20 de diciembre 2025 - 12:10

Tucumán: identificaron el último resto de desaparecido hallado en el centro clandestino "Arsenales"

El Equipo Argentino de Antropología Forense indicó que los huesos incinerados y encontrados en una fosa, son de Roque Argañaraz, un jornalero secuestrado en 1977, cerca de Monteros.

Una perito del EAAF observa una de las fosas con restos de detenidos desaparecidos en Arsenales.

Una perito del EAAF observa una de las fosas con restos de detenidos desaparecidos en "Arsenales".

Tras 51 años de búsqueda, la familia del detenido desaparecido Roque Argañaraz, secuestrado el 18 de febrero de 1977 en Monteros, en el sur de Tucumán, fue informada de que sus restos estaban en una de las fosas que se descubrieron en el centro de detención y tortura clandestino que funcionó en el predio del Ejército denominado Compañía de Arsenales N° 5 "Miguel de Azcuénaga", conocido como "Arsenales". Se trata del último resto que quedaba por identificar de los 14 que se hallaron en el lugar, tarea que estuvo a cargo del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF).

Roque Argañaraz, de 34 años, y su hermano Daniel, jornaleros de la actividad azucarera, fueron secuestrados de madrugada, de su humilde casa en el pueblo de Macio, pura ruralidad, cercano a la ciudad de Monteros. "Un grupo de más de 20 hombres portando armas largas, encapuchados, vestidos con uniforme militar verde, junto a una persona vestida de civil a quien llamaban Teniente y daba las órdenes, rodeó la casa y los sacaron con las manos atadas y los ojos vendados con las sábanas de la cama en la que dormían", narró un testigo en la "Megacausa Arsenales II - Jefatura II", por delitos de lesa humanidad durante la última dictadura, a la que tuvo acceso Ámbito.

Ambos fueron llevados al centro clandestino de detención que funcionó en el exingenio azucarero Nueva Baviera, que estaba en Famaillá, también en el sur tucumano. Allí los torturaron y tras unas semanas los trasladaron hacia el centro clandestino de detención "Arsenales", ubicado en el acceso norte a San Miguel de Tucumán, a un costado de la ruta nacional 9, un infierno por el que pasaron cientos de secuestrados en Tucumán y de provincias vecinas. Desde docentes y estudiantes universitarios, hasta trabajadores estatales, ferroviarios, de la industria azucarera y periodistas, entre otros oficios. "Bastaba con levantar la voz en contra de la dictadura para que uno se convirtiera en blanco y víctima", sostuvo a este medio una testigo en uno de los juicios por la verdad que optó por preservar su identidad. "Jamás pensé que me daría miedo de nuevo, preferir que no se sepa mi nombre por el clima de negacionismo que impera", reflexionó la exdocente universitaria.

Roque y Daniel fueron separados en "Arsenales" pero dos testigos, que estuvieron cerca de ambos, relataron que Roque fue torturado y murió mientras era sometido a sesiones de "submarino", que consistía en introducir al detenido en un tacho con agua hasta que clamara por salir por la falta de oxígeno. A los tres meses y diez días de haber sido secuestrado, Daniel, que también padeció torturas de todo tipo, fue llevado en el baúl de un auto hasta Simoca, en el sur de la provincia, en donde lo liberaron en una ruta provincial, de noche. Desde allí caminó hasta su casa y jamás supo sobre el destino de su hermano hasta esta semana, cuando la Justicia Federal lo notificó, al igual que a otros familiares, de la identificación de los restos de Roque.

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En las fosas en "Arsenales" trabajaron arqueólogos del EAAF y del Grupo Interdisciplinario de Arqueología y Antropología de Tucumán.

Arsenales, una mazmorra

Fue tal la dimensión en la mazmorra de sufrimientos de todo tipo que se infligieron en "Arsenales", que hubo varias juicios sobre el universo de detenciones. Entre esos testigos estuvo el exgendarme Omar Torres, de 74 años y que reside en Salta, con quien dialogó este medio sobre lo que presenció como miembro de la fuerza durante la última dictadura en el país, en el rango más bajo, en servicios de vigilancia. Fue tanto y de tanta crueldad lo que presenció que admitió que "cuando salí de la fuerza, me despertaba de madrugada con imágenes de las ejecuciones, pero ya no tanto; va pasando".

Según relató en los juicios en Tucumán, porque también fue testigo en causas en Buenos Aires y Mendoza, militares de bajo rango como él rotaban cada 50 días a diferentes destinos del país. Por eso estuvo en dos ocasiones en Tucumán, entre 1976 y 1977, en San Juan, Mendoza y en Buenos Aires. Fue en la tierra de la Cuna de la Independencia en donde presenció los sucesos más horrendos porque estuvo en "Arsenales", al que describió como "similar a un campo de concentración". Los prisioneros eran recluidos en pequeñas celdas individuales, adentro de un galpón de 25 por 30 metros que tenía capacidad para cerca de 80 detenidos, que entraban y salían con los ojos vendados y esposados con alambres o cadenas, recordó.

