“El momento histórico en que vivió el Padre Mugica, en su esencia ideológica, espiritual y social, lamentablemente, hoy tiene mucha vigencia. Eso genera tristeza y compromiso para volver a montar esta obra”, dice Pablo Razuk, protagonista de “Padre Carlos, el rey pescador”, visión sobre la vida del padre Carlos Mugica, escrita por Cristina Escofet y dirigida por José María Paolantonio, que fue nominada a los premios ACE, Florencio Sánchez y Trinidad Guevara en autoría y ganadora del Luisa Vehil por mejor actuación. Recibió mención de la Cámara de Diputados de la provincia de Buenos Aires y estuvo de gira por Barcelona, París y el Vaticano con el Papa Francisco. La obra cuenta con los músicos en escena Sol Ajuria y Miguel Gómiz.
El Padre Carlos Mugica revive en premiada obra, a 50 años de su asesinato
El 11 de mayo se cumplen 50 años del asesinato del Padre Mugica y Pablo Razuk vuelve a ponerse en su piel con "Padre Carlos, el rey pescador", de Cristina Escofet, dirigida por José maría Paolantonio. La obra se estrenó hace diez años y puede verse los viernes en la sala Leónidas Barletta, ex Teatro del Pueblo.
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Pablo Razuk junto con los músicos en escena Sol Ajuria y Miguel Gómiz.
El 11 de mayo se cumplen 50 años del asesinato del Padre Carlos y la obra se presenta todos los viernes a las 19 en el Espacio Experimental Leónidas Barletta, ex Teatro del Pueblo en Roque Saenz Peña 943. Conversamos con Razuk.
Periodista: ¿Cómo te preparaste para encarnar a este personaje?
Pablo Razuk: Estuve investigando mucho pero comencé hace doce años, porque la obra lleva diez de estrenada, no había Google de una manera tan completa como ahora, había mucho que leer, libros, apuntes y algún que otro video dando vueltas. Después de multiplicaron en Youtube con Mugica en acción. Había hecho una investigación y le llevé el material a Cristina Escofet para que lo escribiera y me dijo que no necesitaba nada de eso. Ella conocía de primera mano la historia porque en los ´70 había militado. Tenía mucha más información que lo político y social, tenía lo humano. Paolantonio, el director, también había conocido a Mugica así que comenzamos el montaje de una forma que no había trabajado nunca. Los primeros cuatro o cinco ensayos lo único que hicimos fue charlar, Cocho me contaba anécdotas, leíamos algún pedacito del texto y me hablaba de cuestiones climáticas de los ´70, lo que pasaba en las calles, en los ensayos. Todo eso fue vital para la composición del personaje, sumado a mi forma de trabajar que es la obsesiva búsqueda de cómo vibran los personajes que me tocan en términos emocionales y energéticos. Fueron 7 a 8 meses de trabajo sesudo y meticuloso.
P.: ¿Qué hitos podés destacar de la vida de Mugica presentes en la obra?
P.R.: Siempre digo que Mugica hizo el camino más largo porque era uno de los hijos de una familia acomodada donde hay que ser médico, abogado, sacerdote, militar, con visiones de gente paqueta de derecha y desde ese lugar el se vincula con la curia. Entra a ser seminarista con un vínculo afín con los curas conservadores, tenía trazado el camino que podría haber hecho en el Vaticano pero un día abrió los ojos del corazón, como él decía, y vio que la iglesia no terminaba de satisfacer las necesidades del pueblo. Empezó a ser critico de la iglesia y se transforma en uno de los curas tercermundistas. Era antiperonista de los que fueron a la plaza a pedir que Perón dejara el gobierno hasta que en el ´55 reconoce que hay algo ahí que no termina de ser coherente con el amor al prójimo. De ser antiperonista terminó siendo uno de los que volvió con Perdón en el avión desde España. Ese camino más largo habla de un hombre que terminó encontrando un destino, conducir a mucha gente y ayudar. Es uno de los organizadores del barrio 31.
P.: ¿Qué rasgo menos conocido podés destacar?
P.R.: Era un apasionado del fútbol, de Racing. Según su amigo, Pablo Capelli con quien sufrió el acribillamiento mientras Capelli se salvó, Mugica era una bestia jugando al fútbol, era de esos que metían pata fuerte. Era sacerdote y pasional a la hora del juego.
P.: ¿Cómo se estructura la puesta en este unipersonal?
P.R.: Este no es el primero que hago, hice Severino, Germán Abadala, Federico García Lorca, es algo que vengo trabajando hace tiempo pero Mugica fue el segundo y no es enteramente unipersonal porque me acompañan en escena Sol Ajuria en canto y Miguel Angel Gomis en violoncello. Con Paolantonio pensamos que no podía ser una obra donde el actor estuviese en el escenario distanciado del espectador, como en los altares, como en las misas mas tradicionales. Mugica era de arremangarse e ir puerta por puerta sumando servicio al que lo necesitaba. El podía ir a las asambleas, reuniones barriales, hacer misa en una capilla o en el medio de la calle. El personaje tenía que salir de ese lugar y que todo el teatro tenía que convertirse en esa ceremonia de iglesia. La puesta goza de una falta de limite en términos teatrales.
P.: ¿Cómo creció la obra del papel al escenario?
P.R.: La autora tiene capacidad filosófica y de contar la historia casi como una reseña cronológica y periodística filtrada por poética personal y de época. Eran más de 40 carillas así que encontramos una síntesis que llevó un primer montaje, la dejamos en hora y siete minutos. La obra está pasando por un momento de madurez y representativa de un momento histórico que en su esencia ideológica, espiritual y social, lamentablemente, hoy tiene mucha vigencia. Eso genera tristeza y compromiso para volver a montarla.
P.: ¿Qué podés decir de este momento que llama “lamentable”?
P.R.: Históricamente la cultura argentina fue cercenada por los poderes que de afuera no permitieron que tuviéramos nuestro Hollywood. Cuando despegábamos en cine fuimos boicoteados, cuando despegamos en el tango y folclore fue boicoteado y se nos inundó con música foránea. Cada vez que Argentina intentó competir con el gran país del norte siempre hubo capitales que se encargaron de cortarnos las piernas. El gobierno actual no entiende de cultura, no son solo de derecha sino brutos, no entienden de conciencia de social, de necesidad del prójimo y manejan un exacerbado compromiso del individualismo. Hablan de libertad personal, no hay conciencia de patria, pueblo, bandera. La cultura es un instrumento directo a la comunidad y el debate. No hay amor por lo propio, el barrio, el país, las riquezas, bandera, músicos, científicos. No entienden de cultura y están acompañados para terminar de destruir esa estrategia maravillosa que es el arte. Es una batalla perdida para ellos porque el teatro, la música, danza, letras, siempre ha sabido filtrarse como agua en el techo y ha mojado a todos los que han querido ahogar esas palabras. Encontraremos la salida para contar nuestra visión de la verdad y vamos a generar los caminos para volver a encontrarnos con ese otro artista y espectador. Volveremos a ser comunidad.
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