Cortez es un clásico y así lo entiende un público que prácticamente colmó las dos funciones que hizo en Buenos Aires y los que seguramente ya se preparan para verlo en el interior del país. Sus recitales en el Gran Rex tuvieron muy pocas novedades, pero tuvieron la solvencia de los que conocen largamente el oficio.
El contenido al que quiere acceder es exclusivo para suscriptores.
En este caso, el cantautor pampeano sumó a Los Andariegos, un conjunto cuya formación ya no es la misma de otros tiempos y de cuyos miembros más antiguos sólo quedan Raúl Mercado, Agustín Gómez y Cacho Ritro. Tampoco son los mismos los resultados musicales de un grupo que, en sus comienzos mendocinos, llegó a escribir un importante capítulo en la historia de la música folklórica argentina. Su presencia en el comienzo con un pequeño set y luego respaldando a Cortez promediando el recital es más un gusto que quiso darse el cantante -que los conoció en sus tiempos de estudiante de San Rafael y, además, acaba de editar un álbum folklórico-, que un aspecto central del espectáculo.
Salvo en ese comienzo con «Alfonsina y el mar», «Canción del jangadero», «Los ángeles verdes», de Ritro, y «Chacarera de las piedras», lo de Cortez circuló por los carriles más conocidos. Desfilaron, entonces, para gusto de sus seguidores, clásicos como «A mis amigos», «Mi árbol y yo», «Como el primer día», «Callejero», «A partir de ma-ñana», «Te llegará una rosa», «El abuelo», «Castillos en el aire», la bellísima zamba «Distancia», «Cuando un amigo se va», etc. Siempre con la eficiente compañía de un grupo dirigido por el catalán Ricard Miralles, presentó, sin embargo, algunas novedades y algunas piezas que aparecen menos en su repertorio, como «Los demás», «Hasta cuándo», «El río» -que hizo sobre una poesía de Yupanqui-o «Mi país».
Dejá tu comentario