9 de mayo 2008 - 00:00

Fracaso de amor tiene los intérpretes ideales

Patricia Palmer y Osmar Núñez interpretan a una pareja fracasada que se reúne con la excusa de ultimar sus trámites de divorcio en «La música», admirable obra de Marguerite Duras.
Patricia Palmer y Osmar Núñez interpretan a una pareja fracasada que se reúne con la excusa de ultimar sus trámites de divorcio en «La música», admirable obra de Marguerite Duras.
«La música» de M. Duras. Dir.: D. Milea. Int.: P. Palmer y O. Núñez. Esc. y Vest.: A. Mateo. Ilum.: L. Rodríguez. (Teatro del Nudo.)

En toda la obra de Marguerite Duras el amor es una experiencia condenada al fracaso. Los momentos de éxtasis tienen demasiado infierno alrededor como para que la pasión pueda sobrevivir a sus propias tendencias destructivas. Tarde o temprano todo termina y la relación amorosa vuelve a convertirse en lo que siempre ha sido: un frágil puente entre dos soledades.

Tal es la historia de Anne-Marie y Michel, que a dos años de haberse separado, deciden encontrarse para ultimar sus trámites de divorcio que en realidad no requieren de su presencia, pero allí están los dos conversando en un hotel pleno de recuerdos. Casi sin darse cuenta, ambos van dejando la amabilidad y la diplomacia a un lado para embarcarse en una dolorosa travesía que los llevará a intercambiar culpas y secretos nunca antes confesados.

El deseo se reaviva y los confunde. Michel no soporta la frustración de aquel amor perdido, mientras Anne Marie insiste en recordar los momentos más amargos de aquella convivencia. Aún así, los dos serían capaces de echar todo por la borda para volver a estar juntos. Eso es al menos lo que el espectador desearía y también lo que sospechan sus nuevas parejas el novio de ella (Horacio Roca) y la novia de él (Ana Yovino), que hacen acto de presencia a través del teléfono, temerosos de que este encuentro altere sus vidas. El texto de Duras es un admirable entramado de silencios y de verdades que se diluyen en puntos suspensivos. Sus protagonistas ocultan más de lo que dicen, con lo cual mantienen en vilo al público. Uno desearía saber mucho más acerca de ellos, pero al ser tan esquivos y enigmáticos, terminan funcionando como una pantalla de proyección para las fantasías y recuerdos de cada espectador.

Lo que sin duda resulta mucho más interesante.

Patricia Palmer y Osmar Núñez son dos intérpretes ideales para esta pieza. Aunque el exceso de mobiliario dificulte sus movimientos, ya de por sí bastante estáticos, ambos logran superar este obstáculo con sus bellas voces y con la poderosa química que se genera entre ellos. No se necesita nada más para que esa pequeña punta de iceberg que asoma en cada diálogo deje entrever sus contenidos más reveladores.

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