La FIFA aplicó una tenue pena de 7.000 euros al jugador Rivaldo por el evidente acto de simulación que realizó en el final del partido entre Brasil y Turquía. La prensa mundial condenó tanto la actitud de la comisión disciplinaria que fue tan criticada como la actitud del propio jugador.
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Rivaldo agraciado por la FIFA con sólo una multa por la simulación. Más que una condena parece una gracia. Como aquella que hizo Rival-do en el final del partido entre Brasil y Turquía, donde imprevistamente se ha vestido, en lugar de jugador, de actor. La escena que ha costado la expulsión de Hakan Ünsal (una pelota que impactó en las piernas del brasileño y terminó en una parodia) ha sido penada por la FIFA en 10.000 francos suizos (7.000 euros), es casi una miseria para el multimillonario atacante del Barcelona y de la nacionalidad de Scolari.
«La comisión no se ha deci-dido a aplicar una sanción más dura por el comportamiento no deportivo del jugador ex Balón de Oro... Eso sí, le advirtieron: en caso de reincidencia va a tener una pena más pesada, que puede llegar hasta la descalificación.»
Multa a Rivaldo fue recibida con fiesta. Los que pensaban ver a los jugadores de Brasil acongojados tras la multa impuesta por la FIFA hoy (por ayer) al astro Rivaldo se vieron frustrados: el clima en el entrenamiento vespertino de la «verdeamarela» se parece más a una fiesta.
Los jugadores bromeaban entre ellos, sonreían todo el tiempo y dedicaron más tiempo que nunca a los contactos con la prensa. Además, autorizaron el ingreso al campo de Mipo de los hinchas de Brasil que se desplazaron a Ulsan para ver a sus ídolos.
Héroe y villano de la película, Rivaldo parecía feliz, tranquilo y para nada arrepentido de esa actitud simulada como de haber tenido por el golpe «una hemorragia cerebral». Cuando asumió el comando de la selección brasileña, el técnico Luiz Felipe Scolari advirtió que sus pupilos deben estar preparados para enfrentar un fútbol competitivo, y dejó en claro que no quiere «ángeles» en su grupo: «Angelitos hay en el cielo, no en el fútbol».
Rivaldo contamina el paraíso. Una particularidad de este Mundial es que se juega en un territorio incontaminado por muchos de los peligros que acechan al fútbol. Puede sonar extraño a los oídos de un europeo o de un sudamericano, pero aún hay lugares donde el juego parece preservar una pureza ingenua, probablemente porque son países nacientes a un fenómeno que es parte sustancial de nuestra cultura desde hace un siglo.
La penosa bufonada de Rivaldo pertenece a la categoría de lo que lamentablemente se digiere en nuestro fútbol y, sin embargo, resulta indecente en un ámbito de inmoralidad. Sin saberlo su engaño no se circunscribe a una simulación, por fea e intolerable que parezca. El caso alcanza el valor de la metáfora: el engaño de Rivaldo, por insignificante que parezca, representa lo que tiene de odioso el fútbol que nos hemos acostumbrado a consumir. En otro Mundial, en los países de la vieja cultura del juego, sólo habría afectado a la responsabilidad moral de Rivaldo. Aquí supone eso y mucho más: es el grosero intento de contaminar un territorio virgen de miserias.
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