El atractivo
del
documental
del argentino
Matías
Saccomano
sobre
músicos de
Camerún
reside en
que sus
paisajes y su
anecdotario
bien podrían
ser de
Misiones,
Paraguay o
el suroeste
brasileño.
Abyali» (Argentina, 2008, habl. en francés). Dir.: Matías Saccomano. Documental.
El contenido al que quiere acceder es exclusivo para suscriptores.
En una pequeña ciudad de provincia, bastante pobre, pero de gente alegre, casas tropicales de madera, tierra rojiza y ondulada, un grupo de jóvenes músicos, que se ganan la vida malamente en otras tareas, bromean y practican con vistas a su participación en el próximo festival de valores locales y vecinos. Ellos quieren afirmar su conjunto, la tradición de su pueblo, y también un sueño mayor, que uno de ellos expresa hacia el final de la película: «mostrarle al mundo que un hombre puede vivir de su oficio, y un artista de su arte».
La acción bien podría transcurrir en el interior de Misiones, del Paraguay, o del suroeste brasileño. El paisaje es exactamente el mismo, igual que lo son las ilusiones, las limitaciones que deben sobrellevarse, y las andanzas amigueras, inocentonas, de muchachos grandes, acostumbrados a vivir con poco, y disfrutar cosas que a otros nos parecen poco. Pero no son de por acá, sino del otro lado del Atlántico. Son muchachos camerunenses, del pueblo de Yaundé, no muy distinto a ciertas partes de Oberá, y lo que tocan es la música que oyeron de sus abuelos, porque quieren recuperar ciertos ritmos e instrumentos tamboriles, aunque por ahí, en un boliche, el autor nos haga escuchar un tema bastante parecido a cualquiera de los latinos que se difunden en esta parte del planeta. El autor es Matías Pablo Saccomanno, rosarino criado en la Patagonia, viajero de tranco largo, que últimamente estuvo trabajando en el Africa para la Unesco y la ONG Ingenieros sin Fronteras. Y lo que aquí nos ofrece, este registro de los componentes de un grupo llamado Abyalí Percussion, más que el atractivo de lo pintoresco, tiene el interés de las coincidencias. La gente es la misma, en todas partes. Claro que hay diferencias: por ejemplo, la mujer del protagonista aprueba la poligamia, y dice, sin problemas, «me gustaría que la segunda mujer de mi marido sea una francesa linda». Sería muy raro, entre nosotros, que la esposa de uno diga algo semejante.
Dejá tu comentario