«Lifting de corazón» (Argentina-España, 2005, habl. en español). Dir.: E. Subiela. Guión: E. Subiela, A. Rosendorn. Int.: P. Munné, M. Barranco, M. Anghileri, A. Casero, J.P. Noher, A. Bonin, R. Pardo, G. Iaies, P. Condito.
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Con una sólida comedia vuelve a las carteleras Eliseo Subiela. Un tanto «desubielado», si cabe el término, pero nada desubicado. Por ejemplo, de entre los elementos que caracterizaron su estilo, ha eliminado los personajes sentenciosos. Aún más, como una autoironía por ahí alguien dice «no hagas frases, que luego te las crees».
En cambio, mantiene justo aquello que el público siempre supo valorarle, como su aguda percepción de los afectos, la búsqueda de algún sentido al mundo, el sentido del humor, el amor a las mujeres, y la precisa descripción del hombre que ama a las mujeres con entusiasmo de soltero impenitente y habilidad de poeta del levante.
A ese personaje le afectan, ante todo, el amor monogámico, las responsabilidades, y la amenaza del tiempo, capaz de reducir sus encantos. En el presente caso, un cirujano plástico español, devoto impulsor de la resistencia quirúrgica contra la vejez (es buenísima su primera exposición al respecto), cuando le dicen que la hija está embarazada huye de su propio viejazo poniéndose en amores con una jovencita argentina, para más bailarina de tango. «Se engaña con una más joven», dice la esposa, en vez de «Me engaña».
El lío es que la chica se ilusiona demasiado, la esposa tiene cómo presentar batalla (y sabe hacerlo sin perder la elegancia), y, peor aún, la hija sigue adelante con su embarazo, de modo que ya está por venir la nieta. ¿Sabrá nuestro moderno héroe adaptarse a las circunstancias y gozar los beneficios de la edad, o irá de papelón en papelón hasta perderlo todo?
Donde la película medio se pierde es en una o dos escenas artificiosas de tanguería for export. Pero los tangos quedan más que justificados en una escena de olvido, donde se oye naturalmente «Gricel» y, sobre todo, en una escena muy efectiva y romántica, y muy de Subiela, donde irrumpen «Tanguera», la pasión, el baile, y los letreros luminosos.
Hacia el final, cuando ya hemos visto lindas tomas de Buenos Aires y Sevilla, nos hemos enamorado de la linda Moro Anghileri, se han lucido Jean-Pierre Noher, como el psicólogo argentino de la esposa, y sobre todo Alfredo Casero, de algún modo también psicólogo, etc., cuando ya pasó lo más divertido y el relato parece declinar hacia un final conciliador entre los efectivos Pep Munné y María Barranco, que componen el matrimonio en cuestión, surge una última sorpresa. Una composición sencilla pero bien precisa, con la lente y el color adecuados para dar mejor la idea, en una situación que resume todo, tal como la última pincelada, bien precisa, define un rostro, y diferencia a un artista de otro.
En suma, un regreso inspirado, con lindo guión, lleno de buenas observaciones, buenos intérpretes, y muy buena música (Gabriel Mores, más algunos temas de su abuelo). Dato al margen: el cura que aparece en cierto momento, es el productor Luis Angel Bellaba. A la memoria de su hijo está dedicada la película.
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