24 de mayo 2009 - 19:56

«La profecía del no nacido»

Gary Oldman es el rabino encargado de exorcizar a una joven acosada por un espíritu maligno de la mitología judía, en un film que gustará a los fans del género pese a su exceso de explicaciones.
Gary Oldman es el rabino encargado de exorcizar a una joven acosada por un espíritu maligno de la mitología judía, en un film que gustará a los fans del género pese a su exceso de explicaciones.
«La profecía del no nacido» (The unborn, EE.UU., 2009, habl. en inglés). Dir.: D.S. Goyer. Int.: Od. Yustman, G. Oldman, C. Gigandet, M. Good, C. Gugino, J. Alexander, I. Elba

Entretiene, pero daba para más

Durante el expresionismo alemán, temas del floklore judío derivaban en clásicos del cine fantástico como «El Golem», pero con el paso del tiempo, una película que apele a esta tradición se vuelve necesariamente original, y éste es precisamente el caso.

La historia da varias vueltas para llegar al punto en cuestión, que podríamos describir coo un exorcismo realizado por un rabino para liberar a una chica del acoso de un espíritu o demonio de la mitología hebrea llamado dibuk.

Odette Yustman interpreta a la estudiante y babysitter que tiene una mala noche cuidando a dos hermanitos; el más grande realiza un extraño ritual sobre el otro, un bebé de pocos meses, y la golpea en un ojo con un espejo. La pobre chica ya había empezado a tener extrañas pesadillas, que a partir de este episodio se convierten en espantosas visiones a plena luz del día, algo que la preocupa seriamente debido a los antecedentes de problemas mentales de su difunta madre suicida. Explorando su pasado familiar, la protagonista descubre secretos ocultos que la llevan primero a u asilo de ancianos a ver a una misteriosa señora europea sobreviviente de Auschwitz, y luego a un rabino, tal vez el único con la audacia para realizar un exorcismo judio.

A Gary Oldman le toca el insólito papel de exorcisar espíritus infernales no en latín sino en yidish, tarea que desempeña con su rigor profesional de siempre, aunque sin el tratamiento más serio que requería el personaje para estar a la altura de la situación y, digamos, de un Max Von Sydow. Hay una sola de sus escenas en las que se encuentra con un deforme e infernal perro del más allá -figurante recurrente con distintas variaciones a lo largo del film- en la que el talento del actor que pudo interpretar tanto a Beethoven como a Sid Vicious puede mostrarse en buena medida, y con bastante mesura dado el caso.

Por lo demás, la película tiene un buen número de escenas bastante terroríficas, jugadas con un buen nivel de imaginación, pero sin evitar el exceso de explicaciones que por momentos desequilibran el conjunto, igual que un par de giros absurdos de la trama y alguna actuación secundaria. Por original, el tema daba para más, pero como producto de terror al estilo del productor Michael Bay cumple su cometido y, por las dudas, hasta deja las cosas planteadas para una secuela.

D.C.

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