Un recurso frecuente en la política tradicional consiste en construir frases que complementan un determinado escenario o coyuntura, y que éstas interpelen al destinatario haciéndolo tomar partido por una proposición que aparenta ser verdadera, poniendo en contradicción sus valores personales. De alguna manera el negocio de la grieta sigue siendo la propuesta basada en la clásica estrategia “divide y reinarás”.
El falso dilema entre la salud o la economía
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“De la economía se vuelve; de las muertes, no”, es la frase predilecta del presidente Fernández y de su equipo en la coyuntura actual, y quién podría pensar distinto ante un escenario de esas características. Esta capacidad de poner en un aparente jaque al receptor del mensaje no responde sólo a una política de Estado, sino también a una clara estrategia política.
Un caso concreto se vive en mi provincia, en Chubut. Es una provincia “modelo” en materia sanitaria porque sólo se detectó un caso de Covid-19 y no se contabiliza ninguna muerte por este virus. Sin embargo, Chubut, en el marco de una de las crisis institucionales más grandes de su historia, tuvo que lamentar tres muertes por la creciente conflictividad social de los últimos meses. Es por esto que, lejos de relativizar el impacto de una eventual crisis económica que va a golpear al mundo, tenemos que tomar conciencia de que ese golpe a la Argentina la encuentra con la guardia baja.
Es necesario profundizar medidas de prevención para aminorar este impacto y que tengamos la menor destrucción de empleo posible. Si tenemos un comité de expertos que coordina y evalúa las medidas sanitarias, necesitamos un comité de expertos que se ocupen con la misma responsabilidad de la economía. En conjunto, con un grupo de diputados de mi bloque elaboramos una serie de medidas que creemos pueden aportar en un momento donde decidimos bajar las banderas partidarias y levantar la de la Argentina. Esto implica acompañar, pero bajo ningún punto de vista implica no plantear diferencias o propuestas que consideramos superadoras.
Dentro de los aportes, proponemos un paquete de cinco leyes de emergencia, de carácter extraordinario y con vigencia durante el plazo que rijan las medidas de restricción social, y sólo prorrogables por el plazo de tres meses a partir de la finalización de crisis sanitaria.
La emergencia tributaria, para aliviar a los trabajadores autonómos e independientes y a empresas afectadas por las restricciones durante la crisis. La emergencia crediticia, para generar un mecanismo automático de asistencia crediticia a las empresas, a fin de evitar un quiebre en la cadena de pagos de la economía, asistiendo a las empresas en el pago de la nómina salarial. La emergencia laboral, para evitar despidos masivos y cierres de empresas -en particular, las pymes-, y asistir a los trabajadores desempleados e informales.
Por último, creemos que es necesario avanzar también en dos puntos que son centrales: la emergencia tarifaria y de servicios públicos, para evitar cortes de servicios esenciales durante el plazo de la emergencia sanitaria y crear instrumentos para su posterior regularización, con foco en trabajadores autónomos, monotributistas y MiPyMEs. Y el último, pero no menos importante, el programa de Austeridad Fiscal del Estado Nacional, con el objetivo de promover un programa de austeridad priorizando los gastos relevantes por sobre los superficiales, reasignando partidas y poder hacer frente a los gastos extraordinarios que amerita la crisis sanitaria mediante un esfuerzo solidario del sector público con el privado. Con foco en los funcionarios de altos ingresos y actividades no esenciales del Estado Nacional.
Las recientes medidas del Ejecutivo Nacional sirven pero no alcanzan, por eso desde nuestro rol no sólo fiscalizamos cada una de las acciones del Gobierno sino que también buscamos complementar las medidas que creemos deficitarias. Se trata de impulsar acciones que beneficien a quienes generan trabajo en nuestra sociedad.
Lo primero que planteamos a la hora de definir estas medidas y el costo fiscal que pueden implicar es que si estamos emitiendo dinero a niveles récord, y el riesgo de caer en una espiral inflacionaria en un contexto de recesión es de todos los argentinos, esos recursos deben tener un criterio federal y ejecutarse bajo criterios objetivos en los 24 distritos de la República.
Consensos
Es importante que todos entendamos que la cuestión económica no es excluyente de la sanitaria, para poner un ejemplo. Si el Gobierno decidiera abrir de un día para el otro los restoranes por la crítica situación de los gastronómicos y afines, ¿cuántos estarían dispuestos en este contexto a ir a comer a un restorán como si nada pasara? Lo mismo, en el sentido inverso, si el Gobierno decidiera sostener el aislamiento obligatorio por mucho más tiempo y con familias que no tienen para comer... ¿se respetaría en el mismo porcentaje que en este momento?
El equilibrio es muy fino y nos lleva a la conclusión de que todos los argentinos tenemos la responsabilidad de ser conscientes de que estamos atravesando una crisis donde no hay suficiente conocimiento científico para predecir lo que va a pasar en el corto y mediano plazo. Por eso es importante que el mensaje sea claro: el dilema no es la vida o la economía, la pelea es una sola y nos afecta en todos los ámbitos. Por eso, lejos de relativizar un problema por sobre otro, por más que las encuestas digan lo que digan, tenemos que trabajar la oposición y el oficialismo en los 24 distritos, espalda con espalda, para aminorar el impacto sanitario y económico. No ideologizar la pandemia, demonizando a los que están varados en el exterior, sino entender que las restricciones que se toman son para cuidar a todos los argentinos.
La dirigencia política es la que tiene que estar a la altura de las circunstancias y pregonar con el ejemplo. En este caso, un ejemplo y una buena síntesis de ese ejemplo es el trabajo en conjunto de la Ciudad de Buenos Aires y el Ejecutivo nacional.
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