24 de noviembre 2006 - 00:00

Cristina, a la cabeza de ola anti-Chávez en el gobierno

¿Salto de Kirchner (ayer ejercitando desde el palco en Jujuy)en la política exterior? El endurecimiento de las relacionescon Venezuela se empieza a entender como fruto de lamayor injerencia de Cristina de Kirchner en ese terreno.
¿Salto de Kirchner (ayer ejercitando desde el palco en Jujuy) en la política exterior? El endurecimiento de las relaciones con Venezuela se empieza a entender como fruto de la mayor injerencia de Cristina de Kirchner en ese terreno.
Ayer a las 6, Roger Capella Mateo, delegado de Hugo Chávez en la Argentina, partió de Ezeiza hacia Caracas convocado por su gobierno para informar sobre el malestar de la Casa Rosada por su «alta exposición». Pareció ése su último viaje como embajador bolivariano en Buenos Aires.

Con ese vuelo de madrugada se coronó un movimiento que puso a Néstor Kirchner ante un récord: en apenas 24 horas -por su propia boca o a través de voceros- el Presidente confrontó con Uruguay y con Venezuela, socios los dos de la Argentina en el Mercosur.

Ese incidente trasluce una novedad de Palacio: la creciente injerencia de Cristina Fernández en política exterior. La senadora es «primermundista» que se fascina con el modelo americano que le exponen sus amigos en la New School University o Susan Segal en el Council of the Americas.

En esos estrados, Chávez es mala palabra.

Con el bolivariano, Kirchner hizo lo que odia que le hagan: le «echó» un embajador y, además, por los diarios. El miércoles, los medios caraqueños publicaron la versión de la salida de Capella, pero ayer la prensa venezolana reprodujo la novedad llegada de la Argentina.

No es la primera vez que le ocurre a Chávez. Sus delegados en la Argentina, que frecuentaron a Capella, admiten que la «línea diplomática» que digita Caracas consiste en «operar» en todos los países para colectar respaldo para el comandante bolivariano.

Es la escuela Fidel Castro que Chávez adoptó: sumar a diversos sectores políticos, incluso a aquellos que estén enfrentados en el plano local, con la única premisa de que se muestren alienados en la defensa de Chávez.

Por eso, en la Argentina hay una línea chavista pro Kirchner y otra anti-Kirchner. Entre los primeros figuran Madres de Plaza de Mayo línea Bonafini y Libres de Sur; en el club críticos aparecen el PC y la OLP del ex jefe de Montoneros Roberto Cirilo Perdía, entre otros.

Un dato parece cierto: a pesar de reunirse con sectores críticos del patagónico, Capella nunca activó contra la Casa Rosada. Incluso gestionó una cumbre de caciques de izquierda argentinos con Chávez para que éste los convenza de las bondades de Kirchner.

Sin embargo, Capella sintonizaba mejor con grupos enfrentados al gobierno. Quizá su pasado comunista, o su paso por el PPT (Partido Patria para Todos), espacio que condujo el ex guerrillero y ex canciller Alí Rodríguez, quien acaba de asumir la Embajada de Venezuela en Cuba.

De hecho, en el elenco de la embajada en Buenos Aires había varios dirigentes del PC venezolano, partido minoritario que integra la alianza política y electoral de Chávez. Pero ese jugueteo con poco revelantes comunistas locales ¿justificaba una queja oficial?

  • Versión naif

    Ayer, en el gobierno trasmitían una versión casi naif: que Kirchner se molestó por el protagonismo de Capella y sus incursiones por el conurbano, pero que es una queja retroactiva por su intervención en la visita de Luis D'Elía a la Embajada de Irán.

    Si Chávez es un socio, ¿por qué resolver el caso Capella a los gritos y no con una discreta negociación? No hay indicios de que peligre la elección del 3 de diciembre, pero ¿por qué, en plena campaña, Kirchner le regala un argumento a la oposición chavista?

    El Presidente debe saberlo: desde noviembre de 2005 hasta ayer, Chávez tuvo cuatro incidentes -incluyendo en esa lista lo ocurrido con Capella- con países sudamericanos por el accionar, inquieto o verborrágico, de sus embajadores.

    El más reciente fue el caso de Víctor Delgado en Santiago de Chile, quien acusó a la Democracia Cristina, uno de los partidos de la Concertación que sostiene a Michelle Bachelet, de haber apoyado el golpe contra Chávez. Chile pidió su remoción.

    El año pasado, Vladimir Villegas tuvo que dejar el DF y hubo un cortocircuito con Cruz Martínez en Perú. La diferencia con la Argentina es que Chávez le otorga a Kirchner un rango de socio y amigo que no da a Alan García, Felipe Calderón ni, incluso, a Bachelet. En ese escenario, el «affaire» Capella ¿se trata apenas de una anécdota o debe leerse como un indicio -muy sutil, si se quiere- de un augurio de cambio de alianzas regionales o realineamientos del gobierno Kirchner en materia de política exterior?

    La primera hipótesis se explicó líneas arriba: frente a un Capella entrometido, que se movía por fuera de la agenda oficial -a pesar de que, dicen sus amigos locales, «defendía todo el tiempo a Kirchner»- la Casa Rosada se molestó y recurrió al rigor. La segunda teoría es más gaseosa: supone que el caso Capella tiene una continuidad con el expediente D'Elía -cuya salida es más local que internacional- y el respaldo al dictamen AMIA contra Irán. Todo, dicen los conspiradores, refleja otro rumbo en alianzas externas.

    Esa visión, sesgada y condimentada con alguna fantasía, se focaliza en Cristina Fernández, en teoría la «próxima presidenta», a quien se coloca más alejada de Chávez y al mismo tiempo más cercana a los demócratas de la mano de su admirada Hillary Clinton. La hipótesis tambalea, según los que observan de cerca a Kirchner, cuando se coteja la alta dependencia estratégica que la Argentina tiene con Venezuela, sobre todo en materia energética.
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