12 de diciembre 2006 - 00:00

Maestros en devaluación

Néstor Kirchner recibirá a Rafael Correa, presidente electo de Ecuador, quien llegará a la Argentina para indagar sobre la recuperación económica tras la salida de la convertibilidad. Para Correa, que se dice "de izquierda" y admirador de Hugo Chávez pero rehúye ser catalogado como socialista, el caso argentino es un espejo que permite anticipar los riesgos posibles de Ecuador, país donde la economía está dolarizada desde 2000. Son más las similitudes que las diferencias entre convertibilidad y dolarización, razón por la cual -con cautela-Correa quiere aproximarse a la experiencia argentina para ensayar una salida al esquema sin desatar terremotos.

Rafael Correa
Rafael Correa
Hasta donde se sabe, Rafael Correa no tiene agendadauna escala en las oficinas de Diagonal Norte donde funciona el búnker de Roberto Lavagna a pesar de que, le guste o no a Néstor Kirchner, el ex ministro fue un artífice -no el únicodel repunte tras la crisis de 2001.

Debería: una de las razones de la visita del presidente electo del Ecuador a la Argentina -llegará mañana y se verá con Néstor Kirchner-es estudiar el «caso argentino» en el capítulo referido al fin de la convertibilidad y, más que nada, la pospesificación.

Con sigilo, el ecuatoriano quiere conocer esa experiencia. Su interés tiene una razón precisa: el 15 de enero próximo asumirá la presidencia de Ecuador, país que desde el 9 de enero de 2000 tiene la economíadolarizada. Por entonces, el presidente era Jamil Mahuad.

Se trata de una dolarización no oficializada por EE.UU. por lo cual Ecuador debe procurarse los dólares para su uso. Aquel año se eliminó el sucre, pero todavía sobreviven monedas propias de bajos valores.

La aventura se remonta unos años, cuando Ecuador era gobernado por el excéntrico Abdalá Bucaram, a quien Domingo Cavallo tentó con la dolarización que no pudo imponer en la Argentina. Bucaram duró poco: fue sacado del poder y enjuiciado.

Además de cautelosa, la curiosidad de Correa por el caso argentino es, si se quiere, académica. Como ocurría en la Argentina hasta fines de 2001 respecto de la convertibilidad, en Ecuador es un sacrilegio toda referencia sobre abandonar el régimen de dolarización.

De hecho, antes de la elección que ganó en segunda vuelta, frente a Alvaro Noboa, corrió el rumor de que Correa tenía redactado un decreto para abolir la dolarización. Hasta se citó el número: el 005/ 07. Correa lo negó y atribuyó la versión a una campaña en su contra.

Sin embargo, en más de una ocasión, el ecuatoriano expresó su interés por el «milagro» argentino. Sobre cómo la crisis del sistema financiero precipitó el caos y respecto de cómo, rápidamente, se reactivó la economía.

  • Fascinado

    El último punto es sobre lo que Correa comentará con Kirchner cuando el patagónico lo reciba en la Casa Rosada. Doctor-en Economía graduado en Lovaina e Illinois, el ecuatoriano dice fascinarse con el caso argentino.

    El embajador argentino en Quito, Carlos Piñeiro, fue sometido a más de un interrogatorio -contó a los medios su pasión por el caso argentinosobre la crisis. También Correa indagó al viceministro del Interior, Rafael Follonier, cuando viajó a saludarlo por su triunfo.

    Una observación: por precaución para evitar malos entendidos, Correa orienta sus sondeos a la detección de alertas que se registraron en la Argentina antes de diciembre de 2001, y que con un sistema parecido podrían replicarse en Ecuador.

    El mismo admitió que «convertibilidad y dolarización son casi lo mismo» pero, dijo, el sistema ecuatoriano es más sólido porque recibe divisas por las exportaciones de petróleo y las remesas de ecuatorianos radicados en el exterior.

    Mal haría, claro, si su plan fuese emular la traumática devaluación argentina que dictó, previa autorización del Congreso, Eduardo Duhalde el 6 de enero de 2002.

    En la pospesificación, Correa destacó el ímpetu de Kirchner. Todo se explica: en el tironeo entre el eje radical Caracas-La Habana-La Paz y el bloque moderado que integran la Argentina, Brasil y Chile, el ecuatoriano parece sentirse más a gusto en este último club.

    Formado en Bélgica y Estados Unidos -habla tan bien el inglés como el quichua, que aprendió el año que vivió con la comunidad indígena Zumbahua en la selva-, Correa es un católico practicante, salesiano, que acepta ser considerado «de izquierda», pero no socialista.

    ¿Un distanciamiento de Chávez que lo baña de elogios? Los hechos hablan: días atrás, Correa visitó a Lula y se verá con Kirchner -a ambos les pidió audiencia- mientras que recién en el 21 de diciembre iría a Caracas, en ese caso invitado por Chávez.

    Correa volverá a la Casa Rosada, donde tres meses atrás cruzó unas palabras con Kirchner y Alberto Fernández. Por entonces medía menos de 10 puntos. «Kirchner me trae suerte», contó tras ganar la segunda vuelta en su charlas con argentinos.

    De su diálogo con Fernández, a quien llegó vía Follonier, Correa se intrigó con el mecanismo de jefatura de Gabinete. Al punto que al renovar el organigrama del Estado ecuatoriano incluiría ese cargo, una creación de Raúl Alfonsín poco usual en Latinoamérica.

    Un capítulo cerrado: no se esperan referencias sobre el affaire de Rafael Bielsa como veedor de la OEA. Más práctico, Correa prevé consultar sobre el INTA, la construcción de buques en Astillero Río Santiago, y la reparación de aviones en los talleres militares de Córdoba.

    Un modo de estrechar vínculos: volcarse al Sur para alejarse de Chávez. Eso parece.
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