29 de agosto 2006 - 00:00

Igual que UCR, también PJ intenta salvar su "marca"

Juan Carlos Romero
Juan Carlos Romero
Sería una exageración decir que se trata de un intento del PJ por salvar su marca, equivalente al que hicieron los radicales en Rosario para que no se hunda en el magma kirchnerista la sigla UCR. Pero serán cada día más inocultables los movimientos del peronismo para poner condiciones a Néstor Kirchner. Sobre todo, frente a una «concertación» que será «financiada» en casi todos los distritos donde se realice por figuras del propio partido oficial. Lo cierto es que desde el Norte, igual que en los 90 tardíos, se ha comenzado a tejer una red para reclamarle a Kirchner otro trato con el PJ.

La primera puntada la dará Juan Carlos Romero, el gobernador de Salta, el próximo fin de semana, cuando convoque a una reunión de dirigentes en la que piensa exponer un documento para pedir la normalización partidaria, previa regularización del padrón de afiliados.

Romero viene elaborando esta jugada desde hace un mes, y sus pasos parecieron incomodar al gobierno. Tal vez por un malentendido derivado de un artículo periodístico (difícil encontrar una administración que les lleve tanto el apunte a los diarios para diseñar sus políticas): la proximidad de Ramón Puerta con el intento llevó a pensar en la Casa Rosada en que Roberto Lavagna podría estar conquistando una plataforma peronista más amplia que la que le ofrecen sus amigos de «El General». Puerta, junto con Miguel Angel Toma, es el encargado de nacionalizar la figura de Lavagna en el peronismo no bonaerense.

El malestar de Kirchner tuvo un par de síntomas. Rubén Marín, por ejemplo, suspendió su viaje a Salta. No es casual: el senador pampeano se aproximó al gobierno discretamente, pero con tanta eficacia que no habría que sorprenderse si termina siendo el candidato oficial de la Rosada para las elecciones de gobernador en su provincia. Se restauraría así un viejo vínculo: Marín estuvo muy cerca de los Kirchner desde que presidió la comisión de intereses federales en la Convención Constituyente de Santa Fe (1994). Entre el matrimonio y el pampeano siempre estuvo activo Juan Carlos Mazzón, quien ahora sirve a las estrategias provinciales del Presidente desde la Casa Rosada.

El otro caudillo que prefirió postergar su asociación con Romero fue Adolfo Rodríguez Saá. También cayó Kirchner en la creencia de que se trataba en este caso de una conspiración contra su candidatura. Nada más alejado de las intenciones del puntano, sobre todo ahora que su hermano Alberto podría quedar confundido con un disidente por no haberse allanado al acuerdo con la Nación que le ofrecía su ministro de la Legalidad Hugo Franco (quien renunció al cargo y dejó colgada una operación fiscal interesante en más de un sentido).

De cualquier modo, Adolfo Rodríguez Saá estará invariablemente entre quienes reclamen una normalización partidaria. Fue el inventor de esta excusa para estar respecto de Kirchner como respecto del sol: ni tan lejos como para morirse de frío ni tan cerca como para calcinarse.

  • Promesa

    Más allá de las presiones del poder central sobre sus invitados, Romero promete no irritar en lo más mínimo a la administración con su pronunciamiento. Pero su primer paso ha de resultar inquietante de cualquier modo. Kirchner está llevando adelante una política de alianzas que supone el sacrificio de aspiraciones de muchos peronistas. No hay que mirar solamente a Río Negro, el caso más dramático: allí está dispuesto a sepultar las pretensiones de Miguel Pichetto, el presidente de su bloque en la Cámara de Senadores. Acaso nunca Pichetto vuelva a estar tan cerca de la gobernación que en este trance político, sobre todo por la potencia del gobierno nacional. Con muchísimo menos crédito acumulado, desde Catamarca Luis Barrionuevo salió a decir lo que los demás callan: «Si Kirchner me apoya, el PJ se queda con la provincia». Diplomático el sindicalista. En momentos de mayor sinceridad hubiera dicho: «Si Kirchner no me apoya, será el responsable de la derrota del PJ en la provincia». Un mensaje que repica en Córdoba, donde también desde la Casa Rosada se trabaja un jardín ajeno al de José Manuel de la Sota y Juan Schiaretti. O en Mendoza, donde cualquier radical parece mejor por el solo hecho de no ser peronista.

    Sería un error decir que los dirigentes del PJ temen que Kirchner termine carcomiendo al partido con la misma corrosión que introdujo en la UCR. Pero a diferencia de lo que ha sucedido en experiencias anteriores, hoy allí no está claro que desde la Casa Rosada se apueste a expandir a la que, se presume, es la fuerza del gobierno. Por eso, el llamado de atención de Romero podría ser menos inocente de lo que parece. Y recoger el sentimiento herido de los caudillos peronistas de provincias o municipios «concertadores».

    Si se observa con detenimiento, Kirchner llevó adelante durante los tres primeros años de gestión una infinidad de empeños para seducir al electorado no peronista, vacante desde el colapso de la Alianza, para capturarlo como base propia. En homenaje a ese objetivo, pagó de más a cuanto frepasista estuviera dando vueltas y, ahora, atrae a los radicales que dependen de su «caja». Después de todo, si el santacruceño hubiera ganado la segunda vuelta contra Carlos Menem, lo habría hecho con votos que acababan de ser de Fernando de la Rúa y Chacho Alvarez. Estas operaciones del mandatario derivan su verosimilitud de un discurso deliberadamente reacio a identificarse con el PJ. Ese partido, que jamás Kirchner quiso presidir, fue identificado con «la vieja corporación política», como le gusta decir a su esposa Cristina. Apenas si sirve para convocarlo a la hora de alguna plaza. Hasta esta campaña, los peronistas podían consolarse pensando que ese desdén era parte sólo de operaciones de marketing destinadas a conseguir popularidad en los sectores medios, los más enojados con la política desde 2001. Ahora, con las elecciones presidenciales por delante, parecen despertar a una verdad que hasta ahora se reducía sólo a las elaboraciones periodísticas: tal vez Kirchner prefiera, allí donde se le ofrezca la oportunidad, gobernar sin el PJ.
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