6 de septiembre 2001 - 00:00

"Las primeras feministas del siglo fueron las divas"

Natalie Choquette.
Natalie Choquette.
(05/09/2001) La Diva, es decir, Natalie Choquette, volvió a Buenos Aires con la misma pregunta del año pasado: ¿quién dijo que la ópera es aburrida? Con el fin de acercar el género lírico, con humor, a los más amplios públicos, volverá a descargar sobre su cuerpo los exóticos vestuarios que trae con ella, ahora en el Teatro Coliseo a partir de mañana. En esta ocasión, contará con el auxilio del Grupo de Canto Coral, que dirige Néstor Andrenacci, y la participación del bandoneonista Daniel Binelli, que la acompañará en dos tangos argentinos.

Nacida en Tokio el día en que la ciudad fue sacudida por un violento tifón, Choquette es ella misma un fenómeno natural lleno de un humor feroz, que aplica a quitar el polvo de décadas que se acumuló sobre la ópera, una forma de arte más de una vez puesta en tela de juicio por falta de conocimientos o por prejuicios. En un simpático castellano que reacondiciona con palabras en francés o italiano, Choquette dialogó con este diario antes de iniciar sus ensayos para el recital que tiene algo de «performance» y bastante de recursos y gags del cine.

Periodista: ¿A todos les puede llegar a gustar la ópera?

Natalie Choquette: La ópera es una forma de arte tradicional no demasiado conocida por mucha gente, pero que puede entusiasmar a más de uno una vez que llegue a ella a través de la sensibilidad. Es como el vino, cuanto más se toma más se gusta de él. Es difícil llegar a la ópera la primera vez, pero luego, cuando se entienden algunas reglas, se entra con placer a su mundo fascinante. A no todos les gusta, claro, pero nadie queda indiferente ante «La donna è mobile».

P.: ¿Usted, entonces, persigue algún propósito didáctico con su espectáculo?

N.C.: De alguna manera, sí. Quizá no sea la gente que va a ver las óperas completas la que viene a verme a mí. Gracias a la existencia de las arias famosas yo pude elaborar el personaje de la Diva. Tomo las grandes arias y las canciones, y de ese modo hago que lo lírico llegue a todos. Mi intención no es ridiculizar la ópera, lo que me propongo es crear ese personaje, que en sí es cómico.

P.: ¿Qué es una diva para usted?

N.C.: Las divas fueron las primeras feministas, después de las amazonas. Provienen de una época en que las mujeres debían ser religiosas o madres, pero si decidían dedicarse al canto o al teatro, se las tendía a considerar como puttanas. Entonces sacaban a luz su temperamento, su pasión, el «hago lo que quiero y me ne frega todo el mundo». Es decir, era una expresión de libertad absoluta. Todo el poder de la diva está acá, en la garganta, pero ese poder es débil porque es frágil. Eso hace que cambie su psicología. Sólo hablan de su voz y de sus viajes, «voy a Milán a hacer 'Tosca', después voy a Berlín», y así... Esa es su vida. Por eso, tenían que ser divinas. Ahora hay muchas pop stars, pero en los primeros años del siglo pasado eran lo máximo de la sociedad.

Diosas

P.: Se sentían diosas...

N.C.:
El hombre siempre necesitó los dioses. Como los griegos, que tenían sus dioses, todos los humanos los necesitan. Son héroes. Vienen del cine, de la canción popular, de la ópera. Para la gente son como una proyección de ellos mismos. Por unos segundos quisieran ser como ellos, ser hermosos, inmortales. Los personajes que hago nacen de la inseguridad que padecen, eso los hace humorísticos. Es un emergente de esas señoras que deben ser divinas, aunque les cueste la vida. Yo soy respetuosa de lo escrito por los autores, aunque siempre le agrego un guiño...

P.: Entonces no se toma muchas libertades con respecto a las partituras...

N.C.: No es lo mismo mi espectáculo que una ópera. Uno va a ver una ópera y espera exactamente eso. Aunque últimamente las libertades de los régisseurs son muchas. Ellos tergiversan muchas veces el verdadero sentido de una ópera. Lo mío es más un recital de arias donde también me tomo algunas libertades y agrego mi visión humorística de las cosas.

P.: ¿Cómo estructuró este año el espectáculo?

N.C.: El programa está compuesto por catorce arias, pero esta vez me acompañará un coro, el Grupo de Canto Coral, que tiene un color magnífico. Tiene un estilo muy latino, apasionado y sensual. También voy a incluir dos tangos, «Naranjo en flor» y «El día que me quieras». No se parece al espectáculo anterior, ahora no hay narrador. Mientras yo cambio de vestuario, cantará el coro para que no haya baches. Hay fragmentos de Offenbach y Bizet donde también participará el coro.

P.: Usted suele hacer subir a algún espectador a bailar con usted en el escenario. ¿Tuvo algún inconveniente alguna vez?

N.C.: Cada persona tiene su poesía personal. Hay personas tímidas y otras más audaces... Cuando suben al escenario se sienten como héroes. Yo los elijo por la mirada, en eso creo tener bastante intuición. Una vez elegí a un hombre que tenía una inmovilidad en un lado del cuerpo. Caminaba con dificultad. Lo hice subir al escenario y allí me di cuenta de que no podía bailar, entonces yo empecé a hacerlo alrededor de él. Hubo una gran ovación de la gente, fue un momento muy emotivo. Otra vez había una mujer que había perdido a su hija hacía diez años, y desde entonces no podía reír. Cuando la hice subir, me dijo: «Es la primera vez que pude reírme desde que murió mi hija, esto me ha hecho muy bien». En otra ocasión era un médico, que me dijo después que toda su práctica medicinal había cambiado total-mente luego de ver mi espectáculo. Por supuesto que le creí. Yo en alguna oportunidad tuve la vocación de enfermera.

Humor

P.: ¿Cómo fue que llegó al humor, profesionalmente?

N.C.: En una época de mi vida trabajé como secretaria de un médico chino, y cuando no tenía que atender el teléfono aprovechaba para escribir los apuntes para un espectáculo de esta naturaleza. Mientras la gente esperaba, y él se demoraba mucho con un paciente, me pedía que entretuviera a los demás. Entonces yo hacía alguna de las cosas que ahora hago en el teatro, y los pacientes se olvidaban de la espera. Yo les cantaba, y los que esperaban estaban felices. Algunos hasta me dijeron que ya no les hacía falta hacer la consulta con el médico porque yo les había hecho de terapeuta. Me gusta curar a la gente. Creo que cuando alguien se propone liberar su propia creatividad, contagia a los demás. Eso me ocurre a mí. Cuando veo que una persona puede hacerlo, lo incentivo. Es como descubrir al niño que llevamos dentro. Ellos no engañan, actúan como sienten, sin ocultar nada.

P.: ¿Cómo adapta su voz a los distintos registros?

N.C.: Soy soprano coloratura. Como en el espectáculo canto con micrófono, entonces adapto mi voz a la de tenor, mezzosoprano, etc. Si cantara una ópera en serio, lo haría como soprano coloratura.

P.: ¿Le gustaría cantar en el Colón?

N.C.: Claro que sí. Es un teatro magnífico. Me gustaría cantar «La flauta mágica», «Rigoletto», «Lakmé». También «Tosca», pero con mi registro vocal no puedo.

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