8 de septiembre 2008 - 00:00

La Selección no logra emocionar con su juego

Sergio Agüero y Lionel Messi festejan el gol argentino. Los juveniles se entendieron el sábado mejor que en los Juegos Olímpicos.
Sergio Agüero y Lionel Messi festejan el gol argentino. Los juveniles se entendieron el sábado mejor que en los Juegos Olímpicos.
Como en muy raras ocasiones, la Selección Argentina parecía visitante en su país. Se lo podía ver por el monitor de televisión a Alfio Basile pedir aliento a los plateístas que tenía a sus espaldas, algo que también habían reclamado en la semana los jugadores.

El estadio de River estaba repleto. Más allá de las 47 mil entradas que vendió la AFA, el aforo de River es de 65 mil espectadores y no había ningún claro.

Sin embargo, se escuchaban más los 10 mil simpatizantes paraguayos que decían «si se puede», que los 55 mil argentinos que pocas veces ensayaron tímidamente el «vamos vamos Argentina...». Es que esta Selección consigue adhesiones futbolísticas y críticas casi en la misma proporción, pero no emociona con su juego.

Basile juntó a los futbolistas más talentosos que tenía en stock. Allí estaban Lionel Messi, Riquelme, Agüero, la revelación Di María, Mascherano, Cambiasso, Tevez. No faltaba ninguno; sin embargo, en el campo sufrían amnesias temporales.

Es cierto que el «blooper» entre Heinze y Abbondanzieri puso nerviosos a todos y que a partir de allí la defensa no dio ninguna garantía. Pero era increíble ver a Riquelme dar mal pases de 10 metros o a Cambiasso darles todas las pelotas a los contrarios.

Para colmo, Tevez quiso demostrar que es el más guapo del barrio y dejó al equipo con 10 hombres a los 30 minutos.

Todo esto hizo que la ilusión que los espectadores habían llevado como equipaje se fuera convirtiendo en decepción y temor a una derrota, que no fue porque Paraguay no supo definirlo en el primer tiempo y el descanso lo hizo tomar conciencia de que el rival era Argentina, por lo que retrocedió sus líneas para cuidar la diferencia de un gol.

Es cierto que la Selección se reacomodó en el segundo tiempo. Que Riquelme se pareció un poquito más a Riquelme. Que el «Cata» Díaz le dio seguridad a la defensa y que Agüero fue el socio ideal de Messi, cosa que ni siquiera había pasado en los Juegos Olímpicos. La Selección tuvo una reacción más anímica que futbolística y con 10 hombres fue a buscar y encontró el empate, pero no se conformó con eso y salió a buscar el triunfo.

Riquelme cumplió con su parte, poniéndoles dos pases gol a sus compañeros, pero Coloccini (de cabeza en forma increíble) y Agüero (rematando con fuerza por arriba del travesaño una pelota que había que tocar con suavidad) los desperdiciaron.

Argentina está en zona de clasificación directa al Campeonato Mundial de Sudáfrica y no va a pasar demasiados sobresaltos para clasificar.

Tiene una generación dorada de jugadores (Messi, Agüero, Di María, Gago, Mascherano, Tevez, Carrizo) que triunfa en los campeonatos europeos más importantes y es reconocida en el mundo entero. Tiene un técnico con experiencia, pergaminos que lo avalan y predilección por el fútbol bien jugado.

Sin embargo, no juega bien.

Confunde lentitud con capacidad para manejar la pelota y le falta contundencia para definir los partidos.

Por eso, a pesar de que crea grandes expectativas, sigue sin emocionar. Sin lograr lo que sus jugadores y su cuerpo técnico pregonan: ganar jugando bien. Le alcanza para lograr resultadosy hasta para revertir una mala imagen como la del primer tiempo del sábado, pero no para que el público la aclame. Por eso la gente optó por el silencio (ni aplausos, ni abucheos) y se fue con sensaciones mezcladas. Aliviada por la levantada y el empate, pero decepcionada con el juego.

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