23 de septiembre 2008 - 00:00
Alemania recupera el mito Romy Schneider
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La película de Joseph Rusnak, una coproducción germano-austríaca presupuestada en 23 millones de euros que protagoniza una Catterfeld de sorprendente similitud con Romy, pretende ser un retrato «temporal y costumbrista», en palabras del cineasta alemán afincado en Hollywood, que podría competir en el Festival de Cannes.
Además de las películas en ciernes y la nueva biografía, el museo Opelvillen de Rüsselsheim (oeste de Alemania) le dedica estos días una exhibición fotográfica, con una colección de 130 retratos.
Romy Schneider rodó en su corta vida 60 películas, entre las que se destacan, aparte de la trilogía sobre la emperatriz austrohúngara, el episodio de Luchino Visconti en «Boccaccio 70» (1962); «El cordero enardecido» (1974), de Michelle Deville; « Inocentes con las manos sucias» (1975), de Claude Chabrol. Por «Lo importante es amar» (1974), de Andrzej Zulawski, y «Una historia simple», de Claude Sautet (1978), recibió sendos premios César. Durante la década de los 60 y 70 trabajó a las órdenes de otros grandes directores como Orson Welles y Otto Preminger.
Hija de una estirpe de actores trabajó como una posesa y llegó a rodar cuatro películas a la vez, al tiempo que buscaba refugio emocional entre sus compañeros de reparto, pero también en las pastillas y el alcohol.
La relación con Delon y dos matrimonios fracasados, la convirtieron en carne de cañón de los medios, que especularon sobre la posible bisexualidad de la actriz, que «encarna los clichés de la mujer de la posguerra: de virgen a puta pasando por madre arrepentida», en palabras de su biógrafa, la feminista alemana Alice Schwarzer.
La propia Schneider cimentó el mito, confesando en un semanario alemán haberse practicado un aborto, cuando la interrupción voluntaria del embarazo estaba prohibida en este país. Además, fue la misma actriz que accedió a que se publicaran desnudos suyos en «Playboy».
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