30 de diciembre 2020 - 00:00

El Malba festeja sus dos décadas con nuevo montaje de sus obras

El recorrido, que se abre con una pintura de Joaquín Torres García, continúa con "Salón" (una visita al arte "burgués") para luego profundizar en lo moderno y autóctono, identidad de la institución.

Norah Borges. “Bodegón con figura” integra el acervo del Malba.

Norah Borges. “Bodegón con figura” integra el acervo del Malba.

El Malba festejará sus 20 años en 2021 con un nuevo montaje de su colección permanente. “Latinoamérica al sur del Sur”, la muestra organizada por la nueva directora artística del Museo, la venezolana Gabriela Rangel, junto a Florencia Malbrán y Verónica Rossi, se abre con una pintura de Joaquín Torres García que dialoga con el arte del período prehispánico. Después de radicarse en el Norte durante años, Torres regresó a Montevideo y descubrió las piezas arqueológicas que pasarán a ocupar un lugar privilegiado entre sus símbolos. La alianza vanguardista con el arte precolombino se advierte también y, por primera vez, en la exhibición.

El capítulo denominado “Salón” deja entrever, con el montaje de los cuadros agrupados en varias hileras superpuestas al igual que en los viejos museos, el crecimiento y la diversidad de la colección. El conjunto traza un perfil burgués, a partir del gusto de un coleccionista porteño. El arte del final del siglo XIX y principios del XX aparece en el simbolismo de Faustino Brughetti y en la potencia de la influencia europea. Bajo los retratos del uruguayo Carlos Federico Sáez figura una “silhouette” de la fotógrafa contemporánea Rosana Schoijett, un perfil con la vieja técnica del papel recortado, un recuerdo de los viajes por el mundo. Las imágenes religiosas de Alfredo Guttero y del contemporáneo Santiago García Sáenz comparten su protagonismo con una luna de Cúneo. Las imágenes movilizan la memoria de los visitantes del Museo.

En el núcleo “Arte moderno y pensamiento autóctono”, está Frida Kahlo frente a Torres García y rodeada por Leandro Katz, Gurvich y Jorge Eduardo Eielson, artista cuya obra gira en torno del quipu o nudo de la cultura andina. En el núcleo “La ciudad del futuro”, el arte actual y la vanguardia continúan juntos. Horacio Coppola, Facundo de Zuviría y Alberto Goldenstein retratan el vértigo de las nuevas urbes. Rafael Barradas pinta sus vibrantes escenas, y Miguel Covarrubias el glamour de las calles de París. “Abaporu y la cultura negra” expresa la capacidad de los latinoamericanos para fagocitar las culturas foráneas. “Sólo el canibalismo nos une”, dice el Manifesto de Oswald de Andrade. La propuesta es “tragar” la cultura europea para digerirla y producir arte brasileño, representado en esos pies inmensos pintados por Tarsila do Amaral. En abierto contraste figura el paisaje transparente de Armando Reverón. Junto a las dulces mulatas de Di Cavalcanti, están los candombes del uruguayo Pedro Figari quien se radicó en Buenos Aires para iniciar su carrera. En la muestra figuran referencias a su cosmogonía del hombre primitivo, su visión utópica del Uruguay y sus trogloditas.

Rangel apuesta fuerte en temas como “Vanguardias”, y también en “Xul Solar y el idioma de los argentinos”. “En las primeras décadas del siglo XX, Emilio Pettoruti, Diego Rivera y Norah Borges, entre otros artistas latinoamericanos, viajaron a Europa con la voluntad de explorar y profundizar nuevos lenguajes artísticos, buscando elaborar nociones de quiebre y continuidad entre lo viejo y lo nuevo”, observa Rangel. Resulta sorprendente encontrar “Bodegón con figura”, una pintura de 1919 de la siempre olvidada Norah Borges, escoltada por “La canción del pueblo” de Pettoruti y una acuarela de Xul Solar. Los tres enfrentan el retrato cubista de Ramón Gómez de la Serna pintado en 1915 por Diego Rivera, estrella del muralismo mexicano, la primera vanguardia surgida en América. En los años 20, Norah se exponía junto a Xul y Pettoruti y hoy, su pintura vuelve a ocupar el lugar dónde debe estar.

Entre los tesoros del Malba figuran las pinturas del capítulo “Antonio Berni y la lucha social”. El artista había realizado sus obras surrealistas en París y al regresar a la Argentina enfrenta la crisis del 30, la desocupación, la pobreza, y abandona este movimiento. Acompaña entonces a David Alfaro Siqueiros y pinta un mural sin contenido político. Pero, “Manifestación”, “una suerte de mural portátil”, representa el gran tema de Berni, el hombre sufriente de Latinoamérica que permanece en su obra a lo largo de toda su trayectoria, con sus diversas encarnaciones.

“Surrealismo, la materia del sueño”, muestra la influencia de André Breton y su Manifiesto de 1924. Allí propone el automatismo como método para la creación. La exhibición rescata a Roberto Matta y su cuadro “Desastres del misticismo” o, Wifredo Lam, quien luego de su paso por el surrealismo en París, realiza una obra inconfundible, centrada en el primitivismo y la cultura afrocubana. Con el arribo de la Segunda Guerra Mundial, el surrealismo se disgrega por el mundo. Al promediar la exposición, lucen en la sala el color y las formas abstractas. “Marco recortado: el arte concreto y sus discrepancias”, presenta a los concretos rioplatenses en 1944, cuando publican el único número de Arturo: Revista de Artes Abstractas. Allí se trata el problema del marco tradicional de la obra. “El folklore urbano en imágenes” exhibe las expresiones del Pop, las grandes transformaciones de las ciudades y la “arquitectura emocional” de Mathias Goeritz. Y el ciclo se cierra con “El giro conceptual: la idea como protagonista”. Liliana Maresca, Víctor Grippo, Cildo Meirelles, León Ferrari, Fernando Bryce, Mira Schendel, Luis Camnitzer, Alberto Greco y Alicia Penalba, son algunos de los artistas.

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