4 de enero 2007 - 00:00

"Déjà vu"

Denzel Washington vuelve a encarnar a un obsesivo investigadoren este casi siempre eficaz entretenimiento de TonyScott, que moderniza el concepto de los viajes en el tiempo.
Denzel Washington vuelve a encarnar a un obsesivo investigador en este casi siempre eficaz entretenimiento de Tony Scott, que moderniza el concepto de los viajes en el tiempo.
«Déjà vu » ( Id., EE.UU., 2006, habl. en inglés) Dir.: T. Scott. Guión: B. Marsilii y T. Rossio. Int.: D. Washington, P. Patton, V. Kilmer, J. Caviezel, D. Goldberg.

En este tercer trabajo para el director Tony Scott, después de «Marea roja» y «Hombre en llamas», Denzel Washington hace una vez más de investigador (de una oficina del Gobierno en el caso). Igual que el personaje de «Hombre...», Doug Carlin (Washington) abraza la investigación de una pavorosa explosión como algo personal, gracias a una atractiva vuelta del tuerca del guión que atrapa al espectador, una vez que empieza a entender el galimatías tecnológico que aparece como otro protagonista de la historia.

La voladura de un ferry abarrotado de marineros y de familias celebrando Mardi Gras en un río de Nueva Orleans se revela pronto como un demencial atentado terrorista (alguien subió a bordo una camioneta con una potentísima bomba), que acaba con la vida de más de 500 personas. Pero, no bien empieza la investigación, la autopsia del cuerpo de Claire, una bella desconocida hallado muy cerca del escenario de la tragedia se convierte para Carlin en la pista que lo llevará al autor de la masacre.

Merced a su corazonada, Carlin es invitado a sumarse a un grupo de investigadores del FBI provisto de la más sofisticada tecnología por satélite que pueda uno imaginarse, donde le muestran lo fácil que es ver a través de cualquier cosa («como en Irak») o simplemente atravesar paredes para ver y oír a una persona en su intimidad sin que ésta tenga idea (una realidad que realmente inquieta). Pero hay algo más. Estos científicos -un tanto tocados como corresponde- han descubierto algo que es bastante más difícil de entender para cualquier hijo de vecino, por más que se le cite a Einstein o se le explique el programa de distintas maneras. De hecho, Carlin no lo entiende y se enfurece, justo cuando al espectador (sobre todo el que no está familiarizado con la cultura y el lenguaje hi-tech), la película se le está siendo ardua. Para decirlo fácilmente, esta gente ha encontrado la manera de «entrar» al pasado reciente de cualquiera y reflejarlo en una pantalla, por lo que ante los ojos de un horrorizado Carlin pasan las imágenes de Claire viva cuatro días antes del estallido, como si alguien hubiese instalado una cámara en su casa. De ahí a preguntarse sobre la posibilidad de viajar en el tiempo y operar sobre el pasado, hay un solo paso. Lo que sigue ya no da respiro (y será especialmente disfrutado por los amantes de los videojuegos), aunque luego surjan algunas preguntas que no tienen respuesta «lógica».

  • De interés

    Sin olvidarse de que se trata sólo de un entretenimiento, casi siempre eficaz (con la violencia y la acción dosificadas a la perfección como en todo film de Tony Scott), hay detalles de interés, como que en ningún momento la gente a cargo de la investigación dude de que el ataque haya sido obra de un solo hombre y jamás se sugiera siquiera la posibilidad de los terroristas habituales en el cine norteamericano actual. Para que el guiño sea aún más transparente, un sorprendente Jim Caviezel (el por lo general beatífico protagonista de «La pasión de Cristo» de Mel Gibson) resulta ser el «patriota» desaforado que ideó y llevó a cabo la matanza, al que aquí se compara con el solitario perpetrador de la masacre de Oklahoma en 1995. Y todavía queda otro detalle inteligente: utilizar la Nueva Orleans post-Katrina como mudo pero expresivo telón de fondo.
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