22 de octubre 2001 - 00:00

Avatares de la TV

Avatares de la TV
(19/10/2001) Aunque todavía sin llegar a los apasionamientos de Soledad Silveyra por los valientes de «Gran hermano» ni a la «perversión» de Juan Castro en la horrorosa «Confianza ciega», Karin Cohen se muestra mucho más a la altura de las circunstancias que Ari Paluch como conductora del reality con actores de Azul TV. Aunque se diga que Paluch renunció «por falta de disponibilidad de horarios», lo cierto es que no se lo veía cómodo en esa función, cosa que él mismo ya había adelantado en la conferencia de prensa previa al lanzamiento del programa donde dijo que hacía bastante que quería reciclarse en la TV y terminó aceptando «eso» porque era lo único que le habían ofrecido.

Lo «importante», sin embargo, sigue sucediendo dentro de la casa, o «la mansión» como le gusta decir a Cohen. El resumen que muestra cada noche la TV abierta (quien quiera aburrirse mortalmente también tiene en Multicanal la transmisión «cruda» de «Reality reality» las 24 horas) hasta hace poco tenía que conformarse con imágenes de los participantes bañándose, pero esta semana ya pudo solazarse con las frecuentes peleas que tienen las «figuras», como le gusta decir a Edda Bustamante, la más veterana entre las actrices.

Poco a poco, todos van mostrando «la hilacha», al decir de Cohen, de modo que, prolijamente editado se pudo ver, por ejemplo, cómo Juan José Camero enloqueció de furia porque alguno de sus compañeros dijo que otro dijo que «cambia de personalidad cuando le falta el vino». Pese a que ya se vieron dos violentos y patéticos episodios protagonizados por el maduro actor a la hora de la comida justamente porque la producción empezó a racionarles el alcohol, un ofendido Camero se espantó de la «imagen» que le quedaría «a los millones de ahí afuera» sobre su persona. Tal vez su reacción hubiera sido otra de saber que el rating del programa no llega a los 5 puntos.

Entre otras lindezas, el espectador asistió, además, a un conciliábulo masculino donde «se hablaba escatológicamente de la higiene de las mujeres», según adelantó Cohen. Ramiro Blas contó: «Yo ya me encontré en el baño, usados, dos de esos 'Carlitos' con hilito que se hinchan en determinadas oportunidades, viste?». ¿»Cuántas mujeres hay acá?», preguntó Emilio Bardi. «Siete», respondió Blas. «Bueno, pensemos cuál de las seis los dejó entonces», Bardi. Carcajada general. «¡Ay, cómo van a decir eso! Se referían a una de las participantes ¿Se dieron cuenta ustedes?», aclaró innecesariamente Karin Cohen. Mejor ni pensar en lo que se verá y escuchará en los dos meses de convivencia que todavía tienen estas «figuras» por delante.

Los televidentes pudieron ver durante la mañana de anteayer -si existe alguien que prende a las siete la TV para ver «realities»- que por fin pasó algo en uno de ellos. Tampoco fue para tanto y, para peor Sky, que emite «El bar» durante las 24 horas, cortó la transmisión cuando la acción se tornaba más espesa. El revuelo lo causaron dos de las participantes que se desnudaron y a continuación protagonizaron una suerte de «fiestita» grupal, aunque nuevamente vestidas. Sky, que garantiza la emisión ininterrumpida de «El bar II», optó por cortar el riguroso «vivo» ya que las escenas no se ajustaban al horario de protección al menor. Sin embargo, algo pudo verse durante los resúmenes que emite América, y los programas de Jorge Rial y Lucho Avilés, entre otros, contribuyeron a promover lo ocurrido y entrevistaron a las protagonistas. Como siempre, se habló mucho más de lo que efectivamente ocurrió.

Además de los episodios sexuales que condimentan el programa, la otra obsesión de la producción, vociferada por Andy Kusnetzoff cada vez que puede, es la facturación. Pese a que el programa funciona bien comercialmente, ni bien Andy termina de entrevistar a alguno de los participantes o al grupo en su conjunto, los manda a trabajar como si fueran sus empleados. Pero lo curioso es que los jóvenes se van comprometiendo paulatinamente con las ventas, como si fueran accionistas de la productora que se beneficia con las ganancias. Por caso, Franco mandó a las mujeres de su grupo a «incentivar como sea» a los clientes masculinos a consumir más.

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