«Gigoló. El precio del éxito» («The Man from Elysian Fields», EE.UU., 2001; habl. en inglés). Dir.: G. Hickenlooper. Int.: A. García, M. Jagger, O. Williams, J. Coburn y otros.
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E l novelista en bancarrota Byron Tiller (Andy García) ha sido contratado para hacerle a las mujeres lo que los editores le vienen haciendo a él desde hace varios años. Tiller publicó una única novela, «El hijo de Hitler», cuya enorme tirada sólo sobrevive en las mesas de saldos. Tiene una esposa cariñosa que todavía lo admira; un hijo al que bautizó, para fijarle el destino, como Nathaniel Hawthorne Tiller, y un suegro industrial que lo desprecia. En el fondo, es el mismo sentimiento que él tiene sobre sí mismo en los momentos en que deja de creer que el mundo no lo comprende.
Por eso, cuando se cruza con Luther Fox (Mick Jagger), pintoresco cuentapropista que maneja una ruinosa empresa de escorts masculinos, Elysian Fields, se deja convencer por él para cubrir una de las vacantes. Al fin y al cabo, mejor que prometer fantasías literarias, tan llenas de adjetivos que espantan a los editores, es realizarlas.
El empleo le permitirá no sólo seguir despreciándose («el sexo mecánico es el último recurso del hombre impotente», se oye en un momento) sino también, sin que esto lo sepa Tiller de antemano, establecer un contacto creativo con uno de los escritores que más admira, Tobias Alcott (James Coburn, en uno de sus últimos trabajos). Desde luego, un contacto que no nace de la pasión literaria sino de otra pasión más circunscripta, la de Andrea, joven esposa de Alcott (luminosa Olivia Williams) que resulta ser su primera clienta. El intrigante drama que ocurre entre los tres, y cuya naturaleza obviamente trasciende lo sexual, no debe revelarse.
•Guión
«Gigoló. El precio del éxito» es mucho más que una película ingeniosa y aguda. Producida de manera independiente (a no asustarse, es el cine independiente que no desprecia ni agrede al público con incongruencias o sopores), tiene en principio un libro impecable, fecundo en frases exactas con destino de cita, y además actores que parecen nacidos para esos papeles: la revelación absoluta es Mick Jagger, un Stone que al fin dio con el perfil perfecto en cine. Rufián melacólico gringo, es un placer verlo con el cigarrillo en la mano, duro y frágil a la vez. «Considéreme pasado de moda» le responde a Tiller en el primer diálogo, cuando el aspirante teme que la cartera de clientes no sea únicamente femenina. Lujo de reparto (además, claro, del recordado Coburn), la presencia de Anjelica Huston como una antigua usuaria del servicio de Luther, a la que le ha tomado cariño.
Por último: el film de George Hickenlooper es una película moral que intenta erradicar de su libro, permanentemente, la tentación de la moraleja. No siempre lo logra, sobre todo en ese desenlace con algunos adjetivos de más (los que aman los productores y no los que no escucha Tiller de los labios de Luther, como él se lo hace notar). Quizás, asumiendo la carga prejuiciosa que tiene esta afirmación, si fuera ésta una película francesa de los 60 ó 70, sería perfecta.
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