9 de julio 2002 - 00:00

Exponen trabajos de un pionero de la fotografía

Con la presencia del presidente de México Vicente Fox, se inauguró en el Museo Nacional de Bellas Artes la muestra de Manuel Alvarez Bravo (1902). El maestro de la fotografía mexicana, que festeja este año su cumpleaños número cien, fue distinguido con el Premio Leonardo a la trayectoria de un artista latinoamericano. Se le entregó personalmente al presidente Fox, quien además se refirió al gran fotógrafo ante una nutrida concurrencia.

«Nací en la ciudad de México -afirma Alvarez Bravo-detrás de la Catedral, en el sitio donde se levantaban los templos antiguos mexicanos, el 4 de febrero de 1902. Acabé la primaria y después he sido autodidacta. Siempre me interesó el arte y cometí el típico error de creer que la fotografía era el más fácil. El recuerdo de los intentos que hice en otros campos, me hacen comprender que encontré mi camino a tiempo.»

En su viaje a México (1923), con el gran fotógrafo Edward Weston, y su pareja, la militante política Tina Modotti (1896-1942), encontró en la fotografía su vocación. Ambos, Modotti y Alvarez Bravo lograron unir su pasión política y la fotografía. Los dos participaron de un tiempo de fuertes cambios, pero sobre todo tuvieron la oportunidad de descubrir un rico campo de experimentación. En 1935, Alvarez Bravo expuso junto con Henri Cartier Bresson, en el Palacio de Bellas Artes. Cuatro años más tarde, junto con Diego Rivera y Frida Kahlo, presentó una muestra en la Galería Renou & Colle, en París, con prólogo de André Bretón en el catálogo.

Entre 1943 y 1959, estuvo afiliado a los Técnicos de la Producción Cinematográfica de México, y trabajó con directores como John Ford y Luis Buñuel. La obra de Alvarez Bravo constituye un retrato entrañable del gran país del norte de la región: documentó la vida cotidiana, las calles y los paisajes rurales, registrando la trama plural de culturas que configuran la tierra mexicana. Lo que Octavio Paz, y/o Juan Rulfo nos señalaron a través de sus textos.

La fotógrafa Graciela Iturbide tuvo su primer contacto con la obra de Alvarez Bravo, en ocasión de la muestra realizada durante las Olimpíadas en México: «al mirarlo aprendía, porque en lugar de hacer el papel de un profesor tradicional, fue un gran conversador que compartía su pasión por la lectura y la música. Me recomendaba libros, sobre todo de pintura, mientras yo trataba de aprender ese tiempo, muy mexicano que tiene, su ritmo pausado pero constante. Siempre trabaja sin prisa, dándose sus espacios y sus silencios para gozar y pensar las imágenes. Por eso, le es fiel al letrero de su laboratorio. Hay tiempo, hay tiempo, y este gran artista lo ha tenido en cuenta para encontrar la poesía.»

La dialéctica de sus fotografías supera el aparente conflicto entre documento y creación. En la exposición llevada a cabo en 1969, en el Museo de Arte de Berna, organizada por
Harald Szeemann, se reunieron 69 artistas de distintos países en una muestra histórica que se llamó When Attitudes Become Forms (Cuando las actitudes devienen en formas). La exhibición convirtió a Szeemann en el curador más importante de Europa, y continuó su trayectoria en la V Documenta de 1972, en Kassel. La propuesta de Szeemann se basó en el planteo de que una obra de arte es la concreción de un proceso mental, una actitud que se materializa en una forma, y no una entelequia o una técnica. Con esa perspectiva, la fotografía entró oficialmente en el campo de las artes visuales, superando la tradición de ser un medio y no una obra; y abandonando el hecho de ser juzgada incapaz de proponer una dialéctica en el campo de las artes visuales. Es decir, el medio fotográfico se integró de una forma curiosa y paradojal en el mundo de las artes visuales.

•Evolución

Históricamente la fotografía era una narración y/o un documento, pero sin calidad artística, con imágenes frágiles. La paradoja de la entrada de la fotografía en las artes visuales fue anticipada por Alvarez Bravo.

En 1980, el crítico
Michel Nuridsani (que recientemente publicó en el diario Le Figaro un comentario sobre nuestro artista-fotógrafo Dino Bruzzone) organizó la muestra ¿Se llaman pintores? ¿Se llaman fotógrafos? Ese título terminaba con la discriminación entre aquellos que usan la fotografía como medio, y los fotógrafos puros. Creemos que Alvarez Bravo practica simultáneamente la fotografía y la pintura, con el medio fotográfico. Es como cuando Marcel Duchamp mostró su Portabotellas o su Urinal, en el Museo de Nueva York. Por eso, en esta seleccionada muestra del gran artista mexicano, que cumple en el 2002 cien años, el medio fotografía aparece como medio y no como un fin.

Podríamos decir que pasa lo mismo en toda la pintura contemporánea, las instalaciones, el video, donde las técnicas no son un fin en sí mismos sino herramientas de los artistas creativos. «Las imágenes de
Alvarez Bravo -escribió Roberto Tejeda atestiguan una vida empeñada en representar los espacios históricos, el contenido social y el tránsito sin nombre, de ángulos discordantes entre las figuras y los objetos o los pliegues de la desnudez. Su labor es una visión de un amplio paisaje, imaginario y real, poblado de formas vitales, de algún modo más resonante hoy bajo la penumbra del siglo que desvanece.»

La muestra que se presenta en el Museo Nacional, incluye obras de distintos momentos de su larga trayectoria, desde la década del 20, como su conocida «Calabaza y caracol» (1928), y la emblemática «La buena fama durmiendo», 1938/39. Sobre ella
Tejeda señaló que aún «tiene algo que decir sobre las ideas surrealistas, acerca de la belleza femenina en cuanto convención movediza, y del erotismo desprovisto de vida, a través de las simulaciones rígidas del cuerpo.» «Margarit de Bonampak», 1949; «Los perros durmiendo ladran», 1966; «Intermedio», 1975; y su notable serie, homenaje a la tecnología de la imagen, rememorando a Joseph Nicephore Niepce, 1985.

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