4 de julio 2002 - 00:00

Con un logrado "Episodio II", Lucas recupera algo de nivel

Hayden Christensen
Hayden Christensen
«StarWars-Episodio II: El Ataque de los Clones» («Star Wars-Episode II. Attack of the clons», EE.UU., 2002, habl. en inglés). Dir.: G. Lucas. Int.: H. Christensen, N. Portman, E. McGregor, S.L. Jackson y otros.

P or varios motivos, con «Episodio II», la Fuerza vuelve a estar con los fans de «La guerra de las galaxias». Esta quinta entrega de la saga de los caballeros Jedi no sólo supera lejos a su flojísima antecesora (la indigna «Episodio I»), sino que incluso es bastante superior que la última parte de la primera trilogía, «El Regreso del Jedi».

Viendo «Episodio II», casi hasta se le puede perdonar ese mal paso: la primera película de la historia del cine íntegramente filmada con el proceso de video de alta definición y alterado expresamente para luego poder adaptarse a una copia de celuloide de 35 mm tiene escenas que pueden dejar pasmado al más escéptico de los espectadores. Una sola secuencia puede incluir una especie de circo romano en un planeta del quinto infierno, con dos jedis y una senadora enfrentados a tres monstruos gigantes, mientras los miran Christopher Lee y millones de espectadores con formas de insectos alados, a lo que luego hay que agregar un ejército de miles de clones, el maestro Yoda, docenas de jedis laser en mano y miles y miles de robots asesinos de todos los colores y tamaños.

Habría que pensar en «Jurassic Park», «Quo Vadis», «Starship Troopers», Indiana Jones y los viejos films de Sinbad de Ray Harryhausen explotando al mismo tiempo en un solo rollo de película para entender que este concepto sería simplemente imposible si no fuera porque a George Lucas se le dio la gana. Y al mencionar todas estas fuentes pasamos inmediatamente del plano técnico al creativo: desde algún viejo western de John Ford a clásicos del cine de aventuras como «Zulú» llenaron de magia un episodio que provoca aplausos espontáneos en el público (y también algunas revoleadas de espadas Jedi luminosas y todo) cuando el viejo Yoda demuestra que lucha mejor que el flojo de Ewan McGregor, aunque éste tiene un par de escenas que lo vuelven bastante hombrecito.

Justamente en ese tipo de detalles -que por suerte van creciendo sin pausa hasta un final para la antología-nos llevan a otro plano en donde este «Episodio II» termina triunfando más allá de toda duda: los cruces con los primeros tres films de «La guerra de las galaxias» están marcados con gusto y precisión para conquistar por completo a las ya varias generaciones de adictos a la Fuerza, sus defensores y enemigos.

Hallazgo

Elegir a Christoper Dracula Lee como el villano principal es una idea estupenda, sobre todo teniendo en cuenta que Peter Cushing era el rostro del mal en la película de 1977; y volver a permitirle a John Williams esos ominosos acordes del tema musical de Darth Vade r era algo casi indispensable.

Pero, no todo es maravilloso. Entre tanta alegría hay que reconocer que en estos tiempos de debate sobre la clonación humana hacer que un espantoso ejército de clones salve el partido no suena como la mejor idea. Y si uno no supiera que es un pichón de
Darth Vader, sería imposible no taparse los ojos a la segunda vez que aparece Hayden Christensen haciendo de híbrido entre aprendiz de Jedi y Backstreet Boy. Además, en la primera mitad de película hay no menos de media docena de escenas dialogadas que no sirven para nada. Y las escenas románticas entre la senadora Natalie Portman y su novato galán muestran como nunca el lado ridículo de la Fuerza al punto que provocan risas burlonas en los espectadores mejor predispuestos (falta que digan «somos de mundos diferentes» para no darse un beso).

De todos modos, lo bueno de
«Episodio II» es tanto y tan variado que al final no importa nada, sólo las ganas de que Lucas avance con lo mejor de este material cuando llegue el momento de enfrentarse a «Episodio III».

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