“El Impuesto a las Ganancias es un impuesto que puede hacer perder elecciones, pero también que las puede hacer ganar”. Esa parece ser una de las verdades que animó el Gobierno a presentar un proyecto de aumento del mínimo al Impuesto a las Ganancias a la cuarta categoría a 150 mil pesos mensuales. El apoyo del equipo económico a esa iniciativa puede parecer sorpresiva por el apego que tiene al equilibrio fiscal, pero para entenderlo hay que tener una perspectiva macroeconómica más global.
Ganancias: ¿un impuesto que define elecciones?
La suba del mínimo no imponible tiene su consistencia dentro del esquema económico del gobierno, y esa consistencia debe atender al voto de los ciudadanos que en última instancia es fuente de legitimidad.
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El año 2021 aparece a todas luces como un año de fuertes discusiones sociales, ya que la pérdida de ingresos fue generalizada desde 2018: los salarios reales perdieron casi 20%, pero también varios empresarios han sufrido pérdidas, lo que explica las 50 mil empresas que cerraron en ese lapso. A todo esto se suman los datos de pobreza, que el gobierno anterior había dejado en niveles record, pero que empeoraron por la pandemia dejando un escenario social preocupante.
El objetivo enunciado del equipo económico, de incremento de 4% del salario real este año, podría generar resistencia entre los gremios, pero incrementos mayores podrían generar malestar entre las cámaras empresarias. Además, ese incremento de costos salariales podría trasladarse a precios y afectar el objetivo de inflación de 29%, conforme la perspectiva oficial de inflación por costos (parte de la “puja distributiva”). De esa forma debemos entender que el proyecto de ley permite satisfacer demandas gremiales incrementando los ingresos de los trabajadores sin afectar rentabilidad empresaria, ya que la diferencia la pone el gobierno.
Las principales preguntas que surgen entonces son de índole fiscal y distributiva. Desde lo fiscal, ¿el equipo económico no estaría renunciando a ingresos que pudieran comprometer el déficit? En el contexto actual de crecimiento económico, hay que entender que la recaudación en términos reales va a crecer y va a reducirse el déficit sin necesidad de cambiar las alícuotas de los impuestos. Esto hace que el déficit se vuelva endógeno, es decir que es la actividad la que explica el déficit, y no al revés.
El lado distributivo es el más crítico, ya que el impuesto a las ganancias es el impuesto más progresivo y por lo tanto la suba del mínimo imponible puede afectar la distribución del ingreso entre trabajadores. La ampliación de la pirámide de salarios por ese efecto se agrega al efecto de los incrementos de convenio colectivo porcentuales dado que un incremento de 10% a un salario de 100 no es lo mismo que un incremento de 10% a un salario de 1000. Ni hablar de las excepciones injustas que conoce ese impuesto, como el caso de la enorme mayoría de los jueces y empleados judiciales.
No obstante, ese efecto distributivo del impuesto debe ser puesto en perspectiva, ya que los datos de AFIP muestran que la cantidad de contribuyente viene creciendo desde el año 2002. En aquel entonces solo 500 mil trabajadores pagaban ganancias, y fue creciendo hasta 2,5 millones en 2013, tanto por efecto de la mejora salarial como de la inflación. En ese año hubo un incremento del mínimo no imponible que redujo la cantidad de contribuyentes a 1 millón de trabajadores, pero nuevamente este fue creciendo hasta llegar a 2,2 millones en la actualidad, efecto de la inflación principalmente. El efecto que el proyecto de ley parece buscar es el mismo que el de 2013: mejorar la situación económica de una clase media influyente socialmente para lograr réditos electorales.
Como lo vemos, la suba del mínimo no imponible tiene su consistencia dentro del esquema económico del gobierno, y esa consistencia debe atender al voto de los ciudadanos que en última instancia es fuente de legitimidad. Sin embargo, esto no es suficiente para ganar las elecciones: así como en 2013 el gobierno subió el mínimo de ganancia y perdió las elecciones, en 2015 Macri prometió “eliminar” el impuesto, lo que fue un factor que le permitió ganar. Pero el incremento de cantidad de personas pagando el impuesto en 2017 no le impidió realizar una elección exitosa, que luego no pudo revalidar en la estrepitosa crisis del 2019. Esto nos lleva a concluir que el impuesto a las ganancias no siempre es clave para ganar, ya que solo afecta una parte mínima de la población: para ganar las elecciones lo importante es mejorar la situación de los que no pagan ganancias, que son la enorme mayoría de los argentinos.
(*) Coordinador del Departamento de Economía Política del Centro Cultural de la Cooperación
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