10 de junio 2003 - 00:00

Entregaron premios de Universidad de Palermo

Entregaron premios de Universidad de Palermo
Los premios son una de las formas del mecenazgo artístico. El término latino praemium, del cual deriva la voz española premio, designaba al botín de guerra, a los objetos saqueados al enemigo tras la victoria. Con el tiempo, el significado de los premios -oficiales y privados-cambia para nombrar una ofrenda, ya no un despojo.

Premiar es recompensar, reconocer. De este modo, un premio constituye una distinción y, por lo tanto, es un incentivo, un estímulo. Precisamente en el Museo de Bellas Artes, Rosendo Fraga hizo junto con la Universidad de Palermo, una encuesta que reflejó que sobre mil visitantes el mayor porcentaje de interés eran los Premios, por sobre las muestras de los grandes maestros de la Argentina y el exterior.

La Universidad de Palermo organiza con el Museo Nacional de Bellas Artes estos Premios de Pintura, buscando promover y fomentar el arte argentino contemporáneo. En esta sexta edición fueron seleccionados ochenta y dos trabajos, que ponen en evidencia la vita-lidad de las expresiones estéticas argentinas. La Universidad se interesa en incorporar a sus aulas y espacios, a los artistas argentinos más reconocidos, acercando a sus alumnos y profesores las artes visuales del país y sus creadores.

Las obras de León Tenenbaum (1951) están dominadas por colores primarios plenos que se disocian o se unen en superficies planas. La ausencia de figuras humanas enfatiza sus metáforas del abandono o del exilio, y altos edificios resisten a incontenibles y misteriosas fuerzas, que amenazan con suprimirlos. Su tela de grandes dimensiones, «¿Qué pasa?», obtuvo el Primer Premio ($10.000), pertenece a su última etapa (de tres años), caracterizada por su afirmación de la línea y de planos superpuestos que desarrollan una nueva perspectiva. En esta nueva serie recurre a herramientas cibernéticas que generan una relación distinta: el matrimonio de arte y tecnología, entre los elementos de la informática avanzada y el uso de los colores prima-rios.

El jurado otorgó tres Menciones de Honor ($1000 cada una). Ubicadas dentro de la figuración crítica las obras de Diana Dowek (1942), han expresado siempre su profundo compromiso social y político. Sus pinturas perfilan las antinomias y contradicciones humanas: vida y muerte, plenitud y vacío, libertad y opresión, apertura y encierro, acentuando el drama que importa la presencia inexorable de estos conflictos. Pero su propuesta no es narrar como quien ilustra una historia, sino decir más con el mínimo de elementos cotidianos.

Las referencias al contexto del país son constantes en su temática, sobre todo a través del hilo conductor de la violencia, en la historia que le ha tocado vivir. El desgarramiento representado por las cuadrículas de alambre, la telas rotas, los cuerpos heridos, son símbolos de un contexto concreto. El poder vulnerable, pertenece a su serie de edificios vinculados al poder, fragmentados, quebrados, que aluden al carácter inestable de las instituciones que tendrían que cambiar o derrumbarse, si no se adecuan a la sociedad, en la que ella vive.

• Tradición

El espacio urbano también está presente en las obras del pintor -arquitecto Félix Rodríguez (1955). «Río Támesis» es una carbonilla que obtuvo Mención. Recupera la tradición de la pintura local que alude al puente del Riachuelo, los suburbios, los barrios y el paisaje pampeano. Ariel Mlynarzewicz (1964) recibió la tercera Mención por «Madre e hija», una escena familiar caracterizada por singulares marcas expresionistas.

Sus obras registran el entorno de la ciudad y muestran espacios en los que se desarrollan historias cotidianas.
«Se ha detenido para estudiar el expresionismo austríaco y alemán. Su atención está dirigida a la obra de un Kokoschka o Emil Nolde, para citar sólo dos; a partir de ellos realiza pinturas y dibujos con una gran personalidad»,
escribió el artista mexicano
José Luis Cuevas, en el prólogo a la muestra de Mlynarzewicz en la ciudad de México.

Otros artistas que se destacan son
Paula Socolovsky (1967), cuya imaginería forma un mundo donde lo onírico desempeña funciones esenciales. A la mane-ra de las ilustraciones de ciertos cuentos infantiles, desarrolla a través de escenarios teatrales o extra-ños personajes, como la «Niña exploradora», una narración mínimal cuyos antecedentes inspiradores serían una condensación del pop-art plano de los 60 y el arte minimalista de los 70.

«Juega el juego Nº 25»
de Marcela Gásperi (1963) alude a dos conceptos lúdicos: el que ata-ñe a la generación de lo estético, y el que corresponde al esparcimiento humano (al juego cotidiano). La disposición de sus elementos le propone al espectador una percepción visual diferente y una indeterminada cantidad de posibilidades de interacción. Jacques Bedel (1947) presenta «Determinación del horizonte por medio de su sombra», una obra que pone en evidencia su trabajo de más de tres décadas en el campo de las investigaciones visuales.

El jurado estuvo integrado por Alicia de Arteaga, Jorge Coscia, Albino Dieguez Videla, Andrés Duprat, Sara Facio,Ana Martínez Quijano, Oscar Smoljan, Clorindo Testa, Elsa Zingman
(decana de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades) y Ricardo Popovsky (rector de la Universidad de Palermo).

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