12 de enero 2006 - 00:00
Crónica de un Hollywood turbulento
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Hearst dictaría severas normas para que en la misma página de alguna de sus publicaciones nunca coincidieran su esposa y su amante. Cada una tenía su palacio (Marion, el de San Simeon, legendaria mansión que Welles rebautizó como Xanadú en «El Ciudadano»), aunque finalmente la situación resultaría insostenible. Pero ni siquiera llegó a plantearse el divorcio.
La ruptura aconteció en 1925, pero guardando las apariencias. Una separación legal habría arruinado al magnate y perjudicado los intereses de su esposa oficial.
Hearst no pudo sustraerse a los escándalos y orgías que azotaron el Hollywood clásico. David Nasaw da buena cuenta de ello en su biografía del magnate de la prensa y del cine, que no en vano reunió a muchas reinas de las instalaciones de Metro-Goldwyn -Norma Shearer, Joan Crawford, Lillian Gish, Greta Garbo...-, aunque sólo Marion Davies dispuso de un palacio propio. Pues bien, lo más granado de Hollywood recibió una invitación de Hearst para participar en un lujoso crucero, en noviembre de 1924.
La excusa era celebrar el 43º aniversario de Thomas H. Ince, productor, director e inventor del western. También estaba a bordo Charles Chaplin, que fue descubierto en un camarote haciendo el amor con Marion Davies. Pero alguien informó mal a Hearst, diciéndole que la actriz había estado retozando con Ince. Según la explicación oficial, éste sufrió un infarto y falleció al día siguiente.
• Rumores
A raíz de aquel suceso, en Hollywood «empezaron a circular rumores de que Hearst, en un ataque de celos, había matado a Ince (...) En años venideros, Hearst sería acusado de envenenar a Ince, dispararle, contratar a un asesino para que le disparara, herirle de muerte por error al atacar a Chaplin y, reciente y grotescamente, en un artículo publicado en 1997 en 'Vanity Fair' (revista antiguamente comprada por el propio Hearst), de clavarle accidentalmente el alfiler del sombrero de Marion en el corazón, causándole un instantáneo y mortal infarto».
Curiosamente, Chaplin también era confidente de Millicent, la esposa del magnate. «Cuando llego -le manifestaba al genial comediante, aludiendo a las visitas de su consorte-, siempre se muestra cariñoso y encantador, pero nunca se queda más de unas horas. Y siempre sucede lo mismo: en mitad de la cena, el mayordomo le da una nota, después él se excusa y se levanta de la mesa. Luego, avergonzado, dice que en Los Angeles hay un asunto de negocios que requiere su atención inmediata y todos simulamos creerle. Todos sabemos que va a verse con Marion».
Como muchas luminarias de Hollywood, Marion Davies tenía un serio problema: la bebida. De ahí que en San Simeon estuviera prohibido tomar una copa. Otro dipsómano notorio, Herman J. Mankiewicz («¿No es mejor Herman J. Mankiewicz borracho que casi todo el mundo sobrio?», solía decir), periodista, dramaturgo y guionista, hermano del cineasta Joseph L.
Mankiewicz, un asiduo a las veladas de San Simeon, fue quien facilitó a Welles -constando como coguionista- valiosísima información para su legendaria película «El Ciudadano» («El Ciudadano Kane», en el original) donde el propio Welles encarnaba la figura de Kane/ Hearst.
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