonios predilectos, Felipe Solá y Daniel Scioli. No hay asunto que mortifique más a este periodista-asesor del gobierno que las manifestaciones de adhesión que multiplica Néstor Kirchner hacia el gobernador y al vicepresidente, los dos dirigentes en quienes ha confiado el Presidente para retener el poder en 2007.

La nueva reforma judicial de Solá le parece a Verbitsky un renuncio del gobernador para enfrentar las críticas arrolladoras de la opinión pública por la inseguridad. Para descalificarlas, el columnista las politiza cuando las personaliza en Mauricio Macri y Juan Carlos Blumberg. Juntos, dice para sembrar el terror en el oficialismo, le ganarían a Scioli una elección -cita una encuesta secreta que dice tiene el gobierno-.

El resto de la columna es una sucesión de cláusulas garantistas en las que toma partido por un sector de la Justicia frente a quienes reclaman más rigidez en la aplicación de las normas. Echa mano de los casos de causas «armadas» -uno de los más frecuentes de corrupción policial- para descalificar la multiplicación de sedes de juicio que pretende Solá, forzado a terminar su mandato como gobernador con alguna mejora en el principal mal que percibe el público en el gobierno.

Claro que Verbitsky cree que esa anunciada reforma fracasará y que Solá, lejos de hacerle un favor al eventual sucesor Scioli, le dejará como herencia un desastre.

¿A qué tanta pasión del «doctor» Verbitsky? A que contemplar cómo su denostado Scioli recoge prosélitos entre el piqueterismo agudo del Movimiento Evita o cómo el «duro» Kunkel se empapa de la mitología del Abasto con cantos de apoyo a la candidatura del vicepresidente es el peor regalo de Navidad que pueda el asesor imaginar. De paso, despacha internas de gobierno; sabe del recelo que le tiene, a escondidas, el Presidente a este dúo; también la distancia que hay entre el propio Solá y su ministro de Justicia León Arslanian, que es el único que hace de bueno en la previsible nota de Verbitsky.

LANATA, JORGE.
«Perfil».


Su paso por Caracas le llenó las alforjas de historias. Algunas librescas y tediosas, como las viñetas del pasado de las relaciones entre Juan Perón y el dictador Pérez Jiménez. Otras más frescas, como el corro que armó en torno de sí Alicia Castro en la embajada argentina para explicarles a invitados y periodistas amigos detalles del negocio venezolano con SanCor, una operación de la cual el gobierno dice no saber nada, pese a que ha operado más allá de lo prudente tratándose de un grupo privado y un Estado extranjero. Ponerla a la Castro en el filme persigue mortificarla recordando la declaración jurada de la embajadora-sindicalista, que incluye un departamento en el edificio Kavanagh e ingresos como embajadora por $ 530.533 anuales que, presume, se los ahorra todos, pero como todos los embajadores que en el mundo han sido.

Con detalles aporta letra a una leyenda conocida pero pocas veces relatada con tanto mimo: el negocio que hace Venezuela con los bonos argentinos, que se compran a valor nominal y se trafican explotando los dos dólares que hay en ese país. Ese asunto ya fue denunciado aquí por Elisa Carrió y en Venezuela por la oposición de Hugo Chávez como generador de una caja con la que medrarían banqueros y funcionarios bolivarianos. La misma función tendría, según el informe que maneja Lanata, el fideicomiso creado hace dos años por Venezuela con el dinero que la Argentina paga por compra de combustibles, cuyos fondos deben aplicarse a compras en la Argentina. Un faltante de cerca de u$s 90 millones y la dirección de esas compras a empresas con solvencia dudosa le sirven al columnista para hacerse otro festín.

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