«Marcel Marceau. La Despedida». Puesta en escena: M. Marceau. Mimos: B. del Barrio y A. Neander. Luces: H. Fourez. Sonido: E. Fourez. (Teatro Colón, 4 de abril.)
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Marcel Marceau volvió a Buenos Aires. Su arte de silencio cautivó el lunes a un Colón repleto. Era su primera presentación en esa sala y su actuación había despertado una gran expectativa, no sólo en quienes ya conocían sus códigos artísticos sino también las de una generación que lo vería por primera vez. La sostenida ovación que cerró la actuación del artista de 82 años, que debió salir una decena de veces a agradecer los aplausos, tradujo una aprobación emocionada, casi deportiva.
Arte del silencio y de la sugerencia, del refinamiento y de lo simbólico, la actuación del artista contextualiza una poesía simple y directa, pero de amplia resonancia. Su mirada a la existencia es cáustica, además de melancólica, y en un segmento del programa puede pasar de la expresión del humor absurdo, de lo paradójico de las acciones de los seres humanos y de la observación satírica de las costumbres, a propuestas filosóficas acerca de la plenitud y la felicidad del hombre en libertad. Marceau reiteró aquellos números que lo han convertido en artista casi único en el mundo. Con la colaboración de sus discípulos Blanca del Barrio y Alexander Neander, que ataviados como personajes del rococó francés exhiben estandartes con la descripción de la escena a interpretar por Marceau, desarrollan en el escenario desnudo la situación dramática. La creación del mundo, el tribunal, el pajarero, las manos y adolescencia, madurez, vejez y muerte, constituyen títulos declarativos de lo que va a venir. La plasticidad del artista y la contundencia de su gestualidad son esencialespara la descripción de los motivos propuestos. Con la elasticidad propia del bailarín y la hondura del actor de teatro, Marceau elabora su expresión a partir del torso, las manos y el rostro, que sirven tanto para poner un pájaro en movimiento como para mirar con ironía a la justicia.
En las pantomimas de Bip de la segunda parte, el mimo se vale de su personaje para comunicar no sólo un universo de ácido humor sino también la emoción de un personaje rodeado de la soledad del mundo. Bip domador, Bip viaja por el mar, Bip músico callejero y el fabricante de máscaras son instancias que sirven para diseñar una codificación propia pero que comunica con sencillez a un auditorio que entra fácilmente a la lectura de su arte silencioso. Una forma de expresión que aunque aparezca como legendaria y hasta demodé despierta repercusión aún en el público más joven, ese precisamente que festejó cada una de sus creaciones en el Colón.
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