En el corazón de la Amazonia, la ciudad de Belém se transformó en el epicentro del debate climático mundial. Allí, cerca de cincuenta jefes de Estado y de Gobierno se reunieron este jueves y viernes para abrir formalmente el camino hacia la COP30, con la que Brasil busca consolidarse como referente ambiental global. Sin embargo, el encuentro estuvo atravesado por fuertes contrastes: una ambiciosa agenda verde impulsada por el presidente Luiz Inácio Lula da Silva frente a un escenario internacional de tensiones geopolíticas, conflictos armados y un creciente escepticismo hacia las políticas climáticas.
COP30 en Brasil: Lula llama a usar los fondos del petróleo para financiar energías limpias
Lula exige “una COP de la verdad” y propone redirigir los beneficios del petróleo hacia un fondo para energías renovables, en un contexto marcado por la ausencia de Estados Unidos y las tensiones globales.
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La COP30 se celebra oficialmente del 10 al 21 de noviembre en Belém. Pero, más allá de las negociaciones, el mensaje brasileño de Lula da Silva ya resuena: el tiempo de las promesas terminó; empieza el de las decisiones.
Desde el inicio de la cumbre, Lula marcó el tono de su mensaje: “Necesitamos una hoja de ruta justa para revertir la deforestación, superar los combustibles fósiles y movilizar los recursos necesarios para esos objetivos”, afirmó ante los líderes. “Las fuerzas extremistas inventan mentiras con fines electorales y encarcelan a las futuras generaciones en un modelo anticuado que perpetúa la desigualdad y la degradación ambiental”, agregó, en una crítica velada al negacionismo climático que aún domina parte del escenario político internacional.
El mandatario brasileño insistió en que los conflictos armados están frenando la acción climática global. “El conflicto en Ucrania revirtió años de esfuerzo para reducir las emisiones y llevó a la reapertura de minas de carbón. Gastar en armas el doble de lo que se destina a acción climática es pavimentar el camino hacia el apocalipsis climático. No habrá seguridad energética en un mundo en guerra”, sentenció Lula, ante un auditorio que incluía al secretario general de la ONU, António Guterres, y a líderes europeos como Emmanuel Macron, Keir Starmer, Pedro Sánchez y Ursula von der Leyen.
Brasil recibe a más de 50 líderes mundiales en la antesala de la COP30.
El presidente brasileño propuso crear un fondo nacional que canalice los lucros del petróleo y el gas hacia inversiones en energías renovables, en línea con su llamado a una transición “justa, ordenada y equitativa”. “Es necesario que los países del Sur Global tengan acceso a financiamiento y tecnología. Direccionar parte de las ganancias del petróleo para la transición energética es un camino válido para alcanzar la justicia climática”, afirmó Lula.
El mandatario también expuso la dimensión social del desafío: “Unas 2.000 millones de personas no tienen acceso a combustibles adecuados para cocinar; 660 millones dependen de generadores diésel, y 200 millones de niños estudian sin electricidad. Sin energía no hay salud, educación ni agricultura moderna”, remarcó.
A su turno, Guterres advirtió que el límite de 1,5 °C de aumento de la temperatura global ya está fuera de alcance, y lanzó un mensaje severo: “Podemos elegir liderar o ser llevados a la ruina. Demasiadas corporaciones obtienen beneficios récord de la devastación climática, mientras gastan miles de millones en lobby y en obstaculizar el progreso”.
Las intervenciones de otros líderes también reflejaron la tensión del momento: el presidente chileno Gabriel Boric denunció las “mentiras deliberadas” de quienes niegan la crisis climática; la primera ministra de Barbados, Mia Mottley, criticó la inacción de los países ricos por no capitalizar el fondo de pérdidas y daños, y el príncipe William advirtió que el planeta “está peligrosamente cerca de sus puntos críticos de no retorno”.
Brasil, anfitrión y protagonista
La elección de Belém como sede no fue casual. Ubicada en plena Amazonia y con más de la mitad de su población en barrios populares, la ciudad simboliza tanto los desafíos ambientales como las desigualdades estructurales del país. El gobierno brasileño invirtió más de 6.000 millones de reales para preparar la infraestructura de la COP30 -entre obras de saneamiento, drenaje, modernización del puerto y ampliación del aeropuerto-, además de ofrecer alojamiento gratuito en buques para las delegaciones de países de bajos ingresos.
El secretario extraordinario de la COP30, Valter Correia, destacó que más de 160 países confirmaron su participación y que el evento dejará un “legado duradero” para la región norte: “Belém ya no es la misma ciudad. Más de 600.000 personas serán beneficiadas directamente por las obras de infraestructura. Esto es desarrollo, no solo diplomacia climática”, afirmó.
Un clima político desafiante
La cumbre se desarrolla en un contexto global convulso: guerras, tensiones comerciales, restricciones presupuestarias y un auge de movimientos populistas contrarios a la agenda verde. A ello se suma la ausencia de Estados Unidos, cuyo presidente Donald Trump volvió a calificar la ciencia climática de “estafa”, dejando a Washington fuera de la mesa de negociaciones.
A pesar de las contradicciones -como la reciente autorización de Brasil para explorar petróleo en la desembocadura del Amazonas-, Lula aspira a que esta COP sea un punto de inflexión. “Los científicos ya cumplieron su papel; ahora nos toca decidir si el siglo XXI será recordado como el siglo de la catástrofe climática o como el momento de la reconstrucción inteligente”, concluyó.
La COP30 se celebra oficialmente del 10 al 21 de noviembre en Belém. Pero, más allá de las negociaciones, el mensaje brasileño ya resuena: el tiempo de las promesas terminó; empieza el de las decisiones.





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