Las familias de una cuadra comienzan a ser desalojadas, voces y gritos se cruzan, los pobladores se confunden y una sabía búha ve todo lo que ocurre y lo que va a ocurrir en “Falla humana” (Seix Barral) de la escritora chilena Diamela Eltit, que vino a presentar esa novela en la Feria del Libro y a acompañar a la afamada artista conceptual Lotty Rosenfeld en su exposición “Entrecruces de la Memoria”. Dialogamos con Eltit.
Diamela Eltit: escribir contra la ciudad dictatorial
Diálogo con la narradora chilena que vino a presentar en La Rural "Falla humana", una novela en la que una búha sabia anticipa todo lo que va a ocurrir en una cuadra donde habrá cruentos desalojos.
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Periodista: ¿Cómo surge la idea de contar de forma coral el desalojo de las familias de un barrio?
Diamela Eltit: De repente eso hizo sentido. No necesariamente se puede pasar un tiempo sin escribir ficción hasta que algo se organiza. Yo trabajo desde la escritura misma. No tengo un texto medianamente organizado en la cabeza. No tomo apuntes ni nada por el estilo.
P.: Se lanza a la aventura.
D.E.: Hay escritores que operan de acuerdo a su imaginario, y a lo que se plantean como productores narrativos. En mi caso no tengo un dominio íntegro del texto, ojalá lo tuviera. No puedo partir de una idea porque generalmente me falla. Hace años, cuando pensé escribir sobre una pareja, me senté a escribir y salieron unos mellizos; después me di cuenta de que son la pareja por excelencia porque están unidos desde el primer minuto. De eso no me había dado cuenta hasta que apareció. Nunca pensé escribir sobre una búha, no estaba en mi imaginación, y recién pude organizar la novela cuando la búha voló a la pantalla de la computadora, y se instaló desde la primera página, y me empezó a contar de los problemas de un montón de gente.
P.: ¿Esa libertad narrativa es lo que ha marcado su estilo?
D.E.: Lo que me llevó escribir fue la incerteza de lo que voy a hacer cuando aún no vela a ninguna búha o los mellizos no estaban. Los tiempos blancos no me afectan. Me siento a escribir y ese algo inesperado, esperado, aparece. Y me parece bien. Fue la fórmula desde mi primer libro hasta ahora. En mí las novelas tienen su tiempo cruzado por una incertidumbre invasora. La sensación de qué no. Los escritores sabemos que la producción literaria es una fuga hacia otro tiempo, trabajo y goce. Lo central para mí es establecer una poética.
P.: ¿Adónde la llevó la búha?
D.E.: La búha tiene la capacidad de ver en la noche, como los gatos. Ve lo que no podemos o no queremos ver. Ella anticipa el desalojo de familias. Algo común cuando se ha revaluado, se ha retasado una zona. Y si alguien no está para estar ahí se lo desaloja por las fuerzas o las inmobiliarias. La riqueza desplaza y ocupa zonas que considera le pertenecen En esto hay una falla humana.
P.: ¿Eso la llevó a contar de los problemas de una cuadra de un barrio que puede ser de diversos países?
D.E.: Hay desigualdades en todas partes, especialmente en ciudades de Latinoamérica. Yo siempre trabajo con espacios circunscritos, acotados. La cuadra me permitió hablar de la desigualdad, la discriminación, la injusticia de los desalojos.
P.: Vino a acompañar la muestra de la artista Lotty Rosenfeld “Entrecruces de ña memoria”. ¿Por qué muchas de las obras fueron hechas por el grupo CADA en el que usted participó?
D.E.: El CADA, Colectivo de Acciones de Arte, fue una propuesta de Lotty de hacer algo desde el arte frente a la ciudad dictatorial. Había estado de excepción, lo que Agamben llama “poder soberano”. La noche chilena se cerró en una oscuridad infranqueable. Fue muy asfixiante. Tuvimos que aprender a circular, a pensar dos veces lo que se decía. Como profesoras tenía que tener cuidado porque había muchas alumnas delatoras, En el grupo, donde yo era la escritora, Lotty propuso salir a la calle y hacer algo chiquito, pintar en las paredes NO MÁS. Dos palabras sin la compañía de signos de ninguna especie. Acaso con signos hubiera sido algo más fácil de entender, pero esperamos que la ciudadanía completara la frase con sus demandas: no más muertes, no más dictadura, no más abusos. Fue una apuesta lanzada al aire bajo el toque de queda. Parte de los trabajos de CADA, fundamentalmente los de Lotty, se mostraron en el Centro Cultural Matta de la embajada de Chile y en el Parque de la Memoria.
P.: Esa consigna abierta de NO MÁS, ¿fue repetida después de la dictadura?
D.E.: La ciudadanía y la política se apropió del NO MÁS. Desalojó al CADA como autor, y eso nos pareció un trabajo hiper logrado. Lo del CADA quedó para los museos, y nuestra propuesta cada tanto vuelve a tomar la calle. Por ejemplo, en el NO MÁS AFP; jubilaciones privadas. Un drama porque los trabajadores estamos obligados a poner nuestro dinero en asociaciones financieras con resultados catastróficos. Nos jubilamos con el treinta por ciento del salario, y en las mujeres es peor porque ganan menos. Bueno, eso ustedes ya lo vivieron.
P.: ¿Cómo está la literatura chilena?
D.E. Bien, quizás lo más dramático es la falta de espacios de recepción. Hay un solo diario, El Mercurio, que sale en papel el fin de semana, y el espacio para la literatura es breve. Eso es muy desastroso para la circulación informativa y crítica. Existen unas cuatrocientas editoriales independientes, y no hay una masa lectora para eso. Hay revistas literarias, pero son para la gente de la literatura. Hay escritores muy buenos como Nona Fernández y Matías Celedón, que ya están instalados en su espacio. Y están los que están emergiendo. Es un panorama apasionante. El arte es tremendamente resistente, sabemos que no hay régimen que no tenga una fisura por la cual se cuele.
P.: ¿Qué está escribiendo ahora?
D.E.: La editorial sacó hace tiempo mi ensayo “Escritos sobre literatura, arte y política”, ahora ya tiene uno nuevo que saldrá en agosto y trata sobre él tiempo. Lo voy a seguir afinando mientras visito la República Checa por cuestiones literarias.
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