Marrale: "Como ese sueño donde se sale a escena sin saber el texto"

El experimento, del iraní Nassim Soleimanpou, consiste en que el intérprete, solo en el escenario, abra un sobre con el texto que deberá hacer.

jorge marrale. El viernes 15 será su turno en el experimento teatral. 

jorge marrale. El viernes 15 será su turno en el experimento teatral. 

“A veces tengo esos sueños tan característicos de los actores, buscar un texto que no aparece. Uno tiene que actuar pese a todo y el público se comporta de la manera más natural”, dice Jorge Marrale, quien formará parte de una experiencia teatral que tiene mucho de esos sueños que evoca. “Conejo blanco, conejo rojo” es una obra que no requiere ser ensayada ni dirigida. El guión viene en un sobre cerrado y sellado esperando ser abierto por primera vez cada noche para que una actriz o actor diferente siga sus consignas en vivo. Escrita por el iraní Nassim Soleimanpour, la obra viajó por todo el mundo pero el autor nunca pudo salir de su país.

Las diferentes funciones, en coproducción con Timbre 4 y el Paseo La Plaza, serán interpretadas en el Metropolitan en forma rotativa por Federico Bal (mañana), Jorge Marrale (viernes 15), Carola Reyna (viernes 22) y continuará con Mercedes Morán, Jorgelina Aruzzi y Peto Menahem, entre otros. Dialogamos con Marrale.

Periodista: ¿Cómo es estrenar una obra que no conoce?

Jorge Marrale: Es una incógnita enorme, no sé qué voy a leer ni me interesa averiguar demasiado, porque si no el efecto de sorprenderme sobre el escenario se perdería. Es como entrar a un parque de diversiones y ver por dónde andar. Por eso lo tomé, porque no sé ni de qué se trata, la historia, nada. Es una experiencia interesante por eso, subir a decir algo que no se sabe de qué está hecho...

P.: Y, además, en este contexto de pandemia...

J.M.: Así como están las cosas es un desafío salir dada esta preocupación por los contagios. Pero prefiero hablar del desafío de salir hacia el objeto deseado, que para nosotros es el escenario. Uno desea acceder, hamacarse y acurrucarse en el escenario y en este contexto eso se potencia. En este caso es una lectura, no sé qué tengo que hacer, si interpretar, si leer, si hay que mirar, el desafío para mi es estar en ese contacto primario con los que vayan, no sé quiénes irán ni cuántos. Es todo un alud. Encima al estar el aforo reducido hace que todo sea distinto, uno va a ver desde el escenario una especie de tablero de damas, con espacios vacíos. De todas maneras estoy ansioso por estar otra vez ahí, tengo ganas, además en solitario. Siento que el ejercicio es parecido a lo que estamos viviendo en pandemia, que no sabemos bien qué estamos haciendo, qué nos pasa. No sé cómo me voy a manejar con cuidado, no al contagio sino a qué voy a decir, cómo, la equivocación o no, la risa, no sé. Es todo nuevo para mi, es notable con tantos años pero es todo nuevo.

P.: El público suele ir al teatro a sorprenderse, pero que el actor también lo haga a la par ¿Cómo lo imagina?

J.M.: Lo vamos a descubrir al mismo tiempo , es casi como un acto virginal, un texto que no se sabe y uno haciéndolo delante de los otros que naturalmente no tienen por qué saber. Empecé a tener ese tipo de sueños en los que no se encuentra el texto cuando hice ´El gran soñador´. Lia Jelín siempre se acuerda de eso, porque era una obra donde no se decía una sola palabra y había que bailar. La hacíamos con Alicia Zanca, ensayamos durante nueve meses y me acuerdo que ahí empecé a tener los primeros sueños donde buscaba el texto y no lo encontraba. Y me despertaba en medio de la pesadilla porque no aparecía, no estaba, y todo funcionaba maravillosamente bien, la gente volvía del entreacto, se sentaba y yo buscaba desesperadamente el libro. ´El libro grande, el grande, déjenme encontrar al menos la hoja donde está el texto´. Seguramente asociado con un libro muy grande que mi padre me había regalado a los 19 años, eran las obras completas de Shakespeare, en papel biblia, de editorial Aguilar. En los sueños, uno de golpe aparece en un espacio que no conoce y por algunos detalles del entorno advierte que quien está allí es uno.

P.: ¿Cuánto conoce de la historia del autor?

J.M.: Tampoco me puse a ver la historia del autor. A veces resulta atractivo conocer al autor pero la obra es la obra, es un corpus, después puede dar algún dato, la obra a veces trasciende al autor, lo que importa y en lo que uno hace foco es en la obra y en el personaje. En ´El vestidor´ supimos Arturo, Corina Fiorillo y yo que el autor había sido vestidor de un autor muy famoso con lo cual él pudo meter algo de su historia personal. Pero la construcción dramática es una creación más allá de esa biografía.

P.: Vuelve al Metropolitan, donde hizo otras obras.

J.M.: Es un escenario que físicamente conozco aunque la obra modifica el espacio. El escenario es el otro mundo. Hice allí ´Nuestras mujeres´ pero antes había hecho ´Mineros´ y no puedo asociar nada de ambos espacios, pese a que transitábamos el mismo espacio. Pero la ilusión y creación se hace con la escenografía, vestuario, luces, música. Ese espacio será novedoso. Me gustaría no entrar por la sala, sino por el pasillo de actores y descubrir el escenario casi al mismo tiempo que la gente. No sé si habrá decorado o algo, no lo sé.

P.: Según dice es muy poco lo que sabe, casi como este contexto de incertidumbre en el que se vive.

J.M.: Hay como un renacer pero en un espacio que aparentemente he conocido y sin embargo que está cambiado, como todos nosotros. Lo vivo así todos los días, como el día de la marmota, porque todos los días tienen un recorrido por lo conocido y de golpe llega algo nuevo, sin embargo, sobreviene muy pronto el próximo día conocido.

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