"Los sumergían en tanques de agua de 200 litros, una técnica de tortura similar al ahogamiento, conocida como 'el submarino'”, explicó. Otras formas de tormento incluían la aplicación de descargas eléctricas, el arrancar las uñas con alicates, el corte de orejas y simulacros de ahorcamiento que duraban de dos a tres minutos. "La tortura era el preludio de las ejecuciones", aseveró. Cada dos semanas, alrededor de la medianoche, entre 15 y 20 prisioneros eran conducidos a una fosa de cuatro por seis metros y unos tres metros de profundidad. "Los obligaban a arrodillarse y luego les disparaban en la cabeza. Los cuerpos caían en la fosa y se les prendía fuego con neumáticos de vehículos, aceite y leña. Algunos oficiales se quedaban para asegurarse de que todo ardiera", rememoró en uno de sus testimonios.

La memoria de tantos detalles se debe a que Torres formó parte, una de esas veladas de ejecuciones, de un grupo asignado a realizar un cordón de seguridad no mayor a los diez metros de las fosas. Desde esta posición privilegiada vio en dos ocasiones al gobernador de facto de Tucumán, Antonio Domingo Bussi, ya fallecido y condenado a reclusión perpetua por crímenes de lesa humanidad, disparar en la cabeza a prisioneros. "Disparaba primero, como una forma de animar a los demás oficiales a hacer lo mismo", explicó.

Una de las personas que vio ejecutar a Bussi fue al estudiante universitario Luis Falú, hermano del guitarrista reconocido Juan Falú. Otra víctima que el exgendarme reconoció fue a Ana Cristina Corral, una estudiante de 16 años que fue secuestrada en junio de 1976. "Tenía las manos esposadas a la espalda y los ojos vendados cuando otro oficial le disparó en la cabeza", señaló. Apenas pudo, porque estuvo amenazado para que hiciera silencio, renunció a la Gendarmería. Fue en marzo de 1983 y declaró en el histórico Juicio a las Juntas Militares de 1985.

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"Arsenales" está señalizado como Sitio de la Memoria.

Las fosas

El relato el exgendarme Omar Torres coincidió con los de otros testigos, por lo que entre 2009 y 2011, por decisión judicial, el Equipo Argentino de Antropología Forense condujo trabajos de búsqueda de enterramientos en "Arsenales", en colaboración con el Grupo Interdisciplinario de Arqueología y Antropología de Tucumán. El equipo identificó y excavó cinco fosas clandestinas. Cuatro de gran tamaño y que tenían signos de haber sufrido la acción de maquinaria retroexcavadora para intentar ocultarlas.

Aun así se recuperaron miles de fragmentos óseos, quemados y altamente fragmentados. La quinta fosa contenía los restos esqueletizados de trece individuos, que fueron identificados. La recuperación de neumáticos, carbón y sedimento impregnado de combustible, permitió aportar pruebas a la justicia de un modus operandi que consistió en la incineración de los cuerpos de personas detenidas desaparecidas, tal como lo habían señalado los testigos. En un sector también se encontró, junto a los esqueletos, una moneda de 1976 y un cospel telefónico que, según se explicó, revelaron datación sobre el enterramiento.

En total, se extrajeron restos que pertenecieron a 14 individuos y con los años se les devolvió la identidad a 13. La degradación por la acción de la incineración impidió que avanzara la identificación del último resto. En la última década, evolucionaron de manera notable los protocolos de extracción de ADN y los kits que se utilizan en la ciencia forense, lo que permitió que se volviera sobre los restos de este último desaparecido. Se aplicó un idéntico sistema que para los casos anteriores pero "la sumatoria de estos pasos lograron mejorar el perfil que estaba incompleto y que impedía la comparación masiva con los ADN que se encuentran en la base de datos", se explicó a Ámbito.

Así, en 2024, estos últimos estudios arrojaron como resultado una débil señal de que se podría tratar de los restos de Roque Argañaraz al cruzarse su ADN con el de su hermano. Pero el "matcheo" -el encuentro de la coincidencia- no fue suficiente para constatar el vínculo. Allí, se indicó, se recurrió a la tarea de los antropólogos para saber si esa débil coincidencia tenía sentido y no debía descartarse para avanzar.

Debido a que la respuesta fue afirmativa, volvieron a someterse a más pruebas a esos restos de baja calidad, se esperaron varios meses y así se llegó a la determinación científica final: parte de los fragmentos hallados en una de las fosas de "Arsenales" eran de Roque Argañaraz, secuestrado en la madrugada del 18 de febrero de 1977, a casi un año del inicio de la última dictadura en el país. Todo ese recorrido supuso una acción coordinada del Laboratorio de Genética Forense y de las áreas de Investigación e Identificación del EAAF.

Según se indicó a Ámbito, el próximo paso será lograr que los restos regresen a Tucumán y sean entregados a sus familiares para que Roque Argañaraz regrese a su casa, a meses de cumplirse los 50 años del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976.

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