En el panorama empresarial argentino, existe un adversario silencioso que socava las ganancias antes de que puedan ser utilizadas: el tiempo. No se trata de las demoras administrativas, sino de los días perdidos esperando la liquidación de un pago transfronterizo. Durante esos lapsos, el valor de lo ganado puede desaparecer, devorado por la volatilidad del peso argentino.
El costo oculto de la espera: cómo el tiempo erosiona el valor de las exportaciones argentinas
La demora en pagos externos a través de los bancos corresponsales y la volatilidad del peso merman las ganancias de las empresas locales.
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Multinacionales en fuga: se amplía la lista de compañías que dejan la Argentina

Este es el riesgo de devaluación de las liquidaciones, un fenómeno conocido por todas las empresas argentinas que operan en los mercados internacionales.
La economía exportadora de la Argentina, valorada en u$s80.000 millones de dólares y compuesta por sectores vitales como la agricultura, el litio y la lutita, enfrenta un cuello de botella logístico común. Aunque las empresas argentinas saben operar al ritmo de los negocios modernos, se ven forzadas a utilizar una red obsoleta de bancos corresponsales que retrasa los pagos internacionales entre tres, cinco o incluso siete días.
A diferencia de la mayoría de los demás países, las empresas argentinas asumen un riesgo considerable: que para cuando los fondos lleguen, ya han podido perder valor.
El costo de esta demora es asombroso. Consideremos el ejemplo de un exportador agrícola que factura u$s1 millón. Si el peso se devalúa un 5% en el transcurso de una semana —un fenómeno que ocurrió varias veces solo en 2025— esa liquidación final solo aporta el equivalente a u$s950.000 en poder adquisitivo; u$s 50.000 se evaporan en una sola semana sin que la empresa haya tenido la oportunidad de tocarlos. Al multiplicar este efecto por miles de envíos y miles de empresas afectadas, el costo total para la Argentina resulta ser asombroso.
No es sorprendente que las empresas argentinas hayan recurrido a la dolarización, cláusulas contractuales especiales y monedas estables para amortiguar estos efectos. De hecho, más del 60% de las transacciones criptográficas del país se realizan en monedas estables. Sin embargo, si bien estas herramientas protegen el valor almacenado, no resuelven el problema más difícil: la necesidad de mover dinero a través de las fronteras y convertirlo a la moneda local de forma rápida y a gran escala.
La solución a este problema requiere infraestructuras de pagos que se creen específicamente para superarlo. Al integrar la divisa local en una red global de transferencia de valores, las empresas pueden acceder a un sistema diseñado para optimizar dos parámetros cruciales: minimizar el tiempo y el costo de las transferencias transfronterizas. El objetivo es simple: permitir a las empresas conservar mejor el valor de lo que han ganado, impidiendo que este se esfume durante el proceso de transferencia.
El punto central no es meramente escapar de la inflación. Se trata de proteger el valor en la etapa más vulnerable de los pagos internacionales en la Argentina: la liquidación.
La Argentina es un país inherentemente rico en recursos y talento. La agricultura, la energía, la minería y la creciente economía del conocimiento dependen del acceso fluido a socios globales. Para que estas industrias se expandan y compitan eficazmente en el mercado global, necesitan vías financieras que se muevan tan rápido como su ambición.
La estabilidad monetaria genera certeza. La certeza, a su vez, genera confianza en el futuro. Al reducir el riesgo de liquidación, se permite a las empresas que realizan transacciones en pesos argentinos competir, crecer y desarrollarse, proporcionándoles la confianza de que lo que ganan es, de hecho, lo que conservan.
Director de Crecimiento de OpenFX.
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