«Días de mayo» (Argentina, 2009, habl. en español). Guión y dir.: G. Postiglione. Int.: A. Guirado, S. Dejesús, C. Hulten, J. Nemirovsky, A. Birabent, C. Resta, D. Grandinetti.
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Hace justo 40 años, el país era un hervidero. El 15 de mayo, durante un reclamo contra el cierre de comedores universitarios, la policía correntina mató al estudiante Juan José Cabral (por paradoja, un conservador). El 17, la de Rosario mató a otro, Adolfo Bello, de un tiro en la frente, y el 21 a un tercero, Luis N. Blanco, por la espalda. Al médico que quiso atenderlo, Aníbal Reinaldo, lo zurcieron a sablazos. Los resultados fueron el Rosariazo, ese mismo 21, y el Cordobazo, el 29. Los remezones siguieron hasta septiembre, con el segundo Rosariazo, que sumó hasta 150.000 manifestantes.
Gustavo Postiglione habla de esa época. Lo hace con buen ojo para la ambientación, el vestuario, la música, y ciertos comportamientos típicos de entonces. También la fotografía, y hasta algún juego de montaje, engarzan muy bien con las modas universitarias del momento, recostadas en los gustos franceses.
A esta altura, señalemos que los protagonistas se conocen una noche de tiros y manifestaciones, son un reportero gráfico y una estudiante de filosofía y teatro, y sufren el acecho de un policía, que se sabe registrado por la cámara, y un «militante obrero» que (detalle de actualidad) vive siempre de huelga y pidiendo plata que no piensa devolver. Hay además otra chica que puede causar un conflicto amoroso, un cantautor avant la lettre, dos padres estereotipados, apuntes de bohemia, y un remate interesante, sobre la valentía de los que callan, aunque los crean cobardes o poco comprometidos. Lo que, curiosamente, parece faltar, es el ánimo de esos tiempos. Sacando unas escenas callejeras, bien hechas, el resto es como si pasara en el Montmartre anterior al 68. Se extraña el fervor, la verborragia, las discusiones de los argentinos de entonces. No está mal que alguien de una generación posterior haga su propia pintura de los hechos. El detalle es que el tono del relato, sin calentura, y la distancia de los personajes hacia sus propias experiencias (por ejemplo, acaban de quitarle el arma al policía en medio de una refriega, hallan refugio, y acto seguido se presentan mutua y monosilábicamente con absoluto aburrimiento, quitando verosimilitud a la escena) hacen que el estilo general suene como la visión Phillipe Garrel del Mayo Francés, transferida al Mayo Rosarino. Digamos, en compensación, que las escenas de pelea son mejores que las de «Les amants reguliers», Agustina Guirado hace una linda referencia a Anna Karina, y aparte de Garrel hay una coincidencia con el «Tango Bar» de Gardel, esto último a propósito de un doble fondo decisivo en la trama.
Dato histórico, la famosa foto de Eva Perón que luce la chica en su carpeta, recién empezó a conocerse unos años después, como emblema de los JP. El vestidito minifalda al crochet, en cambio, es de esa temporada.
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