25 de junio 2004 - 00:00
Lydia Lamaison: "No tengo tiempo para deprimirme"
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Periodista: A diferencia suya, la protagonista de «El libro de Ruth» tiene una relación muy conflictiva con la vejez.
Lydia Lamaison: El problema de Ruth es que nunca pudo superar su terrible desarraigo. En ella se refleja la historia de mucha gente, en este caso polaca, que emigró a la Argentina para huir de la guerra y de la persecusión nazi. Toda su familia termina muriendo en un campo de concentración lo que le genera mucha culpa. Por otro lado, Ruth quería ser pintora y estaba enamorada de un joven socialista, pero la madre la puso en un barco muy de jovencita, para que se casara en Buenos Aires con alguien que según ellos creían era mejor candidato. Con los años, la chica llegó a quererlo un poco, pero él era un hombre sin sueños y más bien pusilánime, que la adoraba y vivía a su sombra. Además, como él era muy torpe en la cama, ella terminó teniendo varios amantes. Ruth es una anciana muy enferma, con dificultades de memoria, que un día sube al altillo a buscar algo y se encuentra con importantes figuras de su pasado y se ve a ella misma de niña, de adolescente y ya madura.
P.: Mario Diament dijo haberse inspirado en la historia de su madre para escribir esta pieza.
L.L.:Así es.Aunque vive en Miami, yo tuve oportunidad de conversar con él acá en Buenos Aires, eso me permitió tener una visión muy clara de este personaje. De todas maneras él se tomó muchas libertades, su obra no es literalmente biográfica. Ruth se enfrenta a los fantasmas de su pasado pero también dialoga con su hijo, quien por primera vez se atreve a confesarle a su madre, que siendo niño la vio pasar por la calle con uno de sus amantes.
P.: En la obra abundan las referencias a la tradición judía.
L.L.: Sí, hay algunos rituales y canciones en iddish. Es un autor que luego de una escena muy dramática introduce otra más alegre o más liviana. El maneja mucho la ironía y evalúa a la colectividad judía de una manera muy especial.
P.: El tema de la discriminación también da pie a escenas casi humorísticas.
L.L.: Sí, en un momento Ruth niña le comenta a su madre: «dice fulanita que voy a ser muy rica porque todos los judíos son ricos... ¿Nosotros somos muy ricos?». «No», dice la madre y la nena le contesta: «Entonces, a lo mejor no somos judíos...» La obra tiene un clima muy mágico que alivia sus costados más terribles. La aparición de todos estos personajes tan irreales que aparecen en los cajones o arriba del ropero resulta muy poética. Es curioso, acá hago a una mujer que sale en bata y en la tira televisiva interpreto a una señora millonaria, dueña de una bodega. Ultimamente, siempre me toca hacer mujeres de fortuna.
P.: Y ahora tiene pensado estrenar un unipersonal.
L.L.: Sí, quiero desmitificar un poco la palabra « erotismo», que se presta a confusiones, y buscar textos donde el erotismo esté ligado al placer de los sentidos y no a lo que la gente habitualmente supone.
L.L.: También puede derivar en eso, por supuesto, pero yo le quiero dar más importancia al placer de los sentidos y estos pueden aflorar escuchando música, mirando un cuadro o tomando una copa de buen vino.
P.: ¿Cómo hace para desplegar tanta actividad y conservar intacta su memoria?
L.L.: Tengo muy buena salud, sigo una alimentación naturista, hago algunos ejercicios de yoga... y además no tengo tiempo ni para trasnochar ni para deprimirme en mi casa. Desde el año pasado que quiero hacer este espectáculo sobre el erotismo y no puedo, porque me convocan del teatro, de la televisión y hasta del cine: actué en «La puta y la ballena» de Luis Puenzo. ¡Ni siquiera pude terminar de seleccionar los textos y la música! Pero igual me siento muy feliz porque estoy haciendo lo que quiero.
P.E.
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