"Super 8 Stories" podría funcionar muy bien como material adicional para el DVD de algún concierto de Emir Kusturica y su banda, la No Smoking Orchestra. Estrenarla en 35 mm. en el circuito comercial, en simultáneo con sus shows en La Trastienda, parece un tanto excesivo, pero los fans del cineasta y músico serbio seguramente lo agradecerán. Los demás no demasiado.
El contenido al que quiere acceder es exclusivo para suscriptores.
La película es un desordenado conjunto de imágenes de las giras de la banda de Kusturica por Italia, Belgrado, Portugal, Alemania y el Olympia de París, con tanto backstage como chistes privados. Definitivamente, éste no es el «Buena Vista» del rock-punk balcánico, ni se percibe tras el film una intención definida de docudrama musical o de parábola artística y política. Y si no se percibe es, sencillamente, porque esa intención no existió nunca.
Kusturica, para su propia diversión, se limitó a registrar en video digital y en formato de súper 8 algunos momentos de sus shows, imágenes suyas y de sus músicos cuando viajan en ómnibus de ciudad a ciudad, cuentan chistes y hablan de sus vidas, y al resultado le añadió, inclusive, películas caseras familiares y material de archivo de la televisión yugos-lava.
La No Smoking Orchestra se fundó durante los 80 en Sarajevo, con una base de rock y elementos vieneses, balcánicos, folk, jazz, y sonoridades latinas. Música de enormes mezclas, su sonido es agradable pero empalagoso. Es más pobre en inventiva y no tiene ni la consistencia ni los contrastes de estilo de su ex socio Goran Bregovic, reciente huésped de Buenos Aires, cuya colaboración se terminó enojosamente en «Underground», al punto tal de que hoy ambos hasta evitan mencionarse.
No sin razón, la música de la No Smoking Orchestra, pese a las dos décadas desde su formación, recién empezó a formar parte de la banda de sonido de sus películas con «Gato negro, gato blanco», es decir, luego de la ruptura con Bregovic. Entre sus integrantes, retratados en el film, se destacan Nelle Karajlic, líder y cantante, y Stribor Kusturica, hijo del realizador que se integró como baterista en 1994.
La exhibición de esta película en festivales internacionales, como Berlín y Karlovy Vary, sólo se sustenta en el prestigio del nombre de Kusturica y de su obra como cineasta. Con su música ocurre otro tanto, y en ese sentido comparte el mismo beneficio de fama y publicidad que la New Orleans Jazz Band de Woody Allen. Ningún aficionado serio las elegiría como formaciones musicales de primer nivel.
Dejá tu comentario