2 de noviembre 2010 - 11:43

Cómo fue y qué pasó en la emotiva misa que organizó Peralta en Santa Cruz

Militantes y seguidores de Lupo en la puerta de la gobernación donde se ofició la misa.
Militantes y seguidores de "Lupo" en la puerta de la gobernación donde se ofició la misa.
Cientos lo despedían en Casa Rosada. En la interminable fila que llegó a extenderse por 25 cuadras sus seguidores rogaban por entrar a darle el último adiós. Por orden de Cristina de Kirchner se decidió retrasar dos horas la salida del cortejo hacia el aeropuerto, con destino final Río Gallegos. Allí, en su ciudad natal, pasadas las 10.00 el sacerdote Sergio Soto, confidente de la familia presidencial y uno de los religiosos que participó del sepelio en la capilla del cementerio local, le dedicó una "misa de difunto".

En un pequeño salón de la gobernación santacruceña escucharon esas palabras el anfitrión, Daniel Peralta, su jefe de Gabinete, Pablo González, los ministros provinciales, secretarios, funcionarios de segunda línea y una veintena de trabajadores del sindicato de municipales. En el hall de entrada al edificio una foto plano americano del ex presidente de 1,50 metros de alto por uno de ancho con el cintillo de luto negro daba la malvenida.

Soto, "Sotito", como lo llamaba Kirchner cuando era párroco en Río Turbio, comenzó su oración con un pedido de no confrontación. Los destinatarios eran los radicales, los díscolos.

"Acompañamos a aquellas personas que no nos entienden, o que no entienden nuestro dolor que es casi inexplicable". El audio difundido por ámbito.com con la voz de Soto se deshace en halagos, pero es implacable en algunos tramos. No tiene desperdicio. Resume, en todo caso, la obra de Kirchner en Santa Cruz en 12 años de mandatos.

Dijo Soto: "Para nuestro hermano Néstor pedimos que el Señor lo purifique, lo perdone, tenga su misericordia y lo recompense por todo lo ha hecho, por todo lo que ha dado por su pueblo. Porque se gastó por el pueblo, porque murió por el pueblo, por que llevó una vida olvidándose de sí mismo, por más que en otras situaciones nos digan 'noooo...' hacían esto, hacían lo otro, tapaban. Nosotros sabemos muy bien cómo fue su vida entre nosotros. Nosotros más que nadie".

La consternación era total. Peralta no aguantó y rompió en llanto. Buscó un hombro cercano para esconder las lágrimas que todos allí vieron, bajo la cruz y el aroma a vela quemada mezclado con arreglo floral. "Lloraba como un nene", reprodujeron los testigos horas después. Uno de ellos también tuvo tiempo para recordar una pregunta de los presentes que -impiadosa como la muerte que los reunió- no obtuvo respuesta: "¿Y ahora cómo vamos a seguir?".

Siguió Soto: "Que el Señor a vos Néstor te recompense por todo lo que hiciste. A través de esa manera de ser supiste comprender a cada uno de los que tuvieron contacto con vos acá, a cada uno de los que fueron tu pueblo, a cada habitante y a todos los que nos diste esa fuerza que dice: 'Vamos, para adelante'".

Los que no cruzaban los brazos, sacaban pañuelos del bolsillo: los de traje y los de uniforme laboral. La luz tenue ayudó a disimular los rostros de tanta tristeza. El nudo en la garganta se convirtió en piedra.

Soto buscó descomprimir lo sellado a presión, como el féretro que lo trasladó 5 mil kilómetros en tres días. "Entonces, que nosotros podamos regar en este mundo haciendo el bien, construyendo, sigámoslo en las cosas buenas que él hizo, y como dije antes, y como dije siempre, y por eso rezamos, y hacemos misa de difuntos: que el Señor le perdone sus pecados, que bastante habrá tenido, eh?".

Fue inevitable: ese pedido despertó el asombro. Un giro de la mirada a la derecha, otro a la izquierda. Algunos levantaron la pera al cielo, movieron los labios y alzaron el ceño para preguntarse ¿Qué quiso decir?. Soto dijo lo que dijo.

Y continuó con una confesión. "Él me decía: '¿Sotito sabés para dónde voy a ir yo, no?' Por eso me pedía esa agua bendita, que me pedía mucha, pero para todo el resto también pedía".

En el final, Soto lo perpetuó como el santo de los regalos de Navidad. "Pidamos que el Señor recompense todas las cosas buenas que hizo. Todos hemos recibido mucho de él, en todos los pueblos. ¡Qué hermoso era cuando era gobernador verlo llegar a los pueblos!. Que lindo que era eso, no?. Uuu, cuando venía él y parecía que venía Papá Noel. Siempre nos traía soluciones, siempre nos llevaba cosas. Así que por él rezamos".

Durante la oración, funcionarios, empleados estatales, dirigentes, militantes, vecinos, curiosos y periodistas acreditados no salieron de la extrañeza por las palabras. A los pocos minutos, la improvisada capilla ardiente quedó vacía. Todos se fueron al cementerio. El cuerpo de Kirchner estaba por arribar a su ciudad natal.

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