Carlo Verdone, pediatra contrariado en su matrimonio, logra encontrar un
reposo en «Manuale d’amore».
«Manuale d'amore» (id., Italia; 2005; habl. en italiano). Dir.: G. Veronesi. Int.: C. Verdone, L. Littizzetto, S. Muccino, S. Rubini, M. Buy y otros.
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Los italianos fueron, años atrás, los reyes del film à sketches, formato en el que hasta produjeron clásicos como «Los monstruos» o «Bocaccio 70». Pero, a medida que avanzó la globalización y la crisis mundial del cine en salas (además de la extinción, sin recambio, de la dinastía de los Tognazzi, Mastroianni, Gassman o Manfredi), aquellas antiguas y regocijantes películas en episodios dejaron de hacerse.
«Manuale d'amore» es un bienvenido retorno a ese formato, tal vez lejanamente inspirado (en tono de farsa liviana, desde luego) en la mexicana «Amores perros», que a principios de esta década recuperó la estructura episódica con la variante, también empleada en este «Manuale...», de establecer una mayor unidad a través de personajes que circulan por todos los capítulos, y son secundarios en algunos y protagonistas en otro. Este film de Giovanni Veronesi data de 2005 y el resonante éxito que tuvo en su país ya dio lugar, el año pasado, al estreno de su segunda parte («Manuale d'amore 2 - Capitoli successivi», aunque sin la misma repercusión). Enmarcados en el lanzamiento de un Libro-CD de autoayuda, llamado justamente «Manual de amor», los diferentes capítulos se ocupan con romanísima chispa de algunos avatares de las relaciones amorosas según la edad, las circunstancias y las características de sus personajes.
La buena inspiración del libro y la gracia de casi todo el elenco permiten que la verosimilitud sea lo de menos: si no, no se entendería cómo esa joven y bonita guía de turismo podría aceptar los avances de ese palurdo en motoneta, encima desempleado, o cómo el atribulado pediatra (el magnífico Carlo Verdone, en uno de los mejores episodios) encuentra tan fácilmente la solución a sus cuitas después de intentar el suicidio tras haber sido abandonado. El episodio de la «crisis de los cuarenta», interpretado por otro formidable par (Margherita Buy y Sergio Rubini) es posiblemente el más dramático y contiene, además, algunos de los momentos más desopilantes (las expresiones de Rubini, cuando en casa de unos amigos de su esposa lo hacen ver, después de la cena, el video del parto de la anfitriona, son dignas del mejor Tognazzi), y el de las infidelidades recíprocas, con la estupenda Luciana Littizzetto en el papel de una agente de tránsito, tiene el mejor desenlace.
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