Planificación para los santacruceños
Todo presidente de la Nación debe decidir al asumir la forma de administrar económicamente el país. Por ser hombres políticos suelen tener bastante claridad para las designaciones en cuanto al manejo, precisamente, de las cuestiones políticas, porque ellos mismos conocen ese campo con fluidez. Pero administrar es algo diferente. Inclusive es lo más importante en países emergentes como el nuestro. Si tomamos los últimos 60 años vemos las distintas formas que los presidentes sucesivos, constitucionales y de facto, adoptaron para el dilema administrativo. Unos han optado por conductores empresarios (casi unánimemente esta forma ha sido un fracaso), otros por equipos consolidados en fundaciones u organismos, con distinta suerte. Los hay que recurrieron a los conocidos provinciales cuando fueron gobernadores. Conocer esto ayuda a entender lo que está pasando hoy, que es una forma de administrar el país por parte de Néstor Kirchner, que tal como estuvo concebida para la etapa inicial -y no se perciben signos de que será modificada en lo inmediato-, no tiene antecedentes. Comprensible, porque tampoco tiene antecedentes para un primer mandatario argentino asumir en las deplorables condiciones en que el país estaba hace 7 meses, más una deuda externa que es récord en el mundo para una nación.
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«Kirchner y De Vido no necesitan hablar, cada uno conoce tan bien al otro que se entienden con una mirada», dijo uno de los allegados al ministro. Pero la realidad es mucho más rica: De Vido parece ser el hombre clave en la construcción del poder en la que está empeñado Kirchner. Para eso tiene en sus manos los resortes económicos necesarios para definir cuáles serán las obras públicas a priorizar, las inversiones a respaldar y los subsidios a otorgar.
De Vido prefiere el perfil bajo. Es el único ministro que en seis meses de gobierno no dio reportajes ni participó en programas de televisión. Para el público, es prácticamente un desconocido. Sin embargo, De Vido es el que mantiene abierto el diálogo con los dirigentes sindicales, los empresarios, los gobernadores y los intendentes sobre todo los del conurbano bonaerense.
Detrás de estos encuentros hay un proyecto todavía no terminado de delinear. No importa ahora si De Vido se presentará como candidato a jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires o si Cristina Kirchner será candidata a senadora por la provincia de Buenos Aires, aunque estos rumores se escuchan y provocan escozor en más de uno.
• Reserva
Lo que importa en este momento es acumular poder, a través de un hombre que funciona como alter ego del Presidente. No es que otros ministros no cuenten con la confianza presidencial. Sin embargo, podría decirse que Kirchner mantiene alguna reserva hacia los que forman parte de sus más íntimos, pero pueden en algún momento, tener sueños de vuelo propio. Como es el caso del jefe de Gabinete, Alberto Fernández, o del canciller Rafael Bielsa.
Los que forman parten del núcleo duro del Ministerio de Planificación sostienen que «con De Vido, los que estamos en el ministerio somos el equipo del Presidente», y aunque niegan cualquier comparación, salta a la vista que buscan diferenciarse del equipo económico que se alinea primero con Lavagna, y a través de éste, con el Presidente.
Las claves de la estrategia pasa por dos ejes. Uno es unir al país de este a oeste en el norte, en el centro y en el centro-sur, y del norte y de Cuyo con los puertos de Rosario y Buenos Aires, a través de rutas, trenes de cargas y de pasa- José López Ricardo Jaime jeros que, se presume, reactivarán las economías regionales.
El otro eje es considerar a la Capital Federal y al Gran Buenos Aires como un único distrito. «Nosotros preferimos considerar al área metropolitana como un conjunto, porque desde el punto de vista de los servicios, tienen mucho en común», dijo uno de los colaboradores de De Vido, negando que esto tenga alguna connotación electoral.
Este proyecto explica que los secretarios de mayor peso dentro de Planificación sean López y Jaime. También la idea del «área metropolitana» está detrás de la próxima incorporación de Abel Fatala, ex secretario de Obras Públicas de Aníbal Ibarra, a Planificación en un cargo que ya está definido (el decreto está a la firma de Kirchner) pero que todavía se mantiene en reserva. Fatala sería también para el Presidente, uno de los primeros exponentes de la «transversalidad», por lo cual no es casual que termine arribando a la cartera desde donde se construye el poder. De los otros tres secretarios, Guillermo Moreno llegó a Comunicaciones proveniente de los grupos de trabajo preelectorales. No es de Santa Cruz, pero los hombres de De Vido se ocupan de destacar que «es un economista de primera línea dentro del peronismo al que consultamos permanentemente», porque los demás secretarios y el propio ministro son arquitectos o ingenieros. Se afirma aunque no lo beneficia, que Moreno es allegado a Eduardo Curia, y en algún momento, coincidió con el controvertido Miguel Carbonetto (línea populista-estatista).
A Moreno se le adjudica la creación del fondo fiduciario para las telecomunicaciones, que permitió como hecho más notorio hasta ahora, la reapertura de Pirelli para fabricar cables que consumirán las telefónicas.
El secretario de Minería, Jorge Mayoral, sigue en el cargo desde la época de Duhalde. Está un poco al costado en la fotografía, pero más que por sus eventuales falencias, aparentemente porque la minería no necesita acciones oficiales inmediatas.
El titular de Energía, Daniel Cameron, es un caso especial. El tenía diálogo directo con Kirchner cuando éste era gobernador porque era el experto en energía en una provincia petrolera. Hoy el trato no es directo. Parece mediado por De Vido y además tamizado. Camerón sigue pensando en términos de petróleo y gas, y ve mejor que nadie en el gobierno las dificultades que puede haber en el futuro, pero sus criterios quedaron supeditados a las necesidades políticas.
«Los tiempos políticos siempre los define el Presidente. Para todo, hasta para la inauguración de una obra», aseguran los que saben en el ministerio. De Vido se allana a esa situación, conocedor, posiblemente, de las iras de Kirchner. Sus colaboradores, también. Por eso, se definen como «los hombres del Presidente», y están «en la cocina» del proyecto Kirchner, aunque rara vez aparezcan en escena.
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