Las estadísticas son sólo números que usamos intentando reflejar alguna parte de la realidad. Y la realidad de lo sucedido durante 2006 es mucho más compleja que lo que nos pueden indicar los números, especialmente 0,31 por ciento que retrocedió el Promedio Industrial el último día del año cerrando en 12.463,15 puntos. Para muchos parece haber pasado un milenio, pero es bueno recordar los temores y vaivenes que experimentó el mercado con la asunción del último presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, quien con un perfil muchísimo más bajo que el de su predecesor (sobre quien crecen día a día las críticas por lo que se considera un comportamiento poco caballeresco hacia su sucesor) ha logrado sortear un año que pudo ser complicadísimo.
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En primer lugar estuvo la cuestión de la burbuja inmobiliaria que, si bien no se ha solucionado del todo, sigue «desinflándose» de manera pausada sin generar ninguna crisis. Luego la minicrisis de mayo/junio, una mezcla de culpas propias (incomunicación con el mercado, suba de tasas) y ajenas (incremento de tasas en Japón, crisis cambiarias en algunos países de segunda línea) que golpearon especialmente al extremo más riesgoso del mercado. Si bien (los inversores) podemos y nos hacemos los distraídos frente a lo sucedido, lo cierto es que el hecho que financieramente la estrella del año fuera el oro y que el Promedio Industrial superara con creces al NASDAQ y al S&P 500 (algo insólito cuando tenemos un año en que el mercado gana más de 10 por ciento) refleja que las ganas de «cubrirse» frente a algún eventual riesgo sigue latente. Por último (en pos de simplificar) tenemos la desaceleración de la economía y la renuencia de la suba de los precios a «no aflojar».
Por si solo cualquiera de estos elementos hubiera justificado al menos un año bursátil « mediocre». Y sin embargo -posiblemente por el mero hecho de que al final no hubo ningún «desastre»- 2006 terminó siendo una fiesta, en particular por lo vivido en el último trimestre.
